Fe en el futuro: La juventud reflexiona sobre la COP27
En noviembre de 2022, líderes y negociadores de todo el mundo se reunieron en la COP27 (27.ª Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), celebrada en Sharm el Sheij, Egipto. Fue un encuentro muy esperado, una oportunidad vital para abordar el problema cada vez más urgente del cambio climático y sus impactos. Emi Hashimoto de la Oficina de Información Pública de la Soka Gakkai de Tokio, y Lucy Plummer, vicerresponsable de Mujeres Jóvenes de la División de Estudiantes de la SGI del Reino Unido, asistieron a las reuniones como representantes de la sociedad civil. A continuación, ellas comparten sus reflexiones.
La importancia de sentarse en la mesa de negociaciones
Emi Hashimoto, Oficina de Información Pública de la Soka Gakkai
En la COP27, el ambiente era electrizante: se podía sentir la pasión y la determinación de la gente por garantizar la aplicación de las decisiones tomadas en la COP26, celebrada en Glasgow el año pasado. Las expectativas eran altas, sobre todo en el tema de Pérdidas y Daños, un mecanismo para compensar los perjuicios causados por el cambio climático a los países vulnerables. Resultó inspirador ver cómo las negociaciones continuaban hasta altas horas de la noche.
Muchas de las personas con quienes tuve la fortuna de hablar se refirieron a la importancia de dialogar con representantes de diferentes etnias, nacionalidades, géneros o generaciones. Esto se vio en el primer Pabellón de la Infancia y la Juventud, uno de los más concurridos de la conferencia, donde los actos fueron organizados y dirigidos por los jóvenes. Allí estuvieron numerosos oradores prominentes para compartir su sabiduría y alentar a los jóvenes activistas climáticos.
¿Qué lleva a la juventud a participar en la COP?
Los jóvenes que intervinieron en los distintos eventos fueron igual de inspiradores. Me asombró su valentía y su determinación para cambiar el mundo. Muchos de aquellos con los que hablé, y cuyas presentaciones escuché, no empezaron queriendo ser activistas climáticos, sino que se vieron empujados a comprometerse por lo que veían a su alrededor, en sus propias comunidades. Un joven compartió la experiencia de haberlo perdido todo debido a las inundaciones; otra contó que fue testigo de cómo cambiaba el medio ambiente en el que creció a causa del impacto de la crisis climática; otros explicaron que se hicieron activistas cuando supieron que los defensores medioambientales de sus países estaban desapareciendo y siendo encarcelados solo por alzar la voz.
Una joven activista comentó que resulta injusto delegar la responsabilidad de salvar el planeta en los jóvenes; de hecho, muchos de ellos manifiestan sentir tensión y agotamiento psicológicos debido a la enorme expectativa. Continuó diciendo que, en lugar de pensar en el mundo como algo grande, ella lo veía como sus seres queridos y su comunidad. Argumentó que, si cada uno de nosotros se encarga del lugar que ocupa en el mundo, entonces, todos juntos, podremos salvarlo.
El presidente Daisaku Ikeda menciona a menudo la importancia de propiciar el desarrollo de la juventud y animarla a tomar la iniciativa. En la COP27, comprobé la manera en que esta idea se ponía en acción y sentí esperanza.
Muchos defensores del medio ambiente son indígenas que ven cómo los intereses económicos impulsados por la codicia y la falta de previsión amenazan sus territorios y su modo de vida. Fue doloroso oírlos hablar de la pérdida de su cultura, de sus tierras ancestrales. Si se ignora la voz de un grupo, es fácil, luego, ignorar a los demás; por eso el diálogo es crucial.
Somos uno con el medio ambiente. No nos pertenece, sino que lo tomamos prestado, y por eso todos y cada uno de nosotros somos responsables y debemos actuar.
En el budismo hablamos de respetar la dignidad de la vida. Trabajar para evitar la destrucción del mundo tal y como lo conocemos es la forma de demostrar que no solo valoramos nuestra vida, sino también la de los demás. Somos uno con el medio ambiente. No nos pertenece, sino que lo tomamos prestado, y por eso todos y cada uno de nosotros somos responsables y debemos actuar.
Hablar no es suficiente. Como afirma un dicho: «Si no tomas decisiones, otros lo harán por tí». Por eso es importante que nos aseguremos de que todas todas las voces sean escuchadas e incluidas en los debates. La acción colaborativa es necesaria, y las decisiones que tomamos no solo nos afectan a nosotros, sino también a quienes nos rodean y a quienes vienen después.
Este espíritu de colaboración y apoyo se reflejó en la sesión plenaria de los Pueblos, donde las personas de todos los ámbitos del quehacer humano, etnias, creencias y credos se unieron en solidaridad para la Declaración de los Pueblos por la Justicia Climática.
Todavía queda mucho por hacer, pero al contar con más personas que alcen la voz poniéndose en acción, aún hay esperanza de que podamos lograr un cambio y lo haremos.
