Parte 1: La felicidad; Capítulo 10:
La alegría en la vida y en la muerte [10.2]
10.2 La muerte da mayor significado a la vida
Lejos de apartar la mirada de la muerte y de su carácter ineludible, podemos elevar nuestra vida si comprendemos correctamente la cuestión fundamental de la vida y la muerte y ponderamos con seriedad la enorme significación de esta última para nosotros.
Todos sabemos que habremos de morir algún día. Pero nos aferramos a la idea de que ese «algún día» llegará en el lejano futuro. Es natural que los jóvenes eviten pensar en la muerte, pero esto también les sucede a las personas mayores; diría incluso empieza a suceder con más frecuencia cuanto más pasan los años.
Sin embargo, la realidad de la vida es que la muerte puede llegar en cualquier momento. Es una posibilidad que nos acompaña a cada momento, pues nadie está exento de sufrir accidentes, terremotos o enfermedades repentinas. Sin embargo, elegimos no pensar en ello.
Como dijo alguien: «La muerte no nos espera por delante; en cambio, nos sorprende por detrás».
En general, vivimos postergando las cosas en nombre de diversos argumentos: «Más adelante, podré ocuparme de esto»; «Cuando termine con esto, me esforzaré más en tal otra cosa». Pero la vida se nos escurre de las manos, y antes de que nos hayamos dado cuenta, llega el momento de morir sin que hayamos logrado lo que queríamos, sin haber acumulado tesoros genuinos y profundos, que son los interiores. Mucha gente vive de esta manera. Cuando llega el momento final, es demasiado tarde para arrepentirnos.
Pero si nos detenemos a pensarlo, la realidad esencialmente es la misma, ya sea que la muerte nos llegue dentro de tres días, de tres años o de tres décadas. Por eso es tan importante esforzarnos al máximo ahora, para no tener nada que lamentar a la hora de despedirnos.
Desde la perspectiva de la eternidad, incluso un siglo es un instante. En tal sentido, es verdad lo que afirma el Daishonin: «de que ese es el último momento de su vida».1 Por otro lado, el segundo presidente de la Soka Gakkai, Josei Toda, decía: «En verdad, practicamos el budismo para la hora de nuestra muerte».
Nada es más cierto que esto. Por tal razón, es fundamental dedicarnos a la tarea de cultivar tesoros del corazón que perduren toda la eternidad. Así y todo, la inmensa mayoría de la gente aplaza este desafío, el más trascendental de todos, o lo posterga para un momento incierto del porvenir.
No hay nada tan importante como lo que el budismo llama «la gran cuestión de la vida y la muerte». Comparados con ella, todos los demás asuntos son de importancia menor; esto es algo que se aprecia con enorme claridad en el momento de morir.
Alguien que acompañó a muchas personas en sus instantes finales observó: «Al parecer, en los últimos días de vida el ser humano contempla toda su existencia como si fuera un vasto paisaje. Lo que parece sobresalir no es, por ejemplo, haber sido presidente de una compañía o empresario de éxito, sino la forma en que el sujeto vivió, a quiénes amó, a cuántos trató con bondad y a quiénes lastimó… Estas emociones profundas —la confianza de haber sido fiel a las propias convicciones y de haber vivido con plenitud, o la dolorosa recriminación de saber que se ha traicionado a otros— agitan vivamente la conciencia cuando uno está por morir».
Comprender el carácter inevitable de la muerte brinda mayor sentido a la vida. En tal caso, esta comprensión nos insta a buscar cosas perdurables y nos motiva a dar lo mejor a cada momento.
¿Qué pasaría si no existiera la muerte? La vida seguiría siempre estática, sin alternancia y, probablemente, se convertiría en una experiencia pesada e insoportable.
En cambio, saber que vamos a morir nos hace valorar más el presente. Se dice que el mundo moderno responde a la realidad de la muerte ignorándola o negándola. No es coincidencia que esa misma sociedad se caracterice por la búsqueda desenfrenada de deseos. Al igual que ocurre con los individuos, la civilización que pretende ignorar la cuestión fundamental de la vida y la muere cae en la decadencia espiritual, sujeta a vivir solo para el momento fugaz.
Del libro La sabiduría del «Sutra del loto», vol. 4, publicado en japonés en diciembre de 1998.
La «sabiduría para ser feliz y crear la paz» es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.
- *1La herencia de la Ley suprema de la vida, en Los escritos de Nichiren Daishonin, pág. 226.