Hacer lo que podemos: Un diálogo con Beatrice Fihn
Beatrice Fihn es la directora ejecutiva de la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN, por sus siglas en inglés), «una coalición de organizaciones no gubernamentales que promueve la adhesión e implementación del tratado sobre la prohibición de las armas nucleares de la ONU», de la cual forma parte la SGI (Soka Gakkai Internacional). El trabajo de ICAN fue decisivo para la adopción del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN) en julio de 2017. Por ello, ese año se le concedió el Premio Nobel de la Paz. La Sra. Fihn habló con el Seikyo Shimbun, diario de la Soka Gakkai, en enero de 2021 sobre la labor de asegurar un mundo libre de la amenaza de las armas nucleares y la colaboración de ICAN con la SGI.
El 24 de octubre [de 2020], Honduras se convirtió en el quincuagésimo país en ratificar el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN) de la ONU, cumpliendo de esta manera los requisitos necesarios para la entrada en vigor de este instrumento de derecho internacional. ¿En qué momento conocieron ustedes la noticia?
Estábamos en estrecha comunicación con varios países que se apresuraban en conseguir las ratificaciones antes de que terminara el año y ese día estuvimos en contacto toda la jornada con el gobierno de Honduras. Cuando enviaron la ratificación a las Naciones Unidas, la Oficina de Asuntos Jurídicos de la ONU nos informó sobre la recepción y nos confirmó que era admitida para el trámite.
Tenemos que detener esto antes de que ocurra. Porque no podremos confinarnos y buscar una vacuna contra la guerra nuclear. Una vez ocurra, ya será demasiado tarde.
Por supuesto que fue una sensación maravillosa pero, en cierto sentido, era solo una ratificación. Evidentemente, llegar a este punto y asegurarnos de que el tratado entraba en vigor fue, en verdad, significativo, y en particular, que coincidiese con el 75.º aniversario de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. En ese momento, observamos que la cuestión de las armas nucleares había despertado considerable atención, lo cual generó, a su vez, mucho interés entre los gobiernos en los que se percibía claramente el sentimiento de que la ratificación del tratado era una forma de honrar a los sobrevivientes.
Los hibakusha [sobrevivientes de la bomba atómica] desempeñaron un papel fundamental en nuestra campaña y desde el comienzo han sido activistas, defensores de la causa y hasta educadores públicos. Han sido la razón por la cual realizamos esta labor. La motivación que nos impulsó hasta alcanzar un tratado fue asegurarnos de que lo que había sucedido en Hiroshima y Nagasaki no se repitiera en ninguna otra ciudad, y en ese sentido, los testimonios de los hibakusha, precisamente, han sido la fuerza motriz que nos dieron sustento. Fue un gran momento para toda la campaña.
Han pasado más de tres años desde la adopción del TPAN en 2017. ¿Cómo evaluaría este período?
Era muy difícil para nosotros saber con antelación cuánto tiempo nos llevaría [alcanzar las 50 ratificaciones necesarias]. Teníamos cierta esperanza de que podríamos lograrlo posiblemente en dos años y medio o tres, pero sabíamos también que podría llevar más tiempo. Es algo que tiene que pasar por distintos procedimientos, pero siempre nos marcamos metas muy ambiciosas.
Creo que ha llevado un ritmo muy bueno comparado con el de los otros tratados sobre armas de destrucción masiva. Al principio, estábamos bastante preocupados de que la pandemia ralentizara por completo el proceso, pero ocurrió más bien lo contrario.
¿Cuál cree que fue la clave para lograr las 50 ratificaciones?
Pienso que habría sido más fácil y rápido si los estados poseedores de armas nucleares no hubieran rechazado el tratado de manera tan agresiva. Pero el hecho es que muchas naciones, que tienen muy buena relación con los estados poseedores de armas nucleares, se están adelantando en la ratificación por tener un compromiso verdadero con esta cuestión. No es fácil que los países pequeños se levanten y desafíen a las potencias del mundo; pero el hecho de que 51 naciones lo hayan hecho es una clara señal de la trascendencia que tiene este asunto para los gobiernos. Confían en que el tratado es el camino que se seguirá. Creo que esta es una señal de suma importancia.
