Parte 1: La felicidad; Capítulo 1:
¿Qué es la felicidad verdadera? [1.3]
1.3 La felicidad se forja en la lucha contra los retos de la vida
La felicidad verdadera no es un estado fortuito, sino el resultado de un esfuerzo tenaz y sincero por afrontar los numerosos desafíos de la existencia.
Quisiera referirme un poco sobre el tema de la felicidad, ya que además de ser el objetivo fundamental de la existencia, es también el propósito de la fe y la razón de ser del budismo. Por eso, es realmente importante entender bien qué significa ser felices. Justo es señalar que, en todas las épocas y lugares, la gente ha buscado responder la pregunta acerca de la felicidad, y que, para muchos, esta sigue siendo un interrogante sin respuesta.
Algunos gozan de abundancia económica, pero son desdichados; se vuelven personas mezquinas y no hacen más que pelear y discutir con los demás. Por otro lado, alguien puede ser pobre materialmente, pero si posee un corazón puro y bondadoso y sabe descubrir la belleza en todas las cosas, como los poetas, será capaz de vivir con gran satisfacción.
La felicidad es algo muy personal. Puede que, de dos sujetos en las mismas circunstancias, uno se sienta infeliz y el otro se considere satisfecho con la vida. Es así porque todas las personas somos diferentes y percibimos las cosas de manera subjetiva. Y, además, porque la realidad es infinitamente diversa de un ser humano a otro.
Por ejemplo, hay muchas personas que, parecen afortunadas cuando son solteras, porque gozan de belleza, juventud y una buena situación económica, pero, después de un tiempo de formar pareja, se vuelven tristes y desdichadas. La felicidad no consiste en vivir como princesas dentro de un palacio, rodeadas de manjares servidos en bandeja de plata y estrenando ropa exclusiva y elegante. Si somos sinceros, esa podría incluso ser una rutina asfixiante y aburrida, hueca y llena de ilusiones. Aunque alguien en estas circunstancias parezca estar satisfecho, hay mucho de apariencia en ese bienestar que, de hecho, suele ser frágil y fugaz.
Algunos, por otro lado, parecen tener una vida llena de adversidades, pero como poseen dignidad y una firme determinación, cultivan un estado interior que es como una obra maestra.
Quienes superan situaciones trágicas o desventuradas en su juventud, o se ven expuestos a un número de pruebas mucho mayor que el común de la gente, pueden construir una vida infinitamente más rica, colmada de impresionante energía y de fortaleza interior, cuyos beneficios se manifiestan en la etapa culminante de su existencia.
Si todo fuese un lecho de rosas, nunca podríamos valorar el júbilo de la felicidad real. No hace falta decir que el tesoro de la dicha verdadera no se encuentra en una vida ociosa o favorecida. El diamante de la felicidad solo se revela cuando, con gran esfuerzo y persistencia, nos abrimos paso entre los profundos quebrantos de la realidad. No se halla en la búsqueda indolente de diversión y de placer, deslumbrados por las luces de neón de la gran ciudad, ni en el ideal vano de una vida fácil.
El eximio poeta irlandés Robert Burns reflexionaba en uno de sus poemas:
¡Si la felicidad no tuviera en el alma
su centro y su trono,
podríamos ser grandes, sabios, o ricos,
pero nunca dichosos!
No hay tesoros ni placeres
que pudieran mucho tiempo
llenarnos de gozo:
El que nos vuelve ímprobos o virtuosos
es, siempre, el corazón.1
Dicho de otro modo, es dentro de nosotros donde, en definitiva, encontraremos la desdicha o la felicidad. Como afirma Nichiren Daishonin: «Lo importante es el corazón».2
Del mensaje dirigido a un encuentro nacional de líderes de la División Juvenil Femenina celebrado el 16 de junio de 1999.
La «sabiduría para ser feliz y crear la paz» es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.
- *1Véase BURNS, Robert: «Epistle to Davie, A Brother Poet» [«Epístola a Davie, hermano poeta»], en The Complete Poetical Works of Robert Burns. 1759-1796 [Obra poética completa de Robert Burns], edit. inglés James A. Mackay, Darvel, Escocia: Alloway Publishing, 1993, pág. 87.
- *2La estrategia del «Sutra del loto», en Los escritos de Nichiren Daishonin, págs. 1045-1046.