Redescubriendo tu camino: Dennis Gira reflexiona acerca del valor del diálogo interreligioso
Dennis Gira, ex director adjunto del Instituto de Estudios Religiosos (l’Institut de science et de théologie des religions) de la Universidad Católica de París, es un teólogo francés y especialista en estudios budistas. En esta entrevista, publicada en la edición del 11 de diciembre de 2020 del Seikyo Shimbun, el diario de la Soka Gakkai, Gira explica las razones que lo han llevado a dedicarse al estudio del budismo y del valor que posee el diálogo interreligioso, y hace algunas reflexiones sobre la versión francesa del Gosho (Los escritos de Nichiren Daishonin).
Usted es un teólogo católico y también especialista en budismo. ¿Qué importancia le concede al estudio simultáneo de dos religiones?
No se trata de un caso único. En los últimos años, muchos teólogos católicos han comenzado a estudiar seriamente el budismo. Sin duda, esto se debe en gran parte al impulso otorgado por los Padres del Concilio Vaticano II1 quienes, en el contexto de la reforma y la modernización de la Iglesia previstas por el Concilio, subrayaron la necesidad del diálogo interreligioso. Conviene señalar que los protestantes también han estado involucrados en la promoción del diálogo y en el estudio del budismo.
Cuando un creyente de una religión intenta comprender la fe de una persona que tiene creencias distintas y desea dialogar con ella, es esencial que ambos estén dispuestos a ir lo más lejos posible en su búsqueda del significado más profundo de su propia fe, así como de la fe de su interlocutor. De este modo, cada uno podrá regresar al espíritu inicial de las enseñanzas y de las experiencias de sus respectivos fundadores.
Al realizar esfuerzos continuados para familiarizarnos a través del diálogo con ‘lo más elevado’ de otras tradiciones religiosas, seremos capaces de establecer una comunicación profunda de corazón a corazón.
Para evitar cualquier confusión, debo aclarar que, aunque estudio dos religiones, el único Camino que sigo es el de Jesucristo. Obviamente espero que mis interlocutores budistas también estudien ambas tradiciones y que ellos, a su vez, sigan el Camino de Buda.
El «Camino de Cristo» y el «Camino de Buda» poseen muchas cosas en común, Quienes siguen una u otra enseñanza pueden compartir determinados valores y desarrollar muchas tareas de forma conjunta, sin estar pensando en términos de conversión de una religión a otra. Está claro que el Buen Samaritano [en la parábola bíblica], aunque considerado como un enemigo por muchos de los creyentes vinculados al Templo de Jerusalén, siguió las enseñanzas de Jesús de modo mucho más fiel que los sacerdotes y otros líderes religiosos que, como Jesús, eran judíos practicantes. Para los cristianos, el comportamiento de los no cristianos que actuaban tal y como lo hizo el samaritano, es decir, ayudando a los necesitados, estaba mucho más en consonancia con el camino indicado por Jesús a sus discípulos que el comportamiento de los cristianos que se alejaban del ejemplo mostrado por el samaritano.
El escritor francés Albert Camus afirmó que «lo honesto es juzgar una doctrina por sus expresiones más elevadas, no por sus subproductos». ¿Qué cree usted que quiso decir con esto?
Alguien que hablase del cristianismo solo en términos de cruzadas, colonización, etc., estaría hablando solo de los subproductos negativos de esta tradición, dando una interpretación limitada o incluso falsa de su verdadero significado. Sería como hablar del budismo japonés refiriéndonos solo a los monjes guerreros de tiempos pasados. La historia de estas dos tradiciones no puede, siendo honestos, reducirse a estos subproductos. Sin embargo, cuando miramos hacia los aspectos más elevados de una religión, ahí donde se encuentra su significado fundamental, descubrimos inevitablemente su verdadera dimensión espiritual, aquella que es capaz de contribuir al bienestar de los seres humanos.
Los encuentros y diálogos con personas procedentes de distintos contextos sociales cuyos sistemas de valores son muy diferentes a los nuestros, son oportunidades privilegiadas para descubrir aspectos en común.
Al realizar esfuerzos continuados para familiarizarnos a través del diálogo con «lo más elevado» de otras tradiciones religiosas, seremos capaces de establecer una comunicación profunda de corazón a corazón. Comprender los fundamentos de la fe de los demás también nos ayuda a profundizar en nuestra propia fe. En este sentido, se pone de manifiesto que, para una religión que quiere estar abierta al mundo, el espíritu y la práctica del diálogo son indispensables.
