Parte 3: El kosen-rufu y la paz mundial
Capítulo 31: Una gran ruta hacia la paz mundial [31.30]

El presidente Ikeda ha dicho en varias oportunidades que el siglo XXI sería la «centuria de África». En los párrafos siguientes, esboza esta gran visión y los cambios que ello implicará en la mentalidad de la humanidad.

En octubre de 1960, me encontraba en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, escuchando reuniones de comisiones y de la Asamblea General desde la galería de visitantes. En 1960, designado por el organismo como el «Año de África», diecisiete naciones de este continente habían declarado su independencia en rápida sucesión. Hubo algo que me llamó la atención: los rostros entusiastas de los nuevos representantes de estos países carecían de los gestos arrogantes o calculadores de los funcionarios de otras naciones más antiguas y poderosas. «¡Es tiempo de construir nuestros países!», parecían decir sus ojos, reflejando la alegría de haber roto las cadenas de una larga opresión.

Yo acababa de ser nombrado tercer presidente de la Soka Gakkai, y había iniciado mi largo periplo para promover un nuevo amanecer de los derechos humanos. Expresé mis profundos sentimientos declarando que el siglo XXI sería la «centuria de África», y que el mundo debía apoyar el crecimiento de esos jóvenes retoños de libertad y de independencia en África.

Con esa expresión me refería a una época en que las personas que más habían sufrido llegaran a ser las más felices; una época en que los pueblos que habían padecido la peor indignidad y humillación pudieran marchar erguidos, con la cabeza bien alta y mirando hacia el sol.

Habrá nuevos actores protagonistas en la saga de la historia humana. Los más oprimidos por el mundo serán los que conduzcan el mundo hacia el mañana. Los que han experimentado los extremos de la crueldad humana tienen la misión histórica de transformar la humanidad.

La centuria de África también será un siglo de la vida, donde todos los seres de este planeta puedan convivir en paz y en armonía. Es hora de que el mundo aprenda de la energía, la fortaleza y la sabiduría de África, un continente que, a pesar de haber sufrido expolios y saqueos despiadados, jamás perdió el alegre latido de la vida.

No estoy hablando aquí de adoptar la actitud condescendiente con la cual se arenga a «ayudar a los países subdesarrollados». Así razona la mentalidad colonialista, que pretende «llevarles la civilización a los pueblos indígenas». Lejos de ello, debemos tener la postura de vivir juntos como miembros de una misma familia humana.

Mientras los pueblos africanos sigan afrontando enormes dificultades, es natural que nosotros, como congéneres y ciudadanos globales, tengamos que compartir su lucha.

De la serie de ensayos «Recuerdos de mis encuentros con destacadas personalidades del mundo – Parte 2», publicado en japonés en el Seikyo Shimbun el 6 de abril de 1997.