Nosotros no descartamos a ningún gobierno. Cada país nos acerca a la eliminación definitiva de las armas nucleares. Es fundamental que recordemos esto.
¿En qué medida cree que influye concretamente el TPAN en el estado actual del desarme nuclear?
Durante casi 75 años, hubo argumentos y discursos que han llegado a justificar y hasta considerar que estaba bien que algunos países tuviesen armas nucleares. Uno de los temas más destacados de este tratado es que prohíbe por completo todo tipo de armas nucleares y al estar entroncado en el derecho internacional, dichas naciones tendrán que responder de un modo u otro.
Hasta ahora, las armas nucleares se habían considerado como algo positivo. Poseer armas nucleares ha dado autoridad e influencia en el ámbito internacional. Por ejemplo, un país como Corea del Norte que aparentemente tiene muy poca presencia a nivel mundial, por el hecho de poseer armas nucleares, de alguna manera, hizo que la reunión del presidente Trump y Kim Jong-un en Singapur fuese un encuentro entre iguales.
Creo que es un discurso muy peligroso permitir que las armas nucleares cobren tanta importancia y se les conceda tanto prestigio y poder. En realidad, lo que se supone que tiene que hacer el tratado es poner algo de pudor, cierto estigma y dificultades en las armas nucleares; no solo para los gobiernos poseedores de estas armas, sino que también para los gobiernos que las apoyan. Esto ejerce presión sobre las empresas que fabrican arsenales nucleares, sobre los bancos también y fondos de pensiones que invierten en dichas empresas y hasta en las universidades donde los investigadores y el personal fabrican dichos armamentos.
Cuando estás ahí, de pie, en Hiroshima y Nagasaki… uno comprende que estas armas aún existen y que puede volver a ocurrir lo mismo en unos pocos segundos.
El tratado está aumentando la presión de diversas maneras y haciendo que las armas nucleares se vuelvan más polémicas, difíciles, atroces e infames. Creo que esta es la única manera de lograr la eliminación de las armas nucleares, si pierden su estatus y se convierten en un problema, una dificultad y un motivo de vergüenza.
En 2018, usted fue a Hiroshima y Nagasaki y conversó con los hibakusha en Nagasaki. Durante su estancia, recalcó que los líderes de las naciones poseedoras de armas nucleares deberían visitar Hiroshima y Nagasaki, y escuchar a estas víctimas.
Es impactante cuando uno se encuentra allí, y pienso que uno de los retos es el imaginario sobre las armas nucleares, ya que para la mayoría son algo abstracto. Las personas no han visto armas nucleares, no saben lo que hacen estas armas; [entonces el problema] parece una cuestión técnica, o casi teórica.
Cuando estás ahí, de pie, en Hiroshima y Nagasaki, uno comprende que estas armas son reales, que existen y que puede volver a ocurrir lo mismo en unos pocos segundos.
Muchos de los líderes de las naciones que están en posición de tomar decisiones no quieren pensar en ello. Quieren usar sus armas para amenazar, pero jamás piensan en lo que ocurriría después del uso de un arma nuclear.
Por eso, es de extrema importancia que hagan esta visita [a Hiroshima y Nagasaki], plantarse ahí, escuchar y comprender verdaderamente qué significa hacer uso de estas armas. Sus expertos no saben nada sobre las armas nucleares. Los sobrevivientes son los expertos. Saben qué aspecto tienen, lo que se siente, qué le pasa a la familia y qué efecto tiene en la ciudad. Este es el tipo de conocimiento que los líderes necesitan tener porque, de hecho, son los que tomarán tales decisiones.
¿Cree que esta pandemia ha tenido algún efecto en el discurso sobre las armas nucleares?
Hemos tenido cuidado en no presionar a las personas que están sufriendo en este momento, que están enfermas o se enfrentan al desempleo. Uno no puede ser demasiado agresivo al pedirles que piensen y den prioridad al problema de las armas nucleares.