Este principio no es aplicable solo a la religión, sino que abarca todos los aspectos de la vida. Los encuentros y diálogos con personas procedentes de distintos contextos sociales cuyos sistemas de valores son muy diferentes a los nuestros, son oportunidades privilegiadas para descubrir aspectos en común. Al mismo tiempo, son una gran ocasión para volvernos más profundamente conscientes de nuestra propia especificidad, de nuestros «talentos» únicos que nunca son exactamente iguales a los de los demás, así como de nuestras fortalezas. Como resultado, a través del diálogo podemos desarrollarnos y convertirnos en mejores personas.
Usted ha contribuido a introducir el budismo Nichiren más profundamente en la sociedad francesa, comenzando con su crucial aporte como supervisor de la traducción francesa del Gosho (Los escritos de Nichiren Daishonin).
Mi estudio del budismo Nichiren y mi colaboración en la tarea de traducir el Gosho fortalecieron mi convicción de que todo esfuerzo realizado en pos de comprender la fe de los demás contribuye a que yo mismo crezca en mi propia fe. En este trabajo quise enfatizar que lo más importante para entender a Nichiren no es escuchar los rumores que circulan sobre él —lo que se dice de él— sino escuchar atentamente lo que el propio Nichiren quiso transmitir, y esto se encuentra en sus escritos.
Para ilustrar este asunto, es interesante reflexionar sobre el punto de vista de aquellos que rechazan a Nichiren, acusándolo de ser «intolerante» en base a los fuertes argumentos que esgrimía, en ocasiones incluso violentos. Sin embargo, no debemos olvidar que Nichiren vivió y enseñó durante el período del Último Día de la Ley (en japonés, mappō)2. Si no tenemos en cuenta el agudo sentido de urgencia que experimentó Nichiren derivado de aquella situación, nos resultará imposible comprender la pasión con la que quiso conducir a todos los seres a la iluminación. Al reflexionar profundamente sobre este contexto, comencé a ver que el uso del método de shakubuku [refutar las enseñanzas budistas provisionales] por parte de Nichiren, reflejaba su deseo de ejercer la mayor compasión concebible por un budista, ayudando así a las personas que vivieron durante las temidas circunstancias de mappō a lograr la iluminación, algo que en aquel momento hubiera sido imposible.
Cuando Nichiren tomó conciencia de las implicaciones que para las personas tenía el hecho de vivir en el Último Día de la Ley, partió en busca del «rey de los sutras», indagando en profundidad en los grandes centros del saber ubicados en Kioto, Nara y otros lugares. Su búsqueda lo llevó al Sutra del loto. Este sutra transmite dos verdades fundamentales: (1) la naturaleza de Buda es la naturaleza profunda inherente a todo ser viviente; (2) el Buda es eterno y ha estado conduciendo a los seres desde el «tiempo sin comienzo». Sin embargo, muchos de sus seguidores, que también vivían en el Último Día de la Ley, olvidaron por completo su identidad: la de ser hijos y herederos del Buda. Por esta razón, la parábola del hombre rico y su hijo pobre, contenida en el Sutra del loto, es tan reveladora.
La revista Le Monde des religions me pidió que escribiera un artículo para ayudar a los lectores a comprender la importancia de la exposición sobre el Sutra del loto celebrada en la sede de la UNESCO en París, en abril de 2016. Tras una larga reflexión, decidí destacar tres similitudes existentes entre este texto y la Biblia, con la intención de facilitar a los potenciales visitantes de la exposición algunas claves para comprender mejor la naturaleza y la importancia de la enseñanza del Sutra del loto.
La primera de estas similitudes es la forma en la que tanto el Sutra del loto como la Biblia revelan cosas asombrosas que habían estado ocultas hasta entonces. En el capítulo 16º del sutra, «La duración de la vida del Que Así Llega», por ejemplo, se da a conocer la verdad sobre la iluminación original del Buda y, por tanto, la verdad sobre su existencia eterna. La Biblia, por su parte, revela verdades igualmente asombrosas sobre los orígenes del mundo, la condición humana y la presencia de Dios entre los seres humanos a través de la figura de Jesucristo.
La segunda afinidad o similitud es la universalidad del Sutra del loto y de la Biblia. Esto se refleja en la expectativa de iluminación, así expresada en el Sutra, y en la de salvación, así expresada en la Biblia, en las que no se excluye a nadie. En el Sutra del loto la afirmación de esta expectativa está sustentada en la convicción de que todos los seres poseen la «naturaleza de Buda»; en la Biblia esta expectativa reside en la confianza en la fidelidad de Dios para con su creación, en la expresión de su voluntad de que todos los seres puedan salvarse y en la realización de todo ello en Cristo Resucitado.
