Parte 3: El kosen-rufu y la paz mundial
Capítulo 28: Los tres presidentes fundadores y el camino de maestro y discípulo [28.20]
28.20 Asumir la tercera presidencia de la Soka Gakkai
El 3 de mayo de 1960, dos años después de la muerte del señor Toda, Daisaku Ikeda asumió la tercera presidencia de la Soka Gakkai. Cinco meses más tarde, el 2 de octubre, inició el primero de sus muchos viajes al extranjero en pos del kosen-rufu mundial. En estos fragmentos escogidos, relata que en cada décimo aniversario sucesivo desde que asumió la presidencia, tuvo que superar un gran obstáculo, pero también pudo abrir notablemente el camino hacia el desarrollo de la Soka Gakkai como movimiento budista global.
Asumí la tercera presidencia de la Soka Gakkai a los 32 años, el 3 de mayo de 1960.
Ese día despejado, hablé desde el escenario del Auditorio de la Universidad Nihon y declaré con vigor juvenil a los veinte mil miembros allí reunidos: «Aunque soy joven, desde hoy asumiré el liderazgo como representante de los discípulos del presidente Toda y avanzaré con ustedes otro paso hacia la concreción sustancial del kosen-rufu»1.
Mis palabras fueron recibidas con un aplauso atronador y entusiasta.
Como discípulo del gran líder de la propagación que fue Josei Toda, juré concretar el objetivo que mi mentor me había encomendado: incrementar nuestra membrecía hasta los tres millones de familias.
Poco antes de morir, el señor Toda me había dicho: «¡Qué época magnífica vendrá cuando haya diez millones de personas practicando el budismo Nichiren! ¡No veo la hora!».
Decidí que ese sueño sería el juramento al cual consagraría mi vida entera: construir, aquí en el Japón, una sólida red ciudadana de diez millones de miembros dedicados a la paz y a la humanidad.
Nichiren Daishonin señala: «El “gran juramento” se refiere a la propagación del Sutra del loto [Nam-myoho-renge-kyo]».2
El 3 de mayo ha pasado a ser la fecha en que reafirmamos nuestro juramento de lograr el kosen-rufu. Cada 3 de mayo, los integrantes de la Soka Gakkai, unidos por los lazos de maestro y discípulo, nos comprometemos a propagar la Ley Mística, redoblando los esfuerzos por esa noble causa. Y así será, eternamente.
*
Hay un pasaje de La apertura de los ojos que adopté como determinación personal al asumir la presidencia de nuestra organización, y que, desde entonces, no se ha apartado ni un instante de mi corazón: «[Q]ue las deidades me abandonen; que todas las persecuciones se abatan sobre mí. Así y todo, daré mi vida por la Ley».3
Mi orgullo era saber que había sido forjado por mi mentor para tener un espíritu invencible, capaz de resistir todas las adversidades posibles.
El camino hacia la consecución de grandes logros nunca es llano ni sencillo.
Rendirse solo conduce a la derrota y a la desesperación; perseverar es causa de esperanza y de victoria.
Desde que asumí la presidencia de la Soka Gakkai, mi destino ha sido superar una serie interminable de cumbres inmensas y escabrosas, que se extendían hasta el horizonte visible.
La primera de ellas tuvo lugar en 1970. El 3 de mayo de ese año, diez años después de mi nombramiento, la Soka Gakkai se vio bajo el asedio de ataques muy intensos, que constituyeron el incidente de la libertad de expresión.4
La década siguiente también trajo una serie de pruebas y de tribulaciones, que se acumularon como montañas sobre montañas. El 3 de mayo de 1979 debí renunciar a la presidencia de la Soka Gakkai, en medio de la tempestad que desató el primer incidente con el clero.
El año siguiente, 1980, se produjo un ataque implacable contra mi persona y contra la organización. Un grupo de exmiembros, desprovistos de todo sentido de la gratitud, conspiraron con sacerdotes corruptos a la manera de Devadatta, el discípulo renegado del buda Shakyamuni que atacó a su maestro y atentó contra su vida.
