Parte 2: La revolución humana
Capítulo 20: Aliento para los jóvenes [20.12]
20.12 El lugar de trabajo es un escenario fundamental para nuestra revolución humana
El presidente Ikeda alienta afectuosamente a los jóvenes con respecto al trabajo, basado en su propia experiencia y en las orientaciones de su mentor Josei Toda.
Es común que los jóvenes estén preocupados por cuestiones laborales. Muchos se preguntan cuál sería el trabajo más apto para sí mismo, o si el empleo de ahora resultaría el más conveniente.
Yo también he pasado por esas cavilaciones en mi juventud. Cuando empecé a trabajar para la editorial del señor Toda, mi primer puesto fue como editor de una revista para niños. Era algo que siempre había querido hacer, pero como la crisis afectó la economía de la empresa, hubo que suspender la publicación. Entonces me transfirieron al sector que menos me gustaba, en el área financiera. Además, hubo un período en que ni siquiera cobraba el sueldo mensual. Cuando llegaba el invierno, no tenía abrigo que ponerme. Pero jamás, ni una sola vez, pronuncié una palabra de queja. Mi único deseo era que la empresa del señor Toda superara la crisis que la afectaba y dar lo mejor de mí para ayudarlo a salir de sus aprietos.
A los jóvenes preocupados por el trabajo, el señor Toda solía decirles:
Hay tres criterios para elegir un empleo: la belleza, el beneficio y el bien. Lo ideal es encontrar una ocupación que sea de nuestro agrado (belleza), que nos dé estabilidad económica (beneficio) y que signifique una contribución valiosa a la sociedad (bien). Pero el mundo real no siempre complace todos nuestros deseos. Muy pocas personas encuentran desde el principio el trabajo de sus sueños. En la mayoría de los casos, la gente debe hacer tareas que nunca habían sido parte de sus proyectos.1
Por ejemplo, puede que uno tenga un trabajo muy bien remunerado y sea útil para la sociedad, pero que no lo entusiasma mucho o no tenga afinidad con su temperamento. (Su actividad satisface los criterios de beneficio y bien, pero no de belleza.)
O quizá tenga un empleo que le encanta y que representa una contribución importante, pero que no le permita mantenerse económicamente. (Tiene belleza y bien, pero no beneficio.)
También puede que alguien reciba muy buen sueldo y su contenido le agrade, pero tenga efectos perniciosos para la comunidad. (Tiene beneficio y belleza, pero no genera el bien.)
Como podemos ver, es difícil trabajar en algo que proporcione los tres valores esenciales al mismo tiempo. Además, en momentos de recesión económica como los que vivimos actualmente, resulta cada vez más duro conseguir empleo.
¿Qué hacer, entonces? El señor Toda aconsejaba:
En momentos así, los jóvenes no deben desalentarse. Pongan toda su energía en el trabajo que tengan ahora y sean personas indispensables en ese lugar. Si oran sinceramente al Gohonzon y siguen dando lo mejor, sin dejar que las tareas desagradables los desalienten, con el tiempo encontrarán una actividad que los hará felices, les dará seguridad económica y les permitirá hacer aportes a la sociedad. Así es el beneficio de la fe.
Y eso no es todo. Cuando miren atrás y recuerden sus empleos poco estimulantes, verán que nada de lo que hicieron fue en vano, y que todo les sirvió para crecer y adquirir capacidades. Llegarán a entender que cada cosa ha tenido un sentido. Se los aseguro por propia experiencia. Nuestra fe se expresa en la vida y en la sociedad. Así es la fuerza del budismo.2
El señor Toda fue un líder de incomparable sabiduría. Puedo dar fe de que todo lo que él ha dicho sobre el trabajo es cierto.
Lo importante es que se esfuercen en su empleo actual.
El budismo enseña que nuestra vida está dotada de la budeidad en forma intrínseca y eterna, y que este mundo saha colmado de sufrimientos es, en sí mismo, la Tierra de la Luz Tranquila [la tierra de Buda].
Por lo tanto, brillen donde estén. En lugar de esquivar el trabajo, láncense a él con entusiasmo, y verán cómo se abre frente a ustedes un camino en la mejor dirección posible. Con el tiempo, entenderán que cada uno de sus esfuerzos ha tenido un significado y que todas sus experiencias han sido un tesoro para su vida. Cuando vean las cosas así, es que habrán triunfado.
Los jóvenes que practican la Ley Mística son felices. Vivirán, infaliblemente, con satisfacción y plenitud.
Quiero que cultiven un estado de vida en el cual puedan declarar: «Soy una persona afortunada de verdad. Todas mis contiendas me han hecho feliz».
La verdadera naturaleza de la vida de alguien se revela en sus acciones y en su apariencia exterior, de acuerdo con el principio sobre el verdadero aspecto de todos los fenómenos.
Mientras lamenten su situación, y se muestren deprimidos y cabizbajos, solo sentirán infelicidad, además nadie reconocerá su capacidad.
Es mucho mejor afrontar las cosas con actitud optimista y dinámica. Eso abrirá ante ustedes nuevas posibilidades. Su actitud lo determina todo.
Mi deseo es que cada uno de ustedes triunfe en su lugar de actividades. Pero sé que no podrán vencer con esfuerzos a medias. Tienen que recorrer resueltamente el camino elegido hasta el final.
Para eso, consideren su empleo como su lugar de capacitación, donde crecerán y se desarrollarán como seres humanos. Ese espacio de entrenamiento es, también, el ámbito de su práctica budista, porque allí, en su trabajo, es donde ponen en práctica la fe. Si adoptan este enfoque, todos los reclamos desaparecerán. No hay nada tan lastimoso como una persona que se la pasa quejándose.
Del discurso pronunciado en la reunión de la sede central para responsables, en Tokio, el 28 de junio de 1995.
La sabiduría para ser feliz y crear la paz es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.