Volumen 30: Capítulo 1, Gran montaña 61–68
Gran montaña 61
El año anterior —3 de julio de 1978— Shin’ichi había compuesto la canción «¡Amigo mío, levántate!» dedicada a sus jóvenes sucesores de la División Juvenil Masculina.
Viviendo con todo tu ser la gran aventura del kosen-rufu
haz que se escuche por doquier el tañido de las Siete Campanadas.
Y avizorando una gloriosa centuria de victorias,
ya entre flores, ya entre nevascas, amigo mío, ¡levántate!
Tal como describe esta letra, las Siete Campanadas habían repicado, y ahora la Soka Gakkai estaba en los albores de una nueva travesía con miras a una centuria de victorias.
El 3 de mayo de 1979, bajo un cielo diáfano, se realizó en el gimnasio de la Universidad Soka en Hachioji, Tokio, la cuadragésima reunión general de la sede central de la Soka Gakkai, para conmemorar la culminación de las Siete Campanadas. Aunque todos los participantes sabían que ese encuentro marcaba una renovada partida, nadie podía ocultar una vaga sensación de desaliento. Tampoco su preocupación por el futuro de la organización.
La reunión estaba programada para las dos de la tarde. Asistirían a ella, el sumo prelado Nittatsu y un gran número de sacerdotes de la Nichiren Shoshu. Desde poco antes de la una y media, Shin’ichi los esperaba frente al edificio principal del campus junto con el presidente Kiyoshi Jujo y otros responsables. Finalmente, llegaron al lugar un microbús y varios automóviles.
Shin’ichi, formalmente vestido de chaqué, se inclinó con respeto y les dio la bienvenida mientras los sacerdotes bajaban de los vehículos. Sin embargo, muchos pasaron de largo con aire soberbio e indiferente, sin corresponder al saludo. Incluso había quienes les lanzaban miradas altaneras y otros que sonreían con desdén.
Por la mente de Shin’ichi iban y venían los rostros afligidos de los miembros maltratados por los sacerdotes. Si su renuncia podía poner fin a esta situación, tal como había prometido el clero, se sentiría más que satisfecho.
¿A quiénes debía proteger? A los sinceros y dedicados miembros de la Soka Gakkai, a sus preciados compañeros de fe, a los nobles practicantes del budismo Nichiren. Shin’ichi estaba resuelto a ser un escudo para ellos y a dar su vida para protegerlos, si fuese necesario.
En un corazón firme e inamovible se eleva con fuerza el sol de la valentía.
Gran montaña 62
La reunión general de ese día carecía del entusiasmo y la alegría que desbordan siempre los encuentros de la Soka Gakkai. En total contraste con el cielo diáfano, los corazones de los miembros estaban encapotados.
Los responsables a cargo del encuentro actuaban con extremada cautela para no enfadar o irritar a los sacerdotes.
Antes de comenzar, un líder de la División de Jóvenes dio instrucciones para que el público se abstuviera de dirigir la palabra a Shin’ichi o de recibirlo con vítores y aplausos cuando entrara al gimnasio o le tocara hablar.
Al enterarse de esto, Shin’ichi se sintió dolido; le entristecía comprobar la facilidad con que los líderes se dejaban intimidar por la autoridad.
Cuando Shin’ichi apareció en el escenario, todos contuvieron su deseo de aplaudir y tan solo atinaron a fijar su mirada en él.
Después de las palabras de apertura, hubo un discurso alusivo a la conclusión de las Siete Campanadas y la visión sobre el futuro de la Soka Gakkai. Luego, un representante de la División de Jóvenes y otro del Departamento de Estudio manifestaron sus decisiones.
Cada orador evitó mencionar los esfuerzos de Shin’ichi y los logros obtenidos durante su ejercicio como tercer presidente.
Una responsable de la División Femenina recordó posteriormente lo acontecido aquel día con profunda indignación: «El señor Yamamoto ha venido trabajando incansablemente por nosotros durante diecinueve años. ¿Por qué nadie tuvo el coraje de decir que el notable desarrollo actual de nuestro movimiento por el kosen-rufu se lo debemos a él?».
Seguidamente, Shin’ichi pronunció unas palabras como presidente honorario. Cuando se dirigió al micrófono, se escucharon algunos aplausos vacilantes.
Visto desde el público, los asientos de la derecha estaban ocupados principalmente por los sacerdotes. La atmósfera era agobiante, como si la reunión se estuviera llevando a cabo bajo la supervisión del clero. Pero la mirada de los miembros era seria y sincera. Shin’ichi estaba plenamente consciente del sentir de estos compañeros que trataban de contenerse.
