Volumen 30: Capítulo 1, Gran montaña 21–30
Gran montaña 21
Shin’ichi guio personalmente a los miembros de la comisión hasta el lugar.
A poca distancia del Cerezo Zhou había dos árboles jóvenes y frente a ellos había tierra fresca amontonada lista para la ceremonia. Los cerezos medían casi cuatro metros y sus ramas estaban cubiertas de pétalos de color rosa claro. El de la izquierda era el Cerezo Zhou Enlai y el de la derecha, el Cerezo Deng Yingchao.
El acto se llevó a cabo bajo la atenta mirada de la delegación juvenil y de un grupo de estudiantes de la Universidad Soka. Shin’ichi y el líder de la delegación, Gao Zhanxiang, tomaron las palas y colocaron tierra sobre la base de los árboles. Al término, se escucharon los aplausos de los jóvenes.
«¡Tomémonos una fotografía juntos!» propuso Shin’ichi y todos posaron frente a los cerezos.
Visiblemente conmovido, Gao empezó a hablar. Un joven intérprete tradujo sus palabras al japonés: «Presidente Yamamoto, el Cerezo Zhou y estos dos árboles dedicados a él y a su esposa me transmiten la sincera preocupación con que usted vino pensando y esforzándose para unir a nuestros pueblos con lazos de paz y amistad. Me siento en verdad emocionado. Quisiera expresar mi agradecimiento con unos versos que acabo de improvisar».
Y con una voz sonora, comenzó a recitar en chino:
En mi visita al vecino país del Este
cuando los cerezos se adornan de flores
fui acogido con estima y cariño.
Contemplé las flores
y agradecí a quienes los plantaron,
así como recuerdo a quien hizo el aljibe
cuando bebo sus aguas.
Era una voz potente que hacía vibrar las fibras más íntimas del corazón. Shin’ichi se sintió profundamente conmovido ante esta muestra de gratitud.
La amistad nace del aprecio mutuo.
Tras su retorno a la China, Gao compuso otro poema que describía la alegría de su visita al Japón:
El vaivén entre dos vecinos cercanos
solo separados por una estrecha franja de agua
perdura sin extinguirse jamás,
así como las flores de su amistad
mantienen la exuberancia de una eterna primavera.
Asimismo, Gao inició sus estudios del idioma japonés junto con su hijo; estaba seguro de que el intercambio amistoso entre los pueblos de la China y el Japón perduraría.
El primer ministro Zhou Enlai estaba decidido a crear relaciones de amistad que se extendieran a las generaciones futuras.
Cuando la posta se transmite de generación a generación, la amistad se vuelve genuina e indestructible.
Gran montaña 22
Shin’ichi era siete años mayor que Gao Zhanxiang. Pero más allá de la edad, sentía un gran respeto y admiración por él. La amistad que entablaron en Japón siguió manteniéndose a través del tiempo.
En otoño de 1992, cuando se celebraba el vigésimo aniversario de la normalización de los vínculos diplomáticos entre la China y el Japón, Shin’ichi visitó por octava vez el país vecino. En esa ocasión, el Ministerio de Cultura de la China le otorgó un premio por su contribución al intercambio cultural, el primero en su género.
Durante la ceremonia, fue Gao Zhanxiang, en aquel entonces viceministro de Cultura, quien le entregó el reconocimiento. Además, Gao, que era versado en poesía, caligrafía y fotografía, obsequió a Shin’ichi una escritura china que decía: «Vecinos cercanos separados por una estrecha franja de agua; cuanto más lejana es la fuente, más larga es la corriente».
Gao Zhanxiang quien ocupó después otros cargos importantes como miembro de la Conferencia Política Consultiva del Pueblo Chino, director de la Asociación de Fotografía Artística de la China, secretario de la Federación China de Círculos Literarios y Artísticos, y presidente de la Asociación de Promoción de la Cultura China, siguió dedicándose de lleno a fomentar y desarrollar las actividades culturales de su país.
Escribió también varios libros como Wenhua li (El poder de la cultura) y Shehui wenhua lun (Teoría social y cultural).
Gao continuó intercambiando opiniones con Shin’ichi sobre el poder de la cultura. Su diálogo fue presentado en forma de serie durante un año, desde el 2010, en la revista Ushio, afiliada a la Soka Gakkai, con el título Chikyu wo Musubu Bunkaryoku (El poder unificador de la cultura). Las entregas fueron compiladas en un libro en 2012. Sus conversaciones giraron en torno al poder de la cultura como fuerza que impulsa la paz uniendo a la humanidad, y abarcaron diferentes temas, incluyendo la historia de los intercambios entre la China y el Japón, las artes, la cultura, la religión, etc.