En medio de esa batalla feroz, fui a Kansai, nuestro bastión siempre victorioso. Y el 3 de mayo de 1980, haciendo de esa región mi base de operaciones, tomé la poderosa determinación de derrotar las intrigas de estas personas inescrupulosas e interesadas, y lancé una contienda por la victoria final.
Precisamente porque la Soka Gakkai ha sufrido y superado ataques tan terribles, hemos podido crear el cimiento más sólido en todo el Japón como organización solidaria e íntegra, dedicada a los más elevados ideales.
A comienzos de la década siguiente, 1990, el año de mi trigésimo aniversario como presidente, estalló el segundo incidente con el clero. Allí se puso de manifiesto la naturaleza demoníaca de la Nichiren Shoshu, del sumo prelado Nikken Abe y de sus seguidores, como destructores del kosen-rufu.
Mientras estos sacerdotes corruptos conspiraban secretamente para destruir a la Soka Gakkai, nuestra organización abría sus puertas al mundo, de par en par, y avanzaba en unión armoniosa para expandir el gran movimiento de paz para la felicidad de todas las personas.
Mis diálogos con pensadores y líderes del mundo comenzaron a volverse más y más frecuentes a partir de esta época. En 1990, me reuní por primera vez con el presidente de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, y con el presidente de Sudáfrica, Nelson Mandela.
Como acabo de mencionar, desde que asumí la presidencia de nuestra organización, cada diez años se han producido hechos portentosos.
Pero, en cada oportunidad, la Soka Gakkai ha mantenido su crecimiento hasta convertirse en un movimiento budista global, en una inigualable organización dedicada a la cultura y en una comunidad de creyentes sin parangón, que practican genuinamente las enseñanzas del Daishonin. Y porque escaló cada montaña temible que se alzó en su camino y logró una victoria tras otra, la Soka Gakkai se ha convertido en una campeona sin igual.
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El 3 de mayo de 1960, cuando me disponía a salir del Auditorio de la Universidad Nihon, luego de la recepción que siguió a mi nombramiento, alguien gritó: «¡Es hora de celebrar!». En ese momento, los jóvenes lanzaron un rugido y corrieron hacia mí. Sin darme tiempo a reaccionar, me levantaron del suelo y me arrojaron al aire, con exclamaciones de alegría. Jamás, mientras viva, olvidaré ese torbellino de júbilo, esa fuerza incontenible, esa energía impetuosa…
Para mí es imposible promover el kosen-rufu sin camaradas que luchen a mi lado. Lo importante no soy yo; son los miembros.
Cada tanto, el señor Toda nos decía: «Si todos apoyan al tercer presidente, sé que el kosen-rufu se logrará sin falta». Y todo resultó tal como él dijo.
Fiel a la convicción de mi maestro, la Soka Gakkai ha logrado propagar en todo el mundo el movimiento por el kosen-rufu, precisamente porque nuestros infatigables miembros y yo, el tercer presidente, hemos luchado juntos basados en la unión de «distintas personas con un mismo propósito».
De la serie de ensayos «Resplandor del siglo de la humanidad», publicada en japonés en el Seikyo Shimbun el 2 de mayo de 2004.
Sabiduría para ser feliz y crear la paz es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.
- *1Logro sustancial del kosen-rufu: Término que denota la propagación en el ámbito de la sociedad de la enseñanza de Nam-myoho-renge-kyo, expuesta por Nichiren Daishonin. En otras palabras, significa establecer la felicidad, la paz y la seguridad en el mundo real, basadas en la Ley Mística, mediante la misión personal de cada individuo como Bodisatva de la Tierra.
- *2Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente, pág. 82.
- *3La apertura de los ojos, en Los escritos de Nichiren Daishonin (END), págs. 296-297.
- *4Incidente de la libertad de expresión: Nombre con que se conoce una controversia surgida en 1970, cuando la Soka Gakkai se defendió de acusaciones difamatorias. Para conocer más detalles, véase el capítulo «Vientos feroces», de La nueva revolución humana, vol. 14.