Parte 2: La revolución humana
Capítulo 14: «¡Sean buenos ciudadanos!» [14.1]
14.1 El budismo nos enseña cómo vivir de manera realmente humana
«¡Sean buenos ciudadanos!». Esta es una guía eterna que el presidente Ikeda ha recalcado en cada oportunidad.
El propósito de la Soka Gakkai es desarrollar una espléndida red de buenos ciudadanos, personas íntegras y de recta personalidad que contribuyan al bien colectivo a la par de cumplir su misión individual, fieles a su forma personal de ser.
Este concepto de la «buena ciudadanía» que propugna el presidente Ikeda es sinónimo de «ciudadanía mundial». Cuando el presidente Ikeda firmó el registro de asistentes a la reunión fundacional de la Soka Gakkai Internacional en Guam, el 26 de enero de 1975, en la columna donde había que anotar el país de origen, escribió: «El mundo». La Soka Gakkai es un digno cónclave de ciudadanos globales que trascienden las diferencias étnicas y nacionales, y trabajan juntos en el nivel cívico como congéneres, siempre aspirando a la felicidad de todas las personas.
Este capítulo ofrece orientaciones escogidas del presidente Ikeda sobre el valor de ser buenos ciudadanos y de la ciudadanía global.
En esta primera selección, el autor recalca que el budismo es una enseñanza para la vida y que no existe desvinculada de los quehaceres sociales y de las necesidades humanas.
En Las tres clases de tesoros, el Daishonin dice:
El corazón de todas las enseñanzas que el Buda expuso a lo largo de su vida es el Sutra del loto, y el corazón de la práctica de este sutra se encuentra en el capítulo «El bodisatva Jamás Despreciar». ¿Qué significa el profundo respeto que el bodisatva Jamás Despreciar sentía hacia todas las personas? El propósito con el cual nació en este mundo el buda Shakyamuni, señor de las enseñanzas, yace en su comportamiento como ser humano.1
Esta cita pertenece a una carta que el Daishonin envió a su discípulo Shijo Kingo en setiembre de 1277. En ese momento, Kingo se hallaba en una situación muy delicada. Había intentado convertir al budismo Nichiren a su superior, el señor feudal Ema, quien, lejos de aceptar la fe, se disgustó con él. Poco tiempo después, Ema cayó gravemente enfermo y recurrió a Shijo Kingo en busca de tratamiento, ya que este, además de samurái, era versado en medicina. Gracias a los cuidados recibidos, Ema se recuperó y volvió a confiar en su vasallo. Pero los otros samuráis, envidiosos de Kingo, tramaron deshacerse de él.
Sabiendo que su discípulo era temperamental e impulsivo, en esta misiva el Daishonin se muestra preocupado por su seguridad y lo exhorta a tener autocontrol y a ser más cauteloso que nunca. En este ejemplo se aprecia el corazón considerado del Daishonin, que busca abrazar a todas las personas y hacer cuanto esté a su alcance para ayudar a ser felices. No hay el menor autoritarismo en sus palabras. En relación con las debilidades de su discípulo, le ofrece consejos detallados para evitar que cometa un grave error y cause su propia ruina.
Es fácil imaginar cuánto alivio habrá dado a Shijo Kingo el aliento del Daishonin imbuido de amor compasivo y cuánto se habrá ampliado su forma de ver la situación.
En el Sutra del loto se describe la conducta del bodisatva Jamás Despreciar, en un capítulo que lleva su mismo nombre: por mucho que los demás lo despreciaran y atacaran, él jamás respondía con enojo o resentimiento. Incluso cuando se veía ante personas de extrema arrogancia, seguía reconociendo la naturaleza de buda de sus interlocutores, con absoluto respeto.
En esta carta, el Daishonin se refiere al comportamiento del bodisatva Jamás Despreciar a modo de advertencia, para evitar que el carácter temperamental de Shijo Kingo lo lleve a actuar con imprudencia. En cambio, le aconseja a obrar con discreción y sabiduría. Por último, le dice que la razón por la cual nació Shakyamuni en este mundo es enseñarnos la forma en que debemos actuar como seres humanos.
