Parte 1: La felicidad; Capítulo 3: La práctica para transformar nuestro estado de vida [3.20]
3.20 El lenguaje universal de los budas y bodhisattvas
El presidente Ikeda responde una pregunta de un miembro sobre el sentido de recitar el gongyo (es decir, leer pasajes del sutra) y de entonar el daimoku en un idioma que uno no comprende.
Quisiera responder aquí si sirve recitar los pasajes del sutra y entonar el daimoku sin entender su significado.
Desde luego, entender lo que se está diciendo es mucho mejor. Eso fortalecerá su fe en la Ley Mística. Pero si, aun entendiendo, no hacen la práctica, no llegarán a ningún lado. Por otro lado, la razón por sí sola no conduce a entender la esencia profunda y verdadera de la Ley.
Por ejemplo, las aves y los perros tienen su propio «lenguaje» para comunicarse. Los seres humanos no lo entendemos, pero sí el conjunto de los pájaros y de los canes. Hay muchos casos comparables en el mundo humano, donde existen numerosos idiomas, sistemas de codificación y lenguajes de signos que solo comprenden algunos, pero resultan ininteligibles a los demás. ¡Las parejas a veces tienen su propio lenguaje, que solo ellos entienden!
Del mismo modo, el «idioma» del gongyo y del daimoku llega al Gohonzon y es captado en el estado de los budas y bodisatvas, que permea las tres existencias [del pasado, presente y futuro] y las diez direcciones espaciales. Podíamos decir que son el idioma de los budas y bodisatvas. Por eso, ya sea que entendamos el significado o no, nuestras voces llegan a todos ellos y a las funciones benevolentes cuando recitamos el sutra durante el gongyo y entonamos daimoku al Gohonzon. Al escucharlo, responden «¡Excelente, excelente!», embargados de alegría y de alabanzas a cada uno de nosotros, y todo el universo nos envuelve en una luz de felicidad.
El Daishonin nos enseña que, mediante la práctica del gongyo y del daimoku, podemos cultivar un estado de vida tan sublime que, aun inmersos en nuestras actividades diarias, somos libres de abarcar y de surcar el universo. En Respuesta a Sairen-bo, escribe: «[S]in necesidad de dar un solo paso, quienes sean nuestros discípulos y seguidores laicos podrán ver el Pico del Águila en la India, y podrán ir a la Tierra de la Luz Tranquila que ha existido desde siempre, y retornar día y noche. ¡Qué alegría en verdad inefable!».1
Cuando oramos ante el Gohonzon, las puertas de nuestro microcosmos interior se abren al macrocosmos de todo el universo, y experimentamos una alegría incontenible e inmensa, como si contempláramos el infinito en su totalidad. Sentimos genuina convicción, bienestar y alegría, como si contuviéramos la vastedad cósmica en la palma de la mano. El microcosmos contenido en el macrocosmos se despliega para abarcar el macrocosmos en su interior.
El Daishonin escribe en Carta a Niike: «[C]uando nos nutre la recitación de Nam-myoho-renge-kyo […], somos libres de volar por el cielo del verdadero aspecto de todos los fenómenos, y de la realidad de todas las cosas».2
En Sobre las ofrendas a los ancestros fallecidos, también declara: «Aunque [él mismo] es como la glicina, porque se aferra al pino del Sutra del loto puede escalar la montaña de la perfecta iluminación. Como confía en las alas del vehículo único, puede surcar el cielo de la Luz Tranquila».3
Así como uno podría contemplar una vista panorámica clara y brillante del mundo si la observara desde la cumbre de una montaña elevada, nos dice que también podemos escalar la montaña de la sabiduría; es decir, llegar a la cima de la iluminación suprema. Podemos cultivar un estado de felicidad eterna y experimentar la profunda inmensidad de la vida a cada instante, como si voláramos a través del universo deleitándonos con el brillo sublime de las estrellas, la estela asombrosa de los cometas y el fulgor de las galaxias iridiscentes.
Del discurso pronunciado en una actividad de capacitación juvenil de la SGI de Estados Unidos el 20 de febrero de 1990.
La «sabiduría para ser feliz y crear la paz» es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.