Shin’ichi miró al público, sonrió e hizo una reverencia. «¡No se preocupen! ¡Tenemos adelante un gran futuro!», dijo para sus adentros.
Era el mismo Shin’ichi de siempre.
«El rey león no teme a las demás bestias, ni tampoco lo hacen sus cachorros1», escribe el Daishonin. Shin’ichi quería que cada miembro, en este momento crucial, hiciera surgir la fortaleza y la valentía de un león.
Gran montaña 63
La voz serena y firme de Shin’ichi resonó en el gimnasio: «Empecé a practicar el budismo Nichiren cuando tenía diecinueve años. Durante casi tres décadas transcurridas desde entonces, a pesar de mi frágil salud, ¡jamás he tenido que ser internado y he luchado continuamente por el kosen-rufu!».
Enfatizó que esto se debía al gran poder del Gohonzon. Luego, citó el pasaje de uno de los escritos del Daishonin, La apertura de los ojos, que grabó profundamente en su corazón cuando asumió la tercera presidencia el 3 de mayo de 1960: «Declararé lo siguiente: que las deidades me abandonen; que todas las persecuciones se abatan sobre mí. Así y todo, daré mi vida por la Ley».2
Estas palabras expresan el apasionado juramento del Daishonin de dedicar la vida a propagar la enseñanza correcta del budismo. Asumiendo el mismo compromiso, Shin’ichi y sus compañeros se habían desafiado a abrir las rutas del kosen-rufu en el Último Día de la Ley. La lucha de ellos había protegido el linaje de la enseñanza correcta del budismo Nichiren, haciendo que brille en la sociedad contemporánea como fuente de revitalización y de renovación.
«Pienso que nosotros, los miembros de la Soka Gakkai, debemos hacer de este pasaje una tenaz determinación en la fe a lo largo de nuestra existencia. ¿Están de acuerdo?».
Pase lo que pase, nuestra fe debe ser firme y permanecer imperturbable como una gran montaña.
Shin’ichi prosiguió: «Este año en que se conmemora el cuadragésimo noveno aniversario de la Soka Gakkai, a veintiún años del fallecimiento del presidente Toda, hemos completado la primera serie de Siete Campanadas que es la meta de la etapa inicial de nuestra organización. Gracias a la increíble dedicación y el esfuerzo de todos ustedes, los deseos de nuestros presidentes Tsunesaburo Makiguchi y Josei Toda se han hecho realidad durante el período que ejercí como presidente. ¡Muchísimas gracias!».
En los diecinueve años de ejercicio de Shin’ichi como tercer presidente de la Soka Gakkai, la membresía de la organización se había convertido en una red mundial de felicidad de diez millones de personas, y sus actividades por la paz, la cultura y la educación basadas en las enseñanzas budistas habían creado una gran corriente de humanismo. Estos logros anunciaban el inicio de una inimaginable época del kosen-rufu mundial nunca antes vista.
Gran montaña 64
Shin’ichi había trazado las sólidas bases del kosen-rufu en Japón y sembrado las semillas de la Ley budista en los más diversos países y territorios.
En la organización japonesa, estableció las Divisiones de Estudiantes de Enseñanza Media Superior, Enseñanza Media Básica y de la Primaria y, con miras a promover una amplia gama de actividades culturales, había creado los Departamentos de Educadores, Internacional y de Escritores. Además, había puesto en marcha la construcción de centros culturales y de otras instalaciones donde los miembros desarrollarían sus actividades por el kosen-rufu.
Implementó el sistema de educación integral, que abarca desde el jardín de infantes hasta el nivel universitario, basado en los ideales de la educación creadora de valores Soka. Y así, hizo realidad el preciado anhelo pedagógico de sus predecesores, Makiguchi y Toda. Para promover la paz y la cultura sustentadas en los principios humanísticos del budismo Nichiren, fundó la Asociación de Conciertos Min-On, el Instituto de Filosofía Oriental, los Museos de Bellas Artes Fuji y, en el ámbito de la política, el Partido Komei.
Asimismo, trabajó con denuedo para apoyar y proteger a la Nichiren Shoshu. No solo edificó numerosas obras en el templo principal Taiseki-ji —incluyendo el Gran Templo Principal (Sho-Hondo), el Gran Salón de Recepción y el Daikejo (Gran Castillo Transitorio)— sino también construyó templos locales en todo el Japón. De esta manera, contribuyó a una prosperidad que jamás se había visto antes en la historia de esta escuela budista.