En última instancia, el budismo es una enseñanza que trata sobre la conducta y la vida humana. En tal sentido, nuestra práctica budista se expresa en las palabras y las acciones. Lo importante es cómo nos conducimos a diario en la sociedad y en el mundo real, basados en nuestra fe en la Ley Mística. Cada una de estas acciones ayuda a abrir nuestro camino hacia el logro de la budeidad.
En el tratado Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra, de Nichiren Daishonin, hay una célebre frase que dice: «¡Usted se ha relacionado con un amigo en el salón perfumado de orquídeas, y ahora su postura es recta como la artemisa que crece entre el cáñamo!».2 Un «salón perfumado de orquídeas» es una especie de invernadero lleno de fragantes orquídeas en flor. Cuando alguien permanece en un lugar así, su cuerpo se va impregnando gradualmente de la fragancia de esas flores; de la misma manera, quienes frecuentan la compañía de personas íntegras, que practican la enseñanza budista correcta, tarde o temprano comprenderán la validez de esta filosofía. «Frecuentar la compañía» significa tener contacto real con las palabras y el comportamiento de esas personas.
En el tratado Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra, el anfitrión (Nichiren Daishonin) expone la enseñanza correcta a un huésped. Este responde con un arranque emocional de enojo, pero el anfitrión no se inmuta. Cuando aquel se dispone a marcharse indignado, este sonríe de manera tranquilizadora, le pide que se quede y sigue explicándole con paciencia la enseñanza correcta.
El invitado, dejándose ganar de a poco por las acciones bondadosas y razonables de su anfitrión, e imbuido por la «fragancia» de su noble personalidad, comienza a abrir el corazón. Por fin, abandona su apego a ideas distorsionadas y enfoca su búsqueda en la filosofía apropiada. El tratado puede leerse como una obra dialógica teatral que se desarrolla frente a nuestros ojos.
En efecto, el budismo no existe separadamente de la realidad social ni de las personas que forman parte de nuestra vida. Incluso en el caso de enseñanzas profundas y válidas como las del budismo, los demás no se convencerán con solo escucharnos declamar en voz alta que son superiores. En todo caso, este abordaje probablemente las aleje del camino del budismo, y esto contradiría la intención con la cual el Daishonin nos encomendó la transmisión amplia y universal de su filosofía.
Cuando alguien nos escucha hablar sobre la grandeza del budismo Nichiren, lo primero que tenderá a observar es nuestro comportamiento en la vida cotidiana. ¿Cómo encaramos la vida? ¿Somos personas íntegras y de firmes principios? Los demás nos observan muy atentamente. Si somos descuidados en asuntos de dinero o carecemos de buen juicio, si obramos con arrogancia y soberbia, la gente no nos creerá, por muy elevada que sea la enseñanza del budismo.
En verdad, merecer la confianza y la comprensión de los semejantes es algo muy importante. El budismo enseña que cuando practicamos la Ley universal, podemos brillar como individuos de personalidad insuperable.
Los miembros de la Soka Gakkai hemos podido generar una amplia adhesión al budismo Nichiren porque nuestro trabajo siempre se centró en cultivar y hacer brillar al máximo nuestra humanidad. Hemos procurado ser, en nuestra comunidad inmediata, como los «amigos en el salón perfumado de orquídeas».
Lo que conmueve a los demás y los hace abrir su corazón a nuestro mensaje es el esfuerzo que hacemos por mejorar nuestra calidad humana mediante la práctica budista; es decir, la seriedad con que tratemos de adquirir esperanza en el mañana, convicción inalterable, solidaridad e interés por los demás, riqueza de sabiduría, entusiasmo por nuestra misión, y un estado de vida capaz de abrazar y aceptar a todos.
Del discurso pronunciado en la conferencia ejecutiva de Okinawa, celebrada en la prefectura homónima, el 8 de febrero de 1991.
La sabiduría para ser feliz y crear la paz es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.