La fe de los jóvenes juega un papel importante
Lucy Plummer, vicerresponsable de Mujeres Jóvenes del Departamento de Estudiantes de la SGI del Reino Unido
Hice los estudios de posgrado y me especialicé en desarrollo sostenible porque quería contribuir a la sociedad. Estudié la cooperación entre la juventud y las Naciones Unidas en el tema del cambio climático, una cuestión que Daisaku Ikeda ha tratado en numerosas ocasiones en sus propuestas de paz anuales.
En su propuesta de 2022, el presidente Ikeda señala la importancia de la participación de los jóvenes en los debates sobre el cambio climático y en los procesos de toma de decisiones, y este es exactamente el ámbito que he estado explorando. Durante mis estudios, entrevisté a jóvenes activistas del cambio climático de nueve países que habían sido partícipes de los esfuerzos de la ONU, y sobre la base de dichos intercambios, hice recomendaciones a la organización internacional, a los ministros y a los responsables políticos sobre cómo trabajar eficazmente con la juventud.
Justo cuando estaba culminando mis estudios de máster, la SGI del Reino Unido participó en la COP26, que tuvo lugar en Glasgow, en 2021. Pude asistir y, durante una rueda de prensa internacional, realicé una presentación en nombre de la Soka Gakkai sobre el significativo compromiso de los jóvenes.
Desde la COP26, no se había atendido de manera suficiente a la contribución de los jóvenes creyentes en el ámbito del cambio climático, y, en la COP27, yo tenía previsto tratar esta cuestión centrándome en sus acciones climáticas y en la religión. Junto con la Red de Jóvenes Católicos para la Sostenibilidad Medioambiental en África, la SGI del Reino Unido pudo colaborar en la celebración de un acto paralelo que puso de relieve este tema, y que se dio en llamar: «Acción global interreligiosa de los jóvenes sobre el cambio climático: Reunir, debatir, empoderar y actuar». En el evento se presentó la voz de más de 10 jóvenes de diversas organizaciones confesionales de todo el mundo.
¿Cuál es el papel de la fe?
El compromiso de los jóvenes creyentes es importante porque la fe puede ser una poderosa fuente de inspiración y motivación para emprender acciones basadas en principios éticos y humanistas, como la compasión por los que sufren, la conciencia de una humanidad común y la armonía. Por el contrario, la sociedad moderna se inclina por una toma de decisiones que prioriza los beneficios económicos, materiales y políticos, a menudo, a costa del bienestar de las personas y del medio ambiente. Creo que capacitar a los jóvenes creyentes significa permitir que los principios éticos y humanísticos se conviertan en la fuerza motriz de la humanidad. Esto es importante para transformar las tendencias fundamentales de la sociedad y pasar de la competición a la colaboración y del egocentrismo a la solidaridad.
Durante la COP27, el Comité de Enlace Interreligioso, que coordina las actividades de las organizaciones confesionales en el marco de la CMNUCC (Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), me invitó a reunirme con su secretario ejecutivo adjunto Ovais Sarmad.
Le informé sobre los comentarios y sugerencias que los jóvenes hicieron en un diálogo interconfesional llamado Diálogo de Talanoa de la COP27. También le formulé la idea de un Consejo de la Juventud de la ONU que presentara propuestas desde la perspectiva de los jóvenes a los jefes de Estado y de Gobierno de la ONU, como había propuesto Daisaku Ikeda, y me mostró su comprensión.
Creo que la fe es muy importante para alimentar el espíritu, para construir un carácter firme y resistente.
Para continuar realizando aportaciones positivas a la sociedad hace falta un espíritu resiliente. Debido a la enormidad de la crisis mundial, no es raro que los jóvenes activistas experimenten una sensación de agotamiento. Creo que la fe es muy importante para alimentar el espíritu, para construir un carácter firme y resistente. La resiliencia será aún más necesaria para vivir felices en un mundo complejo con retos cada vez mayores, tales como el cambio climático y todas sus repercusiones.
Pero lo más importante es que la resiliencia resulta crucial para generar esperanza. Las personas que tienen esta capacidad albergan esperanza y encuentran la fuerza y el valor para seguir adelante. Un manantial inagotable de esperanza, que tiene como fundamento la fe en la bondad de la humanidad, es el sello distintivo de todas las grandes religiones, y creo que aquí yace la contribución única de los jóvenes creyentes.
Poco después de la COP26, me invitaron a formar parte del primer Consejo Religioso Juvenil del Reino Unido en el marco de la iniciativa Fe para la Tierra del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). A medida que trabajamos juntos por un futuro sostenible, los jóvenes creyentes de todo el mundo seguiremos ampliando el círculo de amistades y de solidaridad, y nos esforzaremos por allanar el camino para que más personas sean agentes de cambio activos en la escena mundial.
Adaptado del artículo publicado el 23 de diciembre de 2022, Seikyo Shimbun, Soka Gakkai, Japón.