Ahora que Shin’ichi había decidido ceder la presidencia de la Soka Gakkai, toda su atención estaba dirigida al mundo. Se sentía, en verdad, afligido por las guerras y los conflictos que azotaban Asia y las diferentes regiones del mundo. Estaba convencido de que, como practicante budista y como ser humano, debía hacer algo para abrir los caminos de la paz y la unión del género humano. Consideraba que este era el reto primordial que deberían asumir los líderes y pensadores de todo el orbe concertando esfuerzos para su concreción.
Como una gran montaña, firme e imperturbable, Shin’ichi vislumbraba el cielo del porvenir. Los disturbios y las revueltas que había a su alrededor eran apenas ruidos pequeños como el crujir de las ramas cuando sopla el viento.
Gran montaña 23
El 9 de abril fue un día hermoso y despejado. Desde el mediodía se celebró la novena ceremonia de ingreso de la Universidad Soka. En el acto, Shin’ichi dirigió palabras de congratulaciones a los nuevos estudiantes y les deseó un futuro brillante. Les habló sobre la importancia del aprendizaje en la vida y los alentó a mantener siempre el humilde afán de aprender y a dar lo mejor de sí mismos en los cuatro años de estudios universitarios.
En su discurso citó la siguiente frase del filósofo y sociólogo alemán Georg Simmel (1858-1918): «Para las personas honorables, su preocupación es la altura absoluta de su valía humana; para los vanidosos, en cambio, es la magnitud relativa de lo que valen».1
Cada individuo es un ser único y de valor absoluto, digno del mayor respeto y poseedor de una misión singular. Sentimos genuina alegría y placer de vivir cuando somos conscientes de ello y nos dedicamos a cumplir la misión que nos corresponde. Por eso, Shin’ichi enfatizó a los estudiantes que el verdadero éxito en la vida no tenía que ver con el estatus o la posición social. «Quienes definen lo que valen sus vidas no son los demás. Son ustedes mismos. No tienen por qué compararse con otros y fluctuar ateniéndose a aspectos que solo tienen un valor relativo. Tampoco tienen por qué correr en pos del reconocimiento ajeno o acomodarse a las últimas usanzas en boga. Porque, al final de cuentas, todo es momentáneo y fugaz como la espuma en la cresta de las olas».
Por último, Shin’ichi les pidió que no fuesen pasivos ni dependientes y se mantuvieran en el camino de sus convicciones.
Después del acto, Shin’ichi asistió a una recepción para invitados. Luego, a las siete de la tarde, fue al vestíbulo del edificio principal del campus. Allí, recibió a cuatro estudiantes de la China que comenzarían a estudiar en el Instituto de Idioma Japonés.
«¡Bienvenidos a la Universidad Soka! ―saludó Shin’ichi― Como fundador, les ofrezco mi más cordial acogida. Les agradezco mucho que hayan elegido nuestra casa de estudios superiores».
La Universidad Soka había recibido por primera vez a seis estudiantes provenientes de la China en abril de 1975. Fueron los primeros jóvenes becarios que venían a Japón después de haberse restablecido los lazos diplomáticos entre los dos países.
Hoy, Shin’ichi tenía frente a él al tercer grupo de estudiantes. Para ese entonces, aquellos que habían sido parte del primer grupo ya estaban desempeñando importantes papeles en la promoción de la amistad entre la China y el Japón.
Gran montaña 24
«¿Qué les parece si nos tomamos una fotografía como recuerdo?», propuso Shin’ichi a los estudiantes recién llegados de la China.
Se posó para la foto junto con ellos y el personal de la embajada que los acompañaba. Luego, saludó a cada uno con un apretón de manos. Y mientras caminaban hacia la salida, les manifestó: «Desde ahora, este será su alma mater. Ante cualquier necesidad o inquietud, no duden en consultar con los docentes y sus compañeros de clase.
»Aquellos que estuvieron en los primeros dos grupos de becarios estudiaron con verdadera dedicación, asimilaron muchas cosas y ya han comenzado su carrera como profesional. Deseo que se esfuercen de la misma manera.
»Ustedes llevan en sus hombros el futuro de la China y el Japón. Cuanto más estudien, mayor será la comprensión que muestren sus compatriotas hacia el Japón. Y mientras más amigos tengan aquí, más ciudadanos japoneses podrán ampliar sus conocimientos sobre la China. Trabajemos juntos entonces para construir y proteger un puente dorado de la paz que una a nuestros pueblos».