La tercera afinidad entre ambas es el amplio uso de parábolas, tanto por el Buda en el Sutra del loto como por Jesucristo en los Evangelios. La parábola del hombre rico y su hijo pobre, contenida en el Sutra del loto, así como la parábola del hijo pródigo, contenida en el Evangelio según Lucas (Lc 15, 11-32), hablan respectivamente y con elocuencia de la compasión del Buda y de la misericordia de Dios. Estas parábolas son extraordinarias y reflejan la coherencia interna del budismo y del cristianismo. Al mismo tiempo, ambas muestran a su vez tanto las convergencias como las divergencias entre estas dos tradiciones, abriendo así un amplio espacio para el diálogo.
Teniendo en cuenta estas afinidades, es muy importante respetar las diferencias fundamentales entre estas dos parábolas, así como las tradiciones religiosas que representan, considerando también que estas diferencias pueden ponerse al servicio de desarrollar una comprensión más exacta del inefable misterio de la vida. De este modo, todos podremos movernos con mayor libertad dentro de los espacios de diálogo que se nos ofrezcan, sin miedo, con la seguridad de que todos los que participen en dicho diálogo se verán enriquecidos espiritualmente.
Al heredar y transmitir de generación en generación la amplitud de miras que se refleja en el diálogo interreligioso, las religiones pueden manifestar su verdadero valor.
Estoy de acuerdo. En toda religión universal y abierta al mundo siempre hay jóvenes y nuevas generaciones que abrazan fielmente la herencia recibida, e, inspirados por sus respectivas tradiciones, viven su espiritualidad íntegra y poderosamente.
Pude ver la retransmisión en directo de la Asamblea Mundial de Jóvenes, celebrada por la Soka Gakkai el 27 de septiembre de 2020 (¡en Francia comenzó a las 5:30 de la mañana!). Estos jóvenes lograron transmitir y compartir su sentimiento de «unión», trascendiendo los límites de la distancia física. Esto me pareció muy conmovedor. Reflexioné también con un sentido de gran esperanza en el hecho de que estos jóvenes, junto con otros como ellos de muchas religiones diferentes, encarnan el futuro de la humanidad.
Estos jóvenes expresaron, de un país a otro y a través de internet, su determinación de encender una antorcha para el mundo, afirmando que el budismo Nichiren no es otra cosa que el «budismo del Sol», capaz de «expulsar la oscuridad de todos los seres». Abundando en esta imagen, el simbolismo de la luz es también absolutamente esencial para los cristianos.
Cuando era joven —¡hace ya mucho tiempo!—, quedé impresionado por un movimiento juvenil cristiano que tenía como lema «Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad». De hecho, incluso cuando no estamos en condiciones de emprender acciones que puedan tener un impacto inmediato en el mundo, es suficiente con comenzar por cosas pequeñas. Mientras veía la Asamblea Mundial de Jóvenes en septiembre, el recuerdo de este lema regresó a mí vívidamente. Aunque la llama de una vela sea minúscula, cuando cada joven del mundo encienda una en unión con otros jóvenes, el resultado final constituirá claramente una gran luz para el mundo.
Los jóvenes que participaron en la Asamblea Mundial de Jóvenes utilizaban con frecuencia la expresión «Tengo un sueño». Martin Luther King repetía a menudo estas palabras frente a las vicisitudes que le tocó enfrentar a lo largo de su vida, especialmente durante uno de sus más importantes discursos, aquel que se convirtió en un llamamiento para todos los estadounidenses: «¡Tengo un sueño!»
Soñar, ese es el privilegio de los jóvenes. Esto significa que están dispuestos a comprometerse con entusiasmo para afrontar el desafío de cambiar el mundo, soñando que este puede ser mejor, convencidos de que el futuro estará marcado por la justicia, la solidaridad y la paz.
- *1La aspiración del Concilio Vaticano II, celebrado entre 1962 y 1965, fue la de ayudar a la Iglesia Católica a adaptarse al mundo moderno. Se hizo un llamamiento a los católicos para que estos fueran más abiertos, dirigiendo su atención hacia la importancia del diálogo con el mundo de la época así como con los creyentes de otras tradiciones religiosas.
- *2Último de los tres períodos posteriores a la muerte del Buda, cuando el budismo se ve afectado por la confusión y sus enseñanzas pierden el poder de guiar a la gente a la iluminación. Se dice que el Último Día de la Ley de Shakyamuni dura diez mil años e incluso más. En el Japón, los estudiosos coincidían en que había comenzado en 1052.