Parte 3: El kosen-rufu y la paz mundial
Capítulo 31: Una gran ruta hacia la paz mundial [31.4]
31.4 Un nuevo humanismo
En una conferencia que dio en la India, cuna del budismo, el presidente Ikeda analiza la evolución y las limitaciones del humanismo moderno, y expresa el ideal de un nuevo humanismo inspirado en las enseñanzas budistas.
En la sociedad humana, la fuerza del humanismo es la que ejerce la influencia más profunda a largo plazo. Sin embargo, ¿qué es ese humanismo que ha cobrado formas tan distintas a lo largo de la historia?
Hablamos de una idea cuya evolución puede analizarse desde muchos ángulos distintos. En primer lugar, quisiera señalar que, en Occidente, la tradición del humanismo individualista se desarrolló a lo largo del Renacimiento y de la Reforma protestante, y se erigió como pilar ético de la sociedad civil en la era moderna. En la segunda mitad del siglo XIX, cuando las contradicciones y limitaciones de esta modalidad de humanismo se hicieron evidentes, surgió el experimento del humanismo socialista.
Si bien estas diversas expresiones lograron liberar al género humano del yugo medieval a un «ser absoluto», la humanidad salió de esa sujeción para quedar librada a su propio egoísmo, o lo que el budismo llama el «yo inferior». La sociedad humana ha caído presa de los dictados volubles del deseo; los males resultantes de ello se expresan en la compleja serie de problemas que hoy nos afectan, como la brecha cada vez más pronunciada entre ricos y pobres, la destrucción ambiental y la disolución de los lazos sociales y comunitarios. […] El surgimiento de fundamentalismos de muy diverso cuño acaso sea el símbolo más claro de la profunda crisis que afecta a nuestro mundo posideológico.
Entonces, ¿dónde buscar la energía y la inspiración que nos motiven a salir del actual estancamiento? ¿Cómo iniciar la tarea de crear una civilización global de paz?
Me gustaría proponer un nuevo humanismo, que adopte una perspectiva cosmológica sobre lo que significa ser humanos, para trascender las limitaciones del humanismo que hemos conocido hasta hoy y hallar salida a la situación en que nos encontramos. Lo hago con base en los siguientes fundamentos: la ideología, que de una forma u otra ha estado en la raíz del humanismo moderno, tiende a subrayar el dualismo y el conflicto, y fomenta la discriminación y el rechazo a los otros. En cambio, la mirada cosmológica tiende a incluir y a abarcar a los demás; la tolerancia es inherente a la cosmología.
El humanismo basado en el Dharma que promovió Ashoka durante su reinado es un excelente ejemplo de cosmología inclusiva, que se expresa sucintamente en los pilares fundamentales de su gobierno: no matar y el respeto mutuo.
Aunque todo análisis sobre el principio de no matar debería realmente incluir otras formas de vida, además de los seres humanos, por el momento quisiera expresar la posición básica de que ningún individuo debería matar a otro, en ninguna circunstancia. Esto, creo yo, debería constar en el preámbulo de una Carta que el género humano podría aprobar en el siglo XXI.
La historia ha sido manchada demasiadas veces con sangre derramada en nombre de la justicia. La Revolución francesa, por ejemplo, ha sido un acontecimiento seminal en el desarrollo del humanismo moderno. Y, sin embargo, ¿cuántos inocentes perdieron la vida ajusticiados por la guillotina? De manera análoga, la intención original del humanismo socialista quedó trunca en el curso de su grandioso experimento, que cobró decenas de millones de vidas en sacrificio. Esta también es otra de las verdades históricas inapelables del siglo XX.
Pero este sufrimiento no debe repetirse jamás. Así pues, la primera cláusula de un nuevo humanismo debe ser la abstención absoluta de atentar contra la vida humana. La justicia acompañada de violencia y de matanza, cualquiera sea la lógica o el razonamiento que se emplee para disfrazarla, es falsa y está vaciada de principios. Como declaró Rabindranath Tagore durante toda su vida, un dios que exige el sacrificio de vidas es una deidad falsa.
¿Cuál es, entonces, la debilidad subyacente a las diversas expresiones del humanismo que han prevalecido hasta ahora?
Aunque no es este el espacio o el momento para abordar un análisis completo y riguroso, me gustaría expresar, sucintamente, que la falla fundamental del humanismo, hasta la fecha, ha sido no poder creer y confiar plenamente en el ser humano.
Esto permite entender la importancia de la segunda política de Ashoka: el respeto mutuo. Cuando la desconfianza en la humanidad se dirige contra uno mismo, el sujeto se «desempodera». Y cuando se dirige contra los demás, provoca un rechazo al diálogo que, en última instancia, desemboca en la violencia. La desconfianza genera desconfianza. El odio fomenta más odio. ¿Y cómo puede romperse este ciclo letal? Creo necesario, en este punto, abogar por un humanismo holístico o incluso cosmológico, que reconozca al individuo la capacidad de percibir y de abarcar todo el cosmos, volviéndola digna de la más profunda reverencia.
Esta visión, en la India, ha florecido de diversas formas a lo largo de los milenios; desde la sabiduría de los Upanishads hasta las enseñanzas del buda Gautama.
El Sutra del loto, pináculo de las enseñanzas del buda Gautama, representa la cristalización suprema de esta filosofía, porque este sutra enseña a la gente a abandonar su apego a las diferencias y a tomar conciencia de la «gran tierra de la vida» que nos sustenta a todos. Cuando nos situamos en ese terreno común, las diferencias dejan de ser una causa de conflicto; en cambio, obran enriqueciendo la forma en que experimentamos la vida.
De la conferencia titulada «Un nuevo humanismo para el siglo venidero», pronunciada en la Fundación Rajiv Gandhi, India, el 21 de octubre de 1997.
Sabiduría para ser feliz y crear la paz es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.