Una respuesta budista a la crisis climática
El siguiente texto es un extracto del discurso pronunciado por el titular de la SGI del Reino Unido, Robert Harrap, en un seminario web titulado «Bodisatvas para la Tierra: una respuesta budista a la crisis climática» organizado por la SGI de este país en la etapa previa a la COP26, conferencia sobre el cambio climático que se celebrará en Glasgow, Reino Unido, en noviembre de 2021.
El budismo siempre ha contemplado la interrelación entre todas las cosas; en tal sentido, el Buda enseñó que si no tomamos en cuenta el mundo circundante surgirían dificultades. El respeto por el entorno es un principio que se remonta a los inicios del budismo.
El fundador de la Soka Gakkai, un educador llamado Tsunesaburo Makiguchi, escribió Geografía de la vida humana, una obra publicada en 1903, en la que se refirió a la relación ética y espiritual entre el ser humano y su medioambiente.
Daisaku Ikeda, tercer presidente de la Soka Gakkai, ha presentado artículos, documentos y propuestas sobre este tema a lo largo de varias décadas, los cuales han contribuido en gran medida a la preparación de esta conferencia.
Por último, la SGI (Soka Gakkai Internacional) ha venido sensibilizando activamente acerca de estos temas de diferentes maneras y, en particular, a través de exposiciones como «Semillas de la esperanza», que ha sido exhibida en distintos puntos del mundo.
Interrelación: la metáfora de la red de Indra
Poco después de alcanzar la iluminación, el Buda explicó que todos los fenómenos se interrelacionan a través de una enorme y compleja red de elementos superpuestos que interactúan mutuamente. Esta correspondencia mutua se explica de diferentes formas. Una de ellas es la metáfora de la red de Indra.
En las enseñanzas budistas, se describe una gigantesca red suspendida sobre el palacio de la deidad Indra, en cada uno de cuyos nudos hay una joya engarzada. La red esplendía por los brillantes colores de las joyas. Cada gema contiene y refleja la imagen de todas las demás que hay en la red. Y estas, en su totalidad, resplandecen magníficamente. Al tirar de una sola cuerda de la red, todas y cada una de las joyas irradian un bellísimo fulgor. No hay parte de la red que no se vea afectada. Esta metáfora nos transmite que, en la vida, todos nosotros estamos íntimamente relacionados y que nuestra conexión con el entorno es también muy cercana.
El budismo no ve las relaciones entre todas las cosas del universo como una imagen estática, sino como el latido dinámico de la vida creativa. Además, esta metáfora se utiliza para explicar que una persona puede afectar positivamente a toda la trama de vínculos indisolubles que mantienen unidas todas las formas de vida, y, a su vez, cómo una persona puede generar cambios en los más diversos ámbitos de la sociedad, en la humanidad entera y en la naturaleza.
La inseparabilidad entre la vida y su entorno
Nuestra relación con el medioambiente a menudo se explica a través del principio de la inseparabilidad del sujeto (o la vida) y el medioambiente (esho funi en japonés). Nichiren Daishonin, el fundador del budismo Nichiren, escribió: «[E]l ambiente es como la sombra; nuestra vida, como el cuerpo. Sin cuerpo, no puede haber sombra. Y sin vida, tampoco puede haber ambiente. De igual modo, la vida adquiere forma a través del ambiente».
Debemos tener claro que esto no sugiere una jerarquía en cuanto a que el cuerpo es superior y la sombra inferior. La clave de este símil es que cuando el cuerpo se mueve, la sombra responde al instante.
Básicamente, el medioambiente y el yo son dos cosas, pero según la visión budista, en un nivel más profundo, son indisolubles. El budismo sugiere que se trata de algo más que una simple relación de beneficio mutuo, y que estas dos cosas, aparentemente diferentes, tienen el mismo origen.
La «e» de esho significa eho o medioambiente, que se refiere el lugar donde me encuentro; «sho» de esho representa a shoho, entidad de vida independiente o el ser individual. Funi es la contracción de una frase más larga que se traduce como «dos, pero no dos». Por lo tanto, esta expresión significa que el ser individual, -el yo-, y el entorno, parecen que son dos entes pero, en realidad, están tan profundamente interrelacionados que son inseparables.
Un principio llamado «tres mil aspectos contenidos en cada instante vital» nos dice que tanto el individuo como el entorno son inherentes a un solo momento, por lo que cada uno contiene al otro y, al mismo tiempo, el uno impregna al otro.
De hecho, desde la perspectiva del budismo, tanto el yo como el medioambiente, surgen de lo que llamamos ley universal o fuerza vital cósmica. Aunque parecen ser dos fenómenos separados, en esencia, son uno porque ambos emergen del mismo núcleo de vida universal.