Pero al mismo tiempo se pueden buscar otras perspectivas. Por ejemplo, sobre la seguridad en el siglo XXI: estamos enfrentando una pandemia, luchamos contra el cambio climático y las armas nucleares son inútiles para combatir estas amenazas. También podemos hacer una conexión en un sentido más amplio: sobre la manera en que recortan los recursos económicos; en los EE. UU., más de 300 000 personas han muerto [por la pandemia], mientras la sociedad no goza de una atención sanitaria [universal] ni de prestaciones por desempleo; no tienen ningún tipo de medidas para proteger realmente a las personas en tales circunstancias. Pero, por otro lado, gastan el dinero en armas nucleares.
Ahora mismo, para proteger a las personas, hay que cuidar de ellas, solidarizarse, pensar a largo plazo, pensar en atención sanitaria, en servicios sociales. Así es cómo proteges a los tuyos en la actual situación de crisis.
En este sentido, descubrí que las personas se han mostrado dispuestas a pensar en cómo nos protegemos y que el tema de las armas nucleares tiene que ver con sus vidas. Tenemos que ser creativos.
Otro aspecto que considero importante es pensar en los científicos y el papel que han desempeñado. Durante décadas, he oído a varios expertos advertir que iba a ocurrir una pandemia, y lo mismo con el cambio climático. Los científicos hablaron del peligro y estamos viendo que su predicción se está haciendo realidad. También dicen que el riesgo de la guerra nuclear está aumentando y que, llegarán a usarse las armas nucleares.
Por eso pienso que las personas también están empezando a comprender que se dará el peor de los casos si no hacemos nada para impedirlo. Tenemos que detener esto antes de que ocurra. Porque no podremos confinarnos y buscar una vacuna contra la guerra nuclear. Una vez que ocurra, ya será demasiado tarde.
Tenemos que aprender a cooperar, y puede ser que esta pandemia de lugar a un paso hacia esa colaboración y cooperación para hacer realidad la abolición de las armas nucleares y la lucha contra el cambio climático.
De acuerdo. Hemos visto que cuando ocurren grandes cosas que cambian nuestro mundo, pueden surgir también cosas nuevas y mejores. Por ejemplo, la Segunda Guerra Mundial fue extremadamente devastadora y atroz. Pero ante esa situación, las personas empezaron a crear instituciones multilaterales como la ONU, la Unión Europea, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático; y este tipo de colectivos a su vez dio inicio al cambio del orden mundial mediante los tratados. Se concretó la Convención sobre las Armas Biológicas, los Convenios de Ginebra sobre la protección de personas civiles en tiempo de guerra, [tratados sobre] armas químicas, minas, emisiones de gases, armas no nucleares. Por supuesto que no es suficiente ni perfecto, pero se podría decir que, desde la Segunda Guerra Mundial, hemos cambiado drásticamente la manera en que cooperamos en el mundo.
A la mayoría de las personas, según muestran las encuestas, no les gusta las armas nucleares y no las quieren tener cerca, pero no creen que puedan hacer algo al respecto.
Esta pandemia podría conducir a algo similar en el futuro. Quizá sea difícil verlo ahora, cuando uno se encuentra inmerso en el problema. Pero me imagino que en enero de 1946 las cosas tampoco estaban claras, no se sabía si la ONU funcionaría. Quizá en unos años veamos que las cosas han mejorado. Pero no podemos darlo por sentado. Tenemos que hacer que sea así.
¿Qué les diría a quienes se sienten impotentes para ayudar a lograr algún cambio en la cuestión de las armas nucleares?
Es crucial hablar de esto porque, según muestran las encuestas, a la mayoría de las personas no les gusta las armas nucleares y no las quieren tener cerca, pero no creen que puedan hacer algo al respecto. Esto es totalmente contrario a la verdad. Hay tanto que se puede hacer sobre este tema, y ICAN y el tratado son un ejemplo de ello. Se trata, sin duda, de una iniciativa de las personas, de gente común que empezó a hablar de una idea y a trabajar con los gobiernos. Al fin y al cabo, incluso los gobiernos están formados por individuos.
