Parte 3: El kosen-rufu y la paz mundial
Capítulo 31: Una gran ruta hacia la paz mundial [31.14]

31.14 Revivir el espíritu poético

El presidente Ikeda ha enfatizado que uno de los medios para revivir la civilización contemporánea es restablecer el espíritu poético. Sobre este tema, escribió una columna para el periódico The Japan Times, importante diario en lengua inglesa publicado en el Japón.

En el mar del firmamento,
se agitan olas de nubes;
la barca de la luna
rema hasta perderse de vista
de la bóveda estrellada.1

Este poema de estilo waka fue escrito hace unos mil trescientos años. Aparece en el Man’yoshu (Colección de diez mil hojas), la antología poética más antigua del Japón.

Hoy, la humanidad ha atravesado los confines de la atmósfera terrestre y ha llegado hasta el espacio; hemos dejado nuestras huellas en la superficie lunar. Y sin embargo, al leer este poema uno se pregunta si la gente de los siglos pasados no habrá sentido la presencia de la luna y de las estrellas más íntimamente que nosotros en la actualidad. ¿Será posible que ellos hayan tenido una vida más rica y amplia que la nuestra, cuando a pesar del bienestar material no encontramos un momento para contemplar el cielo?

Inmersa en las distracciones materiales, la agitación incesante y el bullicio, la humanidad contemporánea ha cortado lazos con la inmensidad del cosmos y con el eterno fluir del tiempo. Vivimos expuestos a sentimientos de aislamiento y de soledad. Buscamos paliar la sed afectiva con placeres pasajeros, que nunca alcanzan y siempre terminan agravando la premura de nuestra necesidad.

Esta falta de encuentro, esta alineación —creo yo— son una tragedia silenciosa de la civilización contemporánea. Divorciados del cosmos, de la naturaleza y de la sociedad, separados unos de otros, vivimos entre la fractura y la fragmentación.

La ciencia y la tecnología han dado a la humanidad un poder jamás imaginado y han colmado la vida y la salud de beneficios salvadores. Pero en simultáneo con este progreso, ha crecido la tendencia a aislarnos del mundo circundante, a objetivar y reducir todo lo que nos rodea a una cuestión de números y de cosas. Los seres humanos nos hemos vuelto cosas… Las víctimas de las guerras son meras cifras estadísticas; vivimos anestesiados ante la realidad del sufrimiento indigno que padece mucha gente real.

Sin embargo, la mirada del poeta descubre en cada persona la humanidad única e insustituible. Allí donde el intelecto arrogante busca controlar y manipular el mundo, el espíritu poético se inclina en reverencia ante sus misterios.

Cada ser humano es un microcosmos. Vivimos sobre este planeta, pero respiramos el ritmo de un universo que se extiende infinitamente a nuestro alrededor. La poesía nace allí donde el cosmos interior reverbera y descubre armonías con el cosmos que nos envuelve.

Tal vez antaño todos los seres humanos hayan sido poetas capaces de un íntimo diálogo con la naturaleza. El Man’yoshu contiene versos escritos por autores japoneses de todas las clases sociales. Casi la mitad de sus obras son de autor anónimo: no fueron versos acuñados para cosechar gloria personal. Los poemas y canciones que derraman sobre el papel la voz urgente del corazón cobran una suerte de vida propia. Trascienden los límites políticos y de la época, y se transmiten de persona a persona, de un alma a la otra.

El espíritu poético se revela en cualquier quehacer humano. Puede ser el latido galopante de un científico que indaga en la búsqueda prodigiosa de la verdad. Cuando dejamos fluir nuestro espíritu poético, los objetos dejan de ser meras cosas; los ojos aprenden a ver la realidad espiritual interior. Una flor no es solo una flor. La luna no es un cuerpo inerte que gravita en el espacio. Al posar la vista sobre esa flor o esa luna, percibimos intuitivamente los lazos inescrutables que nos mantienen unidos al mundo.

En tal sentido, creo que los niños son poetas por naturaleza, poetas innatos. Si apreciamos y nutrimos su lirismo interior, si le damos oportunidad de crecer, también nosotros como adultos nos abriremos a nuevos descubrimientos. Después de todo, no existimos simplemente para saciar deseos. La felicidad genuina no se encuentra en acumular posesiones, sino en crear armonías con el mundo en lo más profundo de nuestro ser.

El espíritu poético tiene el poder de reconectar y reparar un mundo dividido y discordante. Los verdaderos poetas se mantienen firmes y erguidos, con sus raíces hundidas en la compleja realidad puesta en tensión por fisuras y conflictos. Cada vez que sufre un ser humano, en cualquier lugar del mundo, el corazón del poeta se estruja de agonía. Sin embargo, el bardo da un intrépido paso adelante para ofrecer al pueblo palabras de bravura y de esperanza, queriendo darle una perspectiva —un paso más alto, un paso más profundo— que muestre la realidad espiritual perdurable de nuestra vida.

Hoy, más que nunca, necesitamos oír la voz inspiradora de la poesía. Necesitamos el apasionado cantar de paz del poeta, ese cantar que pregona la vida solidaria y compartida que nos une a todo lo que existe. Necesitamos despertar nuestro espíritu poético de su letargo, revivir nuestra energía joven y vital, reencontrar la sabiduría que nos deje vivir a pleno. ¡Todos debemos ser poetas!

Miremos las cicatrices de nuestro planeta herido; pensemos en los ecosistemas amenazados de extinción… Protejamos la Tierra, poniéndola al reparo bajo la exuberante «fronda del lenguaje» que nace en lo más hondo de nuestro ser. Para que sane la civilización moderna, nuestra tarea es devolver el lirismo humano a su justo y legítimo lugar.

Del ensayo titulado «Restablecer nuestras conexiones con el mundo», publicado en The Japan Times el 12 de octubre de 2006.

Sabiduría para ser feliz y crear la paz es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1Cranston, Edwin A.: A Waka Anthology, Volume One: The Gem-Glistening Cup (Antología de poemas waka. Volumen Uno: Un cáliz de gemas refulgentes), California: Editorial de la Universidad de Stanford, 1993, pág 236.