Volumen 30: Capítulo 6, Juramento 101–110
Juramento 101
En la noche del 18 de febrero, mil quinientos miembros de la División de Jóvenes participaron con entusiasmo en el festival cultural realizado en el Teatro Coliseo, en Buenos Aires. El festival, que fue declarado de interés municipal, se desarrolló bajo el tema: «Crisol de razas, melodía de esperanza».
El secretario general de las Naciones Unidas, Boutros Boutros-Ghali, envió un mensaje de felicitación, y muchas personalidades de la sociedad argentina estuvieron presentes, entre ellos el expresidente Arturo Frondizi, el intendente de Buenos Aires y los rectores de la Universidad Nacional de Córdoba, la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y la Universidad Nacional de La Matanza. Asimismo, asistieron representantes de la SGI de diez naciones de América Latina y de España.
Uno de los invitados, visiblemente conmovido, dijo: «En la Argentina, la mayoría somos descendientes de gente que ha emigrado de distintos países de Europa, y esta diferencia ha causado fricciones ocasionalmente. En algunos casos, el apego al lugar de origen es tan grande que incluso llega a interferir en la concienciación de que todos somos argentinos. El tema del festival, “Crisol de razas”, expresa nuestro profundo deseo de integración».
Manifestó que fue emocionante e inspirador ver un maravilloso ejemplo de armonía.
Otro invitado mencionó que la formación de ciudadanos globales en que se centraba la SGI debía ser también el interés de los habitantes del mundo actual.
El escenario había sido dispuesto como si fuera un avión. El festival representaba el despegue de la Argentina hacia el inmenso cielo de la paz del mundo y del género humano.
Se inició con un desfile de banderas, seguido por las presentaciones de la banda de pífanos y percusión, el coro, el grupo futuro y los enérgicos bailes modernos, todas interpretadas por los jóvenes y las muchachas que sostendrán en sus hombros el porvenir. Seis bailarines del Teatro Colón, una de las salas de ópera más importantes del mundo, interpretaron una elegante danza.
El clímax del evento fue el número musical conjunto de dos grandes maestros del tango argentino: Osvaldo Pugliese y Mariano Mores.
Todos los asistentes quedaron cautivados, incapaces de creer lo que estaban presenciando: un acontecimiento que bien podría llamarse el «evento del siglo», un «sueño hecho realidad». Fue una ocasión muy especial ya que después de la última presentación del señor Pugliese en noviembre de 1989, en la que puso fin a sus siete décadas de carrera como pianista y compositor, se había comentado que nunca más saldría al escenario.
Shin’ichi estaba profundamente agradecido por el gesto de consideración de estos destacados artistas.
Juramento 102
El 15 de febrero, tres días antes del festival cultural, Mariano Mores había visitado el Teatro Coliseo, donde los jóvenes de la SGI de la Argentina estaban haciendo los preparativos del evento, y se había dirigido a ellos diciendo: «El 18, fecha en que se realizará el festival, es mi cumpleaños, pero no pienso celebrar con una fiesta. En cambio, haré una actuación dedicada al presidente Yamamoto y a todos ustedes».
Cuando el señor Mores escuchó sobre la actividad, se mostró feliz por la idea y prometió su participación, diciendo que ofrecería su total apoyo.
Shin’ichi se había encontrado por primera vez con el Maestro y su esposa Myrna en abril de 1988, cuando el artista argentino estuvo en Japón para una gira patrocinada por la Asociación de Conciertos Min-On afiliada a la Soka Gakkai. En esa ocasión, el señor Mores había expresado su deseo de dedicarle una pieza musical. Por su parte, Shin’ichi le propuso plantar en un sitio donde se avistase el monte Fuji un árbol de cerezo en memoria a Nito, el hijo de la pareja, quien había fallecido cuatro años atrás.
Poco después, Mariano Mores obsequió a Shin’ichi su obra titulada «Ahora».
Osvaldo Pugliese había visitado Japón en 1989 para realizar su concierto de despedida, que también estuvo auspiciado por la Asociación de Conciertos Min-On. En dicha oportunidad, Shin’ichi había conocido en persona al señor Pugliese y a su esposa Lidia. En su conversación, el Maestro transmitió su intención de componer un tango en homenaje a Shin’ichi. Y posteriormente, tal como lo había prometido, le dedicó la composición titulada «Tokio luminoso», a la cual Shin’ichi sugirió poner como subtítulo «Oda a la amistad».
Al día siguiente de la visita del señor Mores, el 16 de febrero, vino al teatro junto con su orquesta el señor Pugliese para ensayar el número que presentaría en el festival. Entre los instrumentos que había traído estaba también su piano predilecto. Y ante la sorprendida mirada de todos, el Maestro, de 87 años, trató de empujar ese piano hasta su sitio. Los miembros estaban asombrados. No se imaginaban que esta gran figura del tango vendría a ensayar y mucho menos que lo verían mover por sí mismo el piano.
Tanto Osvaldo Pugliese como Mariano Mores se solidarizaron con el tema del festival organizado por jóvenes animados del afán de paz, y ofrecieron su incondicional apoyo y colaboración, respondiendo así a la amistad de Shin’ichi.
La amistad fomenta la unión de las personas. Hablar de «amistad» es hablar de «paz».
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Osvaldo Pugliese y Mariano Mores, dos gigantes del tango argentino, encantaron a los espectadores con su increíble actuación conjunta.
Profundamente conmovido, Shin’ichi aplaudió con entusiasmo al final de cada una de las interpretaciones expresando sus felicitaciones y aliento. Asimismo, compuso un poema para conmemorar la actividad:
Cielo y tierra se regocijan
ante la celebración del
Festival Cultural de los Jóvenes de la SGI;
las deidades celestiales de la Argentina
danzan de dicha y júbilo.
Al día siguiente, el 19 de febrero por la tarde, se llevó a cabo la primera reunión general de la SGI de la Argentina en un local situado en las afueras de Buenos Aires. Asistieron alrededor de dos mil quinientos miembros provenientes de todo el territorio argentino, así como representantes de tres naciones de América Latina y de España.
Durante el encuentro, la Universidad Nacional de Córdoba, la casa de estudios superiores más antigua del país, le confirió a Shin’ichi un doctorado honorario.
En sus palabras, el rector Francisco Delich se refirió a los emