Sabiduría
Un buda se caracteriza por ser una persona de profunda sabiduría. La idea de sabiduría es fundamental para el budismo. Pero la sabiduría puede ser un concepto vago y esquivo, difícil de definir y más difícil aun de encontrar. ¿Cómo se hace uno sabio? ¿Es la sabiduría algo que podemos desarrollar activamente, o debemos simplemente esperar volvernos más sabios a medida que envejecemos? Tal vez sea porque la sabiduría es un concepto tan indeterminado que ha perdido valor como un ideal relevante en la sociedad moderna, que en cambio ha llegado a dar mucha importancia a la información y al conocimiento.
Josei Toda identificó la confusión entre el conocimiento y la sabiduría como uno de los principales defectos de la sociedad moderna.
Su crítica se explica claramente en el asombroso progreso de la tecnología en el siglo pasado. Si bien el desarrollo científico y tecnológico ha mostrado solo un resultado irregular en el alivio del sufrimiento humano, sí ha triunfado notablemente en su capacidad y eficiencia para desatar la muerte y la destrucción.
Toda comparó la relación entre el conocimiento y la sabiduría con la de una bomba de agua y el agua en sí. Una bomba que no sea capaz de extraer el agua (conocimiento sin sabiduría) sería de poca utilidad..
La sabiduría es aquello que dirige el conocimiento hacia el bien, hacia la creación de valor.
Esto no significa negar la importancia del conocimiento. Pero el conocimiento puede ser utilizado para generar tanto una destructividad extrema como el bien más profundo.
La sabiduría es aquello que dirige el conocimiento hacia el bien, hacia la creación de valor.
Las enseñanzas budistas, como el concepto de las cinco clases de sabiduría, describen y analizan en detalle la dinámica de la sabiduría y cómo se manifiesta en los diferentes niveles de nuestra conciencia.
Cuando la sabiduría funciona en nuestra vida, tiene el efecto de permitirnos superar las perspectivas arraigadas de nuestro pensamiento habitual y llegar a una visión fresca y holística de una situación dada. Podemos hacer una evaluación amplia de los hechos, percibir la esencia de un problema y dirigir un rumbo seguro hacia la felicidad.
El budismo también compara la sabiduría con un espejo claro que refleja perfectamente la realidad tal como es. Lo que se refleja en este espejo de sabiduría es la interrelación y la interdependencia de nuestra vida individual con toda la vida. Esta sabiduría disipa la fuerza que divide a las personas y despierta en nosotros mismos, un sentido de igualdad empática con todos los seres vivos.
El término “Buda” describe a una persona que manifiesta libremente esta sabiduría inherente. Y lo que hace que esta sabiduría brote en nuestras vidas es el amor compasivo.
El budismo ve al universo, y a la vida misma, como una manifestación del amor compasivo: el entretejido de los “hilos” de los fenómenos interdependientes, que dan origen y nutren la vida en todas sus manifestaciones maravillosas y variadas.
Enseña que el propósito de la vida humana es ser un participante activo en los procesos compasivos del universo, enriqueciendo y mejorando el dinamismo creativo de la vida.
Por lo tanto, es cuando actuamos con amor compasivo que nuestra vida coincide con la fuerza vital universal y manifestamos nuestra sabiduría inherente. La acción de alentar y compartir la esperanza con otros nos despierta a una identidad más grande y más libre más allá de los límites estrechos de nuestro ego. La sabiduría y el amor compasivo son, pues, inseparables.
Cuanto más profundamente nos esforzamos por desarrollar un espíritu altruista, más se eleva la sabiduría de Buda dentro de nosotros.
El centro de la práctica budista es el autocontrol, el esfuerzo por “convertirse en el amo de la mente”. Esta idea implica que cuanto más profundamente nos esforzamos por desarrollar un espíritu altruista, más se eleva la sabiduría de Buda dentro de nosotros y más poderosamente, a su vez, podemos dirigir todas las cosas, nuestro conocimiento, nuestros talentos y las particularidades únicas de nuestro carácter, hacia el fin de crear felicidad para nosotros y para los demás.
Hablando en la Universidad Tribhuvan en Nepal en 1995, Daisaku Ikeda comentó: “Ser maestro de la propia vida significa cultivar la sabiduría que anida en lo más recóndito de nuestro ser y que brota en profusión inextinguible solo cuando nos impulsa la determinación benevolente de servir a la humanidad y de luchar por la felicidad de la gente”.
Si la historia humana debe cambiar y ser redirigida desde la división y el conflicto hacia la paz y una ética subyacente de respeto por la santidad de toda vida, son los seres humanos quienes deben cambiar. La comprensión budista de la sabiduría del amor compasivo puede servir como una base poderosa para tal transformación.
[Cortesía de la edición de SGI Quarterly de enero de 2003].