Estos brillantes logros de la Soka Gakkai obtenidos bajo el liderazgo de Shin’ichi nunca podrán ser borrados por ninguna falsa y difamatoria declaración. Quedarán grabados por siempre en los corazones de los miembros que trabajaron incansablemente y con devoción junto a él para escribir esas indelebles páginas en los anales del kosen-rufu.
En sus palabras de saludos en la reunión general, Shin’ichi presentó al presidente Kiyoshi Jujo y al director general Kazumasa Morikawa. Y expresó su sincero deseo de que todos se unieran con el espíritu de «distintas personas con un mismo propósito» para asegurar el crecimiento continuo de la Soka Gakkai. Por último, manifestó su decisión de seguir velando y protegiendo a los miembros a lo largo de toda su vida.
«Soy un practicante del budismo Nichiren —declaró—. Y tal como he solicitado al comité directivo, quisiera en lo posible visitar a los miembros pioneros que se han esforzado a mi lado durante muchos años, así como a los familiares de los compañeros fallecidos. También, quiero encontrarme con los camaradas que han hecho grandes contribuciones a nuestro movimiento para agradecerles sus nobles esfuerzos y para brindarles aliento a aquellos que están luchando contra la enfermedad y otras dificultades.
Sin importar cuán restringidas pudiesen ser sus actividades, Shin’ichi estaba dispuesto a continuar su labor por el kosen-rufu. No permitiría que nada le impida hacerlo.
Los que se mantienen fieles a su misión por el kosen-rufu son genuinos practicantes del budismo Nichiren.
Gran montaña 65
A Shin’ichi le habían asignado menos de diez minutos para dar sus palabras.
En sus anteriores discursos durante las reuniones generales de la sede central, él había compartido orientaciones inspiradoras y sus grandes visiones del kosen-rufu, y había brindado propuestas para resolver los problemas que enfrentaba la humanidad. Con su voz apacible y su cálido sentido de humor, se dirigía a los presentes como si estuviera conversando personalmente con cada uno de ellos. Su forma de expresarse siempre tranquilizaba a todos, los hacía reír y los animaba a afirmar sus decisiones para un nuevo avance.
Sin embargo, en aquella oportunidad no hubo esa clase de intercambios. El encuentro se desarrolló dentro de una atmósfera rígida y formal.
Después de Shin’ichi, el sumo prelado Nittatsu dio una conferencia, seguido de los saludos del director general Kazumasa Morikawa y el presidente Kiyoshi Jujo quienes acababan de asumir sus cargos.
Jujo manifestó su determinación de esforzarse por la estabilidad y la continuidad de la Soka Gakkai, para que la organización pudiera crecer de manera firme y sostenida sobre las sólidas bases establecidas por los tres primeros presidentes.
La reunión concluyó siguiendo la rutina formal de principio a fin.
Sin duda, esto debió complacer no solo a los malintencionados sacerdotes que habían atacado sin tregua a la Soka Gakkai para ejercer control sobre sus miembros, sino también al inescrupuloso abogado y a sus cómplices que habían manipulado los hechos tras bastidores. Deben de haberse sentido satisfechos por lo bien que estaba marchando su plan. Shin’ichi adivinaba la verdadera naturaleza de esos individuos que, atrapados en su propia envidia y codicia, se encaminaban a su perdición.
Cuando Shin’ichi dejó el gimnasio y se estaba dirigiendo al edificio adyacente caminando por el corredor, una madre que cargaba a su bebé en las espaldas y varias miembros que estaban en la plaza central del campus notaron su presencia y corrieron hasta las barandillas exclamando: «¡Sensei! ¡Sensei!». No habían participado en la reunión general, pero habían estado esperando afuera con el deseo de verlo, aunque sea unos segundos. Algunas tenían lágrimas en los ojos.
«¡Gracias! ¡Por favor, cuídense mucho!», respondió Shin’ichi agitando los brazos.
Fue un encuentro momentáneo. No obstante, reflejó claramente el vínculo profundo e inalterable de vida a vida que los unía, el lazo genuino de la Soka Gakkai.
«¿Quién protegerá ahora a estas miembros de sentimientos nobles, a estas personas de buena fe? —se preguntó Shin’ichi— ¿Quién trabajará por su felicidad?». En su corazón, renovó su decisión de apoyarlas y protegerlas a toda costa.