Con brillos en los ojos y haciendo ademanes de asentimiento, los jóvenes seguían atentamente a Shin’ichi.
Cuando salieron del edificio y llegaron al patio donde se encontraban dos estatuas de bronce, varios estudiantes se acercaron a ellos.
Shin’ichi los presentó: «Ellos son los integrantes del tercer grupo de becarios de la China que estudiarán con ustedes. ¿Qué les parece si les dan la bienvenida cantando la “Canción de los Estudiantes de la Universidad Soka”?».
Respondiendo a la sugerencia de Shin’ichi, los jóvenes inmediatamente formaron filas y comenzaron a cantar tomados de los hombros. También invitaron a los becarios a unirse a ellos. Su enérgico canto resonó en la noche de primavera: «Sobre las colinas escarlatas cubiertas de azaleas en flor…».
Shin’ichi y el presidente de la Universidad Soka palmotearon con entusiasmo al son de la melodía. Los jóvenes se mecían siguiendo el ritmo, y sus voces parecían elevarse al unísono hacia el firmamento.
Shin’ichi pensó en el porvenir de las relaciones de amistad entre los pueblos de China y Japón. Esta escena representaba un faro de esperanza que ilumina el camino hacia la paz. El intercambio amistoso entre estos jóvenes simbolizaba el mundo pacífico del mañana.
Sintió que ese primer día en la Universidad Soka dejaría una profunda impronta en el corazón de los estudiantes de la China.
Gran montaña 25
El 8 de abril ―un día antes de que Shin’ichi Yamamoto y los estudiantes de la China se encontraran y compartieran aquel cálido intercambio en la Universidad Soka― había llegado también al país la señora Deng Yingchao, viuda del primer ministro chino Zhou Enlai y vicepresidenta del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional de China. Ella estaba al frente de la delegación de dicha Asamblea, que se encontraba en el país por invitación de los presidentes de la Cámara de Representantes y la Cámara de Consejeros de la Dieta de Japón.
El día 9, Deng Yingchao, de setenta y cinco años, debía cumplir con una apretada agenda de actividades oficiales. Estas incluían reuniones con los presidentes de ambas cámaras, con el primer ministro Masayoshi Ohira y con el emperador de la nación japonesa.
Shin’ichi se reunió con Deng Yingchao el 12 de abril, a las tres y media de la tarde, en la Residencia Oficial para Huéspedes de Estado, situada en Moto-Akasaka, Tokio. Habían transcurrido siete meses desde el último encuentro. En setiembre del año anterior (1978), durante su cuarta visita a la China, Shin’ichi había conversado con ella detenidamente en dos ocasiones. En dicha oportunidad, cuando le preguntó sobre si tenía planes para visitar Japón, ella le había respondido que le gustaría ir en la época en que florecen los cerezos, que su esposo tanto apreciaba.
Desafortunadamente, cuando se realizó el anhelado viaje, los pétalos de los cerezos ya habían terminado de caer en Tokio. Con el deseo de que pudiese gozar de alguna manera las flores que tanto esperaba ver, Shin’ichi envió a la residencia oficial un arreglo floral con cerezos de múltiples pétalos que había hecho traer desde la región de Tohoku, situada al norte del país. Deng Yingchao se mostró muy feliz al verlo.
El hermoso arreglo fue colocado en Asahi-no-ma (la sala del sol matinal) donde se celebró la reunión.
Allí Shin’ichi vio varios rostros familiares. Estaban los integrantes de la delegación que lo habían recibido en su último viaje a la China. Entre ellos: Lin Liyun, miembro del Comité Permanente, quien ofició de intérprete durante el encuentro de Shin’ichi con el primer ministro Zhou Enlai (en diciembre de 1974), y Zhao Puchu, vicepresidente de la Asociación Budista China.
Deng Yingchao dijo con voz jovial: «Muchas gracias por la gentileza de venir a visitarme, cuando, en realidad, debería haber ido yo a saludarlo».
Los sentimientos que se expresan en palabras y actitudes acortan las distancias que hay en los corazones de la gente.
Shin’ichi, agradecido por su consideración, le respondió afectuosamente: «¡Qué alegría me da! ¡Se la ve muy bien! Le agradezco que nos haya visitado a pesar del largo viaje hasta aquí. Estoy muy feliz de poder darle la bienvenida. Su visita dejará una impronta fragante en las páginas de la historia de nuestros países, como las flores de cerezo que perfuman la primavera».