Para explicar estas complejas ideas de un modo más simple, podemos decir que el medioambiente refleja lo que está sucediendo en nuestras vidas y que nuestras vidas se ven profundamente afectadas por lo que ocurre en el ambiente. El mensaje positivo de este principio esho funi, es que nos muestra la capacidad de las personas para influir y reformar su entorno a través de un cambio interior, o bien del desarrollo de un estado de vida elevado.
Un sutra budista dice: «si el corazón de las personas es impuro, su tierra también lo es, pero que si su corazón es puro, igualmente puro es el sitio en que viven. No existen, en sí mismas, una tierra pura y otra impura; la diferencia sólo reside en el bien y el mal que hay en nuestro interior».
A fin de aclarar la cuestión del bien y el mal que hay en nuestra mente, y lo que podemos hacer cuando está orientada al mal, el budismo Nichiren enfatiza la importancia del estado de vida del individuo y, colectivamente, el de una sociedad. Esto se explica utilizando un principio denominado los «diez estados» en el que se expone que cada uno de nosotros responde a lo que nos sucede en la vida mediante la manifestación de uno de los diez diferentes estados o condiciones de vida enunciados en este principio.
Si bien somos capaces de llevar a cabo acciones negativas y destructivas cuando estamos motivados por la codicia, la ira y la estupidez; con la práctica del budismo Nichiren podemos elevar nuestro estado de vida y revelar la condición de vida del bodisatva caracterizada por la compasión y el altruismo, así como el estado de Buda, una condición de vida positiva y dinámica.
La dignidad de la vida
En el diálogo entre Daisaku Ikeda y Hazel Henderson, publicado como Planetary Citizenship (Ciudadanía Planetaria -traducción tentativa-), Ikeda comenta:
«El budismo considera que un vasto cosmos existe en lo profundo de la vida humana. Este cosmos contiene un tesoro, una bondad sin límites, llamado reverentemente «naturaleza de Buda». Esta naturaleza radiante es inherente a todos los seres vivos. Cada cosmos interior es uno con el gran universo exterior en constante desarrollo. En términos budistas, el gran universo y el yo, el gran macrocosmos y el microcosmos, son uno.
»Dado que el yo y todos los fenómenos son uno, todas las cosas están interrelacionadas. Esta enseñanza, denominada origen dependiente, explica que todas las cosas tejen un todo único en el que los individuos viven en relación con todos los demás.
»En otras palabras, todo ser y todo fenómeno existen u ocurren debido a su relación con otros seres y fenómenos, y nada en el mundo humano o no humano existe en forma aislada. Todas las cosas están mutuamente relacionadas y son interdependientes con todas las demás. Todo ello forma un gran cosmos que mantiene los ritmos de la vida».
Esta idea también aparece en La nueva revolución humana de Ikeda:
«El budismo no considera a los seres humanos como amos de la Tierra, cuyo destino es conquistar y subyugar a la naturaleza y a toda otra forma de vida. En cambio, entiende que el universo es una única entidad viviente, de la cual los humanos son solo una pequeña parte, un microcosmos dentro del macrocosmos, por así decirlo. Para el budismo, los seres humanos y toda otra forma de vida, como también el medioambiente y los fenómenos que los rodean, constituyen una red de relaciones armoniosas e interdependientes, que sirve para sustentar y mantener la vida. . .».
Nuestras acciones deben cimentarse en el principio básico de la dignidad humana. Tenemos que enfocarnos en esta toma de conciencia.
Oración abarcadora, transformación interior y diálogo
En el año 2020, los miembros de la SGI del Reino Unido estudiaron el tratado fundamental de Nichiren «Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra» o en japonés, Rissho ankoku ron. Este texto, escrito en 1260 en Japón a modo de diálogo, explica que los principios filosóficos en los que se sustentaba el gobierno fracasaron a la hora de proteger a la gente común. Al reemplazar esa forma fallida de gobernar por un modelo basado en la dignidad de la vida, expone Nichiren, las personas serían más felices y la tierra se volvería más segura. Podemos ver en este escrito un proceso de tres etapas que Nichiren desea que asimilemos y apliquemos.
Habiendo explicado los sufrimientos de las personas que habían experimentado plagas, fenómenos meteorológicos extremos, terremotos y la amenaza de una invasión, Nichiren habla de un remedio que consta de tres partes: oración, transformación interior y el poder del diálogo para influir positivamente en los demás. Este texto estructurado como una conversación nos muestra la manera en que alguien preocupado por el estado del mundo es persuadido para ir en busca de las profundidades de su propio potencial interior y animar a otros a hacer lo propio.
Nichiren inicia el proceso de transformación poniendo de manifiesto la importancia de poseer un enfoque amplio, incluso global: «Si a usted le importa su seguridad personal, debe ante todo orar por el orden y la tranquilidad en los cuatro sectores del territorio, ¿no lo cree así?»