Gran montaña 66
Luego de despedirse del sumo prelado Nittatsu y de los demás sacerdotes, Shin’ichi entró a una sala y le pidió a su esposa Mineko que preparara papel, piedras de tinta china y pinceles. Quería dejar registrada en forma de caligrafía su juramento y sus esperanzas para sus discípulos en este día que sin falta tendría un profundo significado en la historia de la Soka Gakkai.
Ya tenía decidido lo que iba a escribir.
Hizo correr sobre la hoja el grueso pincel cargado de tinta y trazó la palabra «Gran montaña». Con un pincel delgado, agregó en la parte inferior:
Queridos amigos,
oro para que su fe se mantenga firme
aun frente a las tormentas.
—Escrito el 3 de mayo de 1979 en la Universidad Soka,
después de la reunión general de la sede central.
En enero de 1950, cuando las empresas de su mentor Josei Toda se vieron en graves dificultades, Shin’ichi había compuesto un poema titulado «Al monte Fuji». En sus versos se lee:
En el infierno abrasador y codicioso de este siglo
me muestro sin adornos;
no temo a la refutación.
Yo cantaré loas al remoto Fuji…
La majestuosa figura del monte Fuji le recordaba a Shin’ichi la postura resuelta de su maestro, quien se consagró al kosen-rufu sin arredrar ante las tormentas de críticas e injurias que llovían sobre él.
La caligrafía «Gran montaña» expresaba el clamor más íntimo de Shin’ichi: «La Ley Mística es eterna e imperecedera. Nosotros que abrazamos esta Ley y dedicamos nuestra vida al kosen-rufu poseemos infinita esperanza. Debemos mantenernos firmes e imperturbables como una gran montaña incluso ante las más feroces ventiscas. ¡No tenemos por qué temer! Nosotros, los miembros de la Soka Gakkai, hemos avanzado vistiendo la “armadura de la perseverancia3” para propagar la Ley Mística con abnegación, tal como enseña el Daishonin. Los mentores y los discípulos de la Soka han triunfado en todos los ámbitos con este inquebrantable espíritu de fe».
Shin’ichi volvió a usar el pincel grueso escribiendo esta vez: «Gran árbol de cerezo». Y añadió al pie:
Oro para que nuestros miembros
gocen de una gloriosa floración de beneficios.
—Con mi más profundo respeto
3 de mayo de 1979
Universidad Soka
Shin’ichi clamó en silencio: «No importa qué retos se nos presenten, la ley budista de causa y efecto es absoluta. ¡Les pido que sigan avanzando siempre con el gran árbol de cerezo de la Soka Gakkai en sus corazones!».
Gran montaña 67
Shin’ichi partió de la Universidad Soka en automóvil junto con Mineko a las cinco y media de la tarde. En lugar de regresar a la sede central de la Soka Gakkai en Shinanomachi, se dirigieron al Centro Cultural de Kanagawa, en Yokohama, prefectura de Kanagawa.
Shin’ichi había decidido empezar una nueva lucha por el kosen-rufu mundial, su verdadera contienda de mentor y discípulo, desde la ciudad portuaria de Yokohama que servía como puerta de acceso al orbe.
Eran las siete cuando llegaron al lugar. Ya había caído la noche. Desde una sala del Centro, Shin’ichi observó el puerto. Podía ver a cierta distancia el transatlántico Hikawa Maru, hoy un barco museo, que estaba sujeto al muelle. El navío se había construido en 1930, el mismo año en que se fundó la Soka Gakkai.
Ahora que había concluido la serie de Siete Campanadas —iniciada desde 1930—, la organización emprendía una nueva y grandiosa travesía.
Shin’ichi sintió como si por fin pudiera recobrar el aliento.
Uno de los dirigentes le dijo: «Su nombre salió en el periódico de esta mañana».
El diario matutino del Yomiuri Shimbun publicó los resultados de un sondeo que realizó junto con la Organización Gallup de los Estados Unidos a la población estadounidense y japonesa. En dicha encuesta, Shin’ichi ocupaba el sexto lugar en la lista de las veinte personalidades más admiradas en el Japón. Las primeras 5 eran: el ex primer ministro Shigueru Yoshida (1878-1967), el bacteriólogo Hideyo Noguchi (1876-1928), el agrónomo Sontoku Ninomiya (1787-1856), el educador y escritor Yukichi Fukuzawa (1835-1901) y el emperador Hirohito (1901-19894). Un responsable notó que Shin’ichi estaba en el primer lugar de la lista entre las personas sin cargo público de la época actual y que era el único dirigente de una entidad religiosa.