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Para su entrevista con Deng Yingchao, Shin’ichi había preparado un álbum con las fotografías del Cerezo Zhou Enlai, símbolo del anhelo del ex Primer Ministro de ver unidos a la China y el Japón con lazos de una amistad duradera; con las fotos de los Cerezos Zhou Enlai y Deng Yingchao, recién plantados junto con los integrantes de la Federación Nacional de Jóvenes de la China; y las de los estudiantes becarios que acababan de llegar a la Universidad Soka.
Shin’ichi le mostró cada página del álbum y le comentó que los becarios se estaban esforzando en sus estudios. Al ver las fotos, Deng Yingchao mostró una brillante sonrisa y manifestó: «Me hubiera gustado mucho visitar la Universidad Soka, pero lamentablemente no hemos podido disponer de tiempo».
Después, empezó a rememorar los encuentros que había tenido con Shin’ichi durante su último viaje a la China.
En aquella ocasión, Shin’ichi le había propuesto hacer en Japón una exposición sobre los valores espirituales que guiaron a Zhou Enlai y su obra, como medio para promover una amistad que perdure por generaciones entre los pueblos de las dos naciones.
En la Residencia Oficial para Huéspedes de Estado, conversaron sobre dicha exposición, sobre las impresiones de Deng Yingchao respecto al país, acerca del encuentro con el Emperador y los avances de la China con la implementación de los planes formulados por Zhou Enlai, conocidos como las «Cuatro modernizaciones». Mientras disfrutaban de un ameno intercambio de ideas en torno a diferentes temas, el tiempo pasó volando.
Finalmente, Deng Yingchao lo invitó a volver a visitar la China. Él le respondió con una sonrisa que así lo haría, que esperaba encontrarse nuevamente con ella muy pronto. De esta manera, en medio de un ambiente cordial y distendido, terminó la reunión que duró alrededor de cuarenta minutos.
Todos se levantaron y se dirigieron a la salida. Shin’ichi sintió que debía transmitirle a Deng Yingchao lo que tenía guardado en su corazón: «A decir verdad, ―dijo― pienso dejar la presidencia de la Soka Gakkai».
Ella se detuvo y mirándolo fijamente le respondió: «Presidente Yamamoto, no debe hacerlo. Aun es joven. Y, sobre todo, usted tiene el apoyo de la gente. En esas condiciones, de ninguna manera debe renunciar».
Sus ojos eran serios. Era la mirada de una líder que había dedicado su vida entera, junto con su esposo Zhou Enlai, a construir la República Popular China; la mirada de una madre que ama a su pueblo.
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Como si quisiera enfatizarle, Deng Yingchao dijo: «¡No debe retroceder un solo paso!».
Dicho esto, volvió a sonreír.
Eran palabras que tenían un gran peso; provenían de alguien que había luchado incesantemente durante décadas, en medio de grandes riesgos y con enemigos que acosaban por todos los flancos… Desde luego, la decisión de renunciar al cargo o no estaba en Shin’ichi, pero aquellas palabras nacidas de un sincero afán de brindar aliento habían tocado las fibras más íntimas de su ser y se sentía profundamente agradecido.
Él decidió que respondería a su muestra de consideración y seguiría trabajando a lo largo de su vida, sea cual fuere su posición y circunstancia, para trazar vínculos de amistad duradera entre la China y el Japón, tal como le había prometido al primer ministro Zhou.
Para cumplir con este compromiso con Deng Yingchao y su determinación de promover las relaciones amistosas entre los dos países, Shin’ichi realizó su quinto viaje a la China al año siguiente, en abril de 1980.
En esa oportunidad, Deng Yingchao invitó a Shin’ichi y a su esposa Mineko a su residencia, el pabellón Xihuanting situado en Zhongnanhai, Pekín. Era la vivienda en la que ella había compartido muchos años de vida con Zhou Enlai.
Shin’ichi y su esposa, y los demás miembros de la delegación fueron guiados a la sala donde el primer ministro Zhou solía recibir a los invitados del exterior antes de que fuera construido el Gran Salón del Pueblo. Deng Yingchao también les mostró el jardín de la casa. Había un manzano silvestre lleno de capullos de color rosado, y las lilas en flor perfumaban el sitio. Ese día, mantuvieron una grata conversación mientras paseaban por el jardín.