A veces, cuando hablamos de las armas nucleares, nos centramos mucho en los líderes de los estados poseedores de armas nucleares: Trump, Putin, Kim Jong-un y Macron, y podemos sentirlo como algo muy lejano a uno. Y pensar: «¿Cómo puedo hacerle cambiar de parecer a Trump?». No puedo. Así que tenemos que dirigir la mirada a lo que hay en el entorno; y eso es, sin duda, nuestros gobiernos. Pero también lo son nuestros fondos de pensiones, nuestros bancos, nuestras ciudades, nuestras universidades, nuestros sindicatos, nuestras iglesias y organizaciones religiosas. Hay muchas otras redes y grupos de personas y comunidades que influyen en dar forma al mundo. Creo que a veces miramos demasiado lejos de la meta y nos olvidamos de fijarnos en las cosas que nos rodean y sobre las cuales podemos tener influjo.
Ese es realmente un tipo de poder que tienen las coaliciones como ICAN: aunar a las pequeñas agrupaciones de manera que las personas piensen: «Quizá no pueda hacer que mi gobierno cambie de parecer, pero puedo crear un grupo en mi universidad y puedo hablar con mi banco», por ejemplo. Cuando uno junta esto con todos los grupos que trabajan en distintos escenarios, verá cómo todo encaja. Esto puede hacer que las cosas cambien y progresar ante un gran problema mundial.
Es muy importante tener en cuenta las pequeñas cosas que uno puede hacer a nivel local y nacional, y cómo encajan en el panorama global. Por ejemplo, creo que la SGI es realmente asombrosa. Cuando viajo, veo que en la mayoría de los países hay una organización de la Soka Gakkai y aparece un miembro local de la Soka Gakkai que se me acerca. Es una manera de trabajar muy buena, de mantener una perspectiva local, pero también de conectarse a nivel global.
¿Puede describir la relación entre ICAN y la SGI?
La SGI es uno de los socios internacionales que colabora con nosotros. Hemos formado un equipo sólido a través de esta campaña y ha sido un gran honor trabajar estrechamente con la SGI, por supuesto con la sede central de Tokio, pero también con las organizaciones alrededor del mundo.
Pienso que es ahí donde las comunidades religiosas pueden mostrar su verdadero potencial, en movilizar y alentar a las personas a involucrarse.
Hemos creado una sólida alianza con la SGI en torno a diversos quehaceres: la tarea por la campaña propiamente dicha, la labor en Japón, el trabajo con las comunidades religiosas; y creo que la SGI está asumiendo un papel activo en nuestra campaña.
Hemos concretado algunos proyectos maravillosos –muy diversos–; pero, en particular, hemos colaborado en encuentros regionales. Por ejemplo, hemos trabajado con la SGI en un proyecto para la región del Caribe.
Al colaborar con la SGI en la organización de una conferencia regional que reunió a diplomáticos de los países del Caribe junto con expertos, en la que hubo también exposiciones a cargo de la SGI y de ICAN, llegamos a obtener resultados increíbles.
Poco después, en cuestión de seis o siete meses, observamos que varias naciones caribeñas firmaron y ratificaron el tratado. Hoy, un año y medio después de dicha reunión, casi todas las naciones caribeñas son parte del tratado. Hay algunos que aún no lo son, pero es una de las regiones que dieron su mayor apoyo.
Sin aquella reunión, hoy no habríamos alcanzado las cincuenta [ratificaciones], porque muchas de estas cincuenta son de los estados caribeños que se sumaron tras este encuentro regional.
También hemos colaborado con los miembros de la Soka Gakkai en el mundo y con otras comunidades religiosas en el desarrollo de actividades de formación y movilización social sobre este tema. Creo que la religión y la fe han motivado a las personas a movilizarse y actuar. Se pueden aportar y mostrar datos e informes al público en general, pero las personas actúan cuando sienten las cosas, cuando perciben que son parte de algo. Pienso que es ahí donde las comunidades religiosas pueden mostrar su verdadero potencial, en movilizar y alentar a las personas a involucrarse.
El trabajo hacia la abolición total de las armas nucleares es un maratón, no una carrera. Estamos muy ansiosos por seguir trabajando con la SGI y profundizar la colaboración mutua de diversas maneras.