A Shin’ichi le pareció algo místico que este artículo se hubiera publicado ese día lleno de dramáticos acontecimientos. También sintió que expresaba de alguna manera las grandes esperanzas y el cálido apoyo de los miembros.
Recordó el encuentro que tuvo hace tres semanas con Deng Yingchao, la respetada líder de la China y viuda del primer ministro chino Zhou Enlai. Cuando él le transmitió sus intenciones de dejar su cargo, ella le había dicho que no debía renunciar mientras tuviese el apoyo de la gente. Esta fue sin duda su forma de alentarlo a seguir respondiendo a las expectativas y la confianza puestas en él, y a continuar trabajando con tesón.
Shin’ichi había decidido proseguir su lucha, sin importar la situación en la que se encontrara. Y se dijo para sus adentros que su verdadera contienda acababa de empezar.
Esa misma noche, en el Centro Cultural de Kanagawa, volvió a tomar el pincel y escribió en grandes caracteres chinos la palabra «Lucha conjunta».
Plasmando su deseo de que sus discípulos se levanten junto con él, inscribió debajo:
3 de mayo de 1979, por la noche.
Estoy resuelto,
a lograr el kosen-rufu
toda mi vida
con determinación inquebrantable,
y con la certeza de tener genuinos camaradas.
—Con mi más profundo respeto.
Gran montaña 68
El cielo negro azabache fue adquiriendo gradualmente un tono morado, y comenzó a distinguirse la tenue silueta de la península. Los dorados haces, que fueron ganando altura en el cielo del Levante produciendo millares de reflejos iridiscentes en las aguas del mar, anunciaban el inicio de un refrescante día de mayo.
El 5 de mayo, Shin’ichi estaba contemplando el mar al amanecer desde el Centro Cultural de Kanagawa. En esa fecha se celebra el Día del Niño, que es feriado nacional en el Japón, y el Día de los Sucesores de la Soka Gakkai.
Un responsable de Kanagawa le había dicho que un miembro de la localidad, que tenía un yate a motor, quería llevarlo en su transporte para mostrarle el puerto de Yokohama y los alrededores. Shin’ichi aceptó el pequeño recorrido que duraría unos treinta minutos y subió a la embarcación que se llamaba Siglo XXI.
Era maravilloso ver el Centro Cultural de Kanagawa desde el mar. Cuando pensó que el puerto conectaba al océano Pacífico, Shin’ichi se sintió como si estuviese frente al vasto océano del kosen-rufu mundial del siglo XXI, y su corazón palpitó de expectativas.
En la jornada anterior, 4 de mayo, él había conversado con los miembros de la prefectura que llevaban años de práctica, y el 5 de mayo, brindó aliento a los compañeros de los cabildos Mukojima y Joto que vinieron trabajando desde los inicios de la organización. Shin’ichi ya había empezado a moverse para alentar a los miembros pioneros.
Él también deseaba participar en las reuniones de la División de Jóvenes y de la División Futuro para ofrecer palabras de aliento a quienes serían los líderes de la próxima centuria. Asimismo, para manifestar su agradecimiento, quería reunirse con los miembros que cada día se congregaban en el Parque Yamashita situado frente al Centro Cultural de Kanagawa. A pesar de este anhelo, no le estaba permitido.
«En ese caso —pensó—, voy a plasmar el espíritu de la Soka Gakkai en algo concreto para mis sucesores y discípulos, para que perdure y se mantenga vivo a través del tiempo».
Ese día (5 de mayo), como fiel discípulo de Josei Toda quien fue un gran adalid del kosen-rufu, Shin’ichi escribió con fuerza y de una sola pincelada la palabra «Justicia» expresando su compromiso en la caligrafía. Y agregó en la parte inferior la inscripción: «Llevo en alto, solo, el estandarte de la justicia».
«¡El verdadero reto acaba de empezar! —se dijo— Cualquiera sea mi posición y aunque me vea completamente solo, proseguiré mi lucha. Como discípulo espiritualmente inseparable de mi mentor, me esforzaré y conseguiré la victoria. ¡“Justicia” implica avanzar por siempre en el gran camino del kosen-rufu! ».
(Aquí concluye “Gran montaña”, el capítulo I del volumen 30 de La nueva revolución humana).