Shin’ichi volvió a visitar China en junio de 1984. En dicha ocasión, Deng Yingchao lo recibió en el Gran Salón del Pueblo en calidad de presidenta de la Conferencia Política Consultiva del Pueblo Chino (CPPCC, por sus siglas en inglés). En sus saludos, ella manifestó su deseo de crear mayores oportunidades de intercambio para los jóvenes de ambos países.
Cinco años después, el 4 de junio de 1989, en la China ocurrió el incidente de la Plaza de Tiananmén. Tras este suceso, muchas naciones de occidente suspendieron sus reuniones oficiales con los líderes chinos, y Japón congeló el préstamo financiero a este país. Estas acciones dejaron a la China aislada de la comunidad internacional.
Shin’ichi pensó: «Al final de cuentas, quien está sufriendo más las consecuencias es el pueblo de la China. Este es el momento en que debo dar todo de mí para abrir puertas de manera que nuestros pueblos puedan comunicarse, y ayudar a los amigos del vecino país. ¿Acaso no se trata de esto la lealtad humana y la amistad?».
El diálogo es posible solo cuando hay puertas abiertas.
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De acuerdo con los planes iniciales, Shin’ichi tenía previsto ir a la China en setiembre de 1989, fecha en que tendría lugar la celebración del cuadragésimo aniversario de fundación de la República Popular China. Sin embargo, diversas circunstancias hicieron que deba posponer la visita. Shin’ichi envió entonces un mensaje a Deng Yingchao para transmitirle que estaba firmemente decidido a concretar el viaje la próxima primavera. Asimismo, le hizo llegar un retrato enmarcado de ella y su esposo, de tamaño real.
La férrea determinación de Shin’ichi era evitar que la China quedara aislada de la comunidad internacional.
Luego, en mayo de 1990, la séptima delegación de la Soka Gakkai y otro grupo adicional de miembros ―un total de doscientos ochenta y un integrantes de la Soka Gakkai de Japón― viajaron a la China. Este fue un incentivo para que otros grupos de la sociedad japonesa, que estaban inseguros de continuar sus relaciones con este país, se animaran a reanudar sus intercambios.
En dicha ocasión, Shin’ichi y Mineko visitaron nuevamente a Deng Yingchao en su residencia de Zhongnanhai.
Cuando llegaron, los estaba esperando en la entrada de su domicilio. Ella, de ochenta y seis años, había salido del hospital donde estaba internada para recibirlos en su hogar. A pesar de tener dificultad para caminar y una frágil salud, su mente seguía siendo tan lúcida como siempre. Al verla, Shin’ichi corrió hacia ella y le tomó de la mano.
Le dijo: «Por favor, cuide mucho su salud. Usted es la madre del pueblo. Si la madre está bien, los hijos también lo estarán». Era más que un pedido, una plegaria.
Deng Yingchao obsequió a Shin’ichi un abrecartas de marfil que había pertenecido a su esposo y un portalápiz de jade que ella había utilizado a lo largo de los años, expresándole su fuerte deseo de que él los conservase. Ambos objetos tenían el valor equivalente a tesoros nacionales. Es posible que Deng Yingchao sintiera que su vida se acercaba al fin. Al percibir ese sentir, un dolor embargó a Shin’ichi. Él los aceptó como símbolo de la eterna lucha por establecer la paz y la amistad.
Este fue su último encuentro. Deng Yingchao falleció dos años más tarde, en julio de 1992, a los ochenta y ocho años. No obstante, los lazos de amistad y confianza que entablaron ella y el primer ministro Zhou permanecen hoy como puentes que unen a la China y el Japón.
El corazón no se ve. Pero cuando están unidos con estrechos lazos, dan lugar a una verdadera amistad.
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Al día siguiente de su encuentro con Deng Yingchao en la Residencia Oficial para Huéspedes de Estado, el 13 de abril (1979) por la tarde, Shin’ichi se reunió en Shinjuku con Konosuke Matsushita, fundador de la Compañía Eléctrica Industrial Matsushita, Ltda. [más tarde corporación Panasonic].
Shin’ichi sintió que debía informarle también a Matsushita, con quien había cultivado una gran amistad, sobre su intención de dimitir como presidente de la Soka Gakkai.
«Discurriendo en el futuro y la siguiente generación, estoy pensando renunciar a mi cargo y continuar desde una posición diferente mi empresa».
Matsushita no preguntó sobre los detalles, solo sonrió y respondió: «Ya veo. Entonces, va a dejar la presidencia. Creo que la forma más admirable de vivir es aquella en la que uno puede sentirse orgulloso y satisfecho consigo mismo».