En lugar de centrarnos en nosotros mismos, en nuestras familias o en nuestra área local, debemos ampliar nuestra conciencia y orar por los cuatro sectores: el mundo entero. En cuanto al proceso de transformación interior, Nichiren da a conocer qué debemos hacer y, luego, describe su impacto en el mundo que nos rodea: «Por eso, debe modificar enseguida los principios que abriga en su corazón (…). Si lo hace, los tres mundos se convertirán en tierra de Buda, y ¿dónde se ha visto que una tierra de Buda decline?»
Revolución humana
«Modificar los principios que abrigamos en nuestro corazón» describe el proceso de transformación interior que, en la Soka Gakkai, lo llamamos revolución humana. El presidente Ikeda ha dicho al respecto:
«Una gran revolución humana de un solo individuo propiciará un cambio en el destino de una nación, y aún más, permitirá cambiar el destino de toda la humanidad».
¿Cómo llevamos a cabo esta revolución humana? En Elige la vida, el libro que compila el diálogo mantenido entre el historiador británico Arnold Toynbee e Ikeda, este último expresó que uno debe idear una forma de aprovechar el poder que se encuentra a un nivel más profundo que la conciencia. El significado de realizar nuestra revolución humana yace en que accedamos al reservorio de la naturaleza de Buda y revelemos las cualidades de Buda a través de nuestras acciones en la vida cotidiana. En la tradición budista de Nichiren, la forma de hacerlo es recitar la frase Nam-myoho-renge-kyo, legada por Nichiren como la clave para convocar y manifestar el poder positivo que se encuentra en los niveles más profundos de nuestra vida. Cuando recitamos esta frase con la determinación de ver una transformación en el mundo que nos rodea, extraemos las cualidades del Buda para que estas permeen todas nuestras acciones en nuestra vida diaria.
¿Qué podemos hacer?
Como individuos, podemos seguir la indicación de «pensar globalmente y actuar localmente». Se puede tener más cuidado con lo que consumimos, obtener nuestro alimento y otros bienes de consumo de manera consciente, responsable y sostenible. Podemos desperdiciar menos, reducir, reutilizar y reciclar. Podemos seguir las diez recomendaciones que se encuentran en el sitio web «Actúa ahora» de las Naciones Unidas y, si ya las estamos llevando a la práctica, tenemos la certeza de que marcamos una diferencia. Y procuremos que nuestra familia y amigos también las conozcan puesto que se refieren al reciclaje y la reutilización, así como a pasar menos tiempo en la ducha, desconectar dispositivos eléctricos y reflexionar acerca del origen de nuestra ropa.
También puede resultar muy valioso obtener alentadores puntos de vista de las propuestas de paz anuales que realiza Daisaku Ikeda. Si bien están dirigidas a la ONU, también contienen sugerencias sobre acciones que cada uno de nosotros puede llevar a cabo en su día a día. Además, estos documentos son increíblemente esperanzadores, positivos e inspiradores.
Como individuos tenemos voz. Podemos presionar a los políticos, tanto locales como nacionales, alentar políticas positivas y oponernos a aquellas que no sean razonables. Podemos apoyar el desarrollo de los lugares que se encuentran en transición hacia modelos sostenibles, así como otras iniciativas locales. Incluye también muchas otras propuestas.
En su propuesta de paz de 2015, en una sección dedicada a la rehumanización de la política y la economía, el presidente Ikeda afirma que la fuerza impulsora más importante es la solidaridad ciudadana. Menciona su amistad con la destacada investigadora en estudios sobre la paz, la fallecida Elise Boulding, y su creencia de que es fundamental dedicar un esfuerzo denodado al desarrollo de cada integrante de la comunidad. Sin embargo, es posible que nos preocupe que esto no parezca importarle a mucha gente. Ante esto, Ikeda recuerda que Elise Boulding sostenía:
«[…] la dirección futura de una sociedad suele estar definida por la acción de un 5% de personas activas y comprometidas. Este 5% es lo que, en última instancia, transforma la cultura en su totalidad. Su convicción me infundió una gran esperanza».
Solo necesitamos el 5% para estar activos y comprometidos en la transformación de nuestra dirección futura. Es posible que necesitemos salir al encuentro de otras personas que compartan nuestras preocupaciones y nuestra determinación de emprender acciones sabias y compasivas.
Hay mucho trabajo por hacer, por lo que cada uno de nosotros debe pensar en lo que puede hacer como individuo, como parte de nuestros grupos de la sociedad civil, junto a otras personas y agrupaciones de ideas afines.
Profundicemos la convicción que nos proporciona la comprensión de estos principios budistas. Podemos generar un cambio y podemos marcar una diferencia positiva.
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