Era una profunda observación. Las posiciones sociales u organizativas, así como la opinión y el reconocimiento de las demás personas son irrelevantes. Vivir una vida honesta, fiel a las propias convicciones, es el camino para lograr la victoria como ser humano.
Esa misma noche, Shin’ichi se dirigió a la ciudad de Yokohama, prefectura de Kanagawa, donde se había terminado de construir el Centro Cultural de Kanagawa. Llegó pasadas las ocho. A la mañana siguiente, 14 de abril, participaría en las ceremonias de gongyo que conmemoraban su apertura.
El Centro Cultural de Kanagawa era un edificio con diez pisos y dos subsuelos. Su exterior de ladrillo rojo le daba un aspecto solariego y exótico.
Fue allí en Kanagawa donde su maestro Josei Toda hizo un llamado a la abolición de las armas nucleares el 8 de setiembre de 1957 durante el Festival Deportivo Juvenil realizado en el estadio Mitsuzawa. En tal sentido, podemos decir que Kanagawa es el lugar donde la Soka Gakkai inició su movimiento por la paz.
Frente al Centro estaba el Parque Yamashita y, más allá, el puerto de Yokohama. En la oscuridad de la noche, las luces de los barcos se balanceaban en las aguas y, a lo lejos, una hilera de faroles refulgían como joyas. Shin’ichi pensó que era el sitio perfecto para culminar las Siete Campanadas y anunciar la partida de la Soka Gakkai hacia una nueva travesía por la paz y la cultura.
Cuando escuchó la sirena del navío que resonaba bajo el cielo estrellado, Shin’ichi sintió como si esa fuera la señal del comienzo de un nuevo día.
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El 14 de abril, se realizaron dos ceremonias de gongyo, a la mañana y a la tarde, para celebrar la apertura del Centro Cultural de Kanagawa. Los miembros que asistieron rebosaban de alegría y entusiasmo.
Shin’ichi participó en ambas y manifestó su profundo agradecimiento por los esfuerzos de todos. En una de ellas, dirigió palabras de aliento haciendo alusión a la primera reunión de diálogo de la ciudad de Yokohama a la que él asistió: «Pienso que fue hace treinta años, cuando tenía veintiuno… Participé en el encuentro que se llevó a cabo en la casa de un responsable, cerca de la estación Kokudo de la línea Tsurumi. Había cinco invitados, y la sala estaba repleta de miembros―hombres y mujeres, jóvenes y mayores—.
»Como es característico de un joven, conté enérgicamente mi experiencia en la fe y, citando las orientaciones de mi maestro Josei Toda, transmití con énfasis la grandeza del budismo Nichiren. Recuerdo que, ese mismo día, los cinco invitados nos expresaron su decisión de ingresar en la Soka Gakkai».
La fuerza que impulsa la propagación no es tanto la rica experiencia de vida, sino la certeza en el poder del Gohonzon y el fuerte deseo de que los demás sean felices. Aunque uno sea joven, las palabras llenas de convicción y la sincera preocupación hacen eco en las personas.
«Aquí, Kanagawa, es además el lugar donde volqué todas mis energías en las actividades de propagación y en las reuniones de diálogo, y me esforcé al máximo disertando en las sesiones de estudio de los escritos de Nichiren Daishonin por distrito y brindando orientaciones personales a los miembros. Todo es ahora un recuerdo grato y significativo de mi época juvenil. Siempre están en lo profundo de mi corazón los preciados e inolvidables compañeros que lucharon junto a mí en esas jornadas».
Shin’ichi tenía presente que, al ser anunciado su retiro de la presidencia, los miembros se sentirían desconcertados. Era vital que su práctica no se dejara perturbar ante cualquier circunstancia. Por eso, era importante que ellos pudieran establecer sin falta una fe inamovible.
Y prosiguió: «En el futuro, la Soka Gakkai se verá ante diferentes puntos de inflexión y deberá enfrentar y superar situaciones críticas. Pero, el espíritu primordial al que debemos retornar cada vez es lo que el presidente Makiguchi denominó el «espíritu de levantarse solo», la postura esencial del kosen-rufu».
- *1SIMMEL, Georg: The View of Life: Four Metaphysical Essays with Journal Aphorism (Intuición de la vida: Cuatro capítulos de metafísica y aforismos cotidianos), Chicago: Editorial de la Universidad de Chicago, 2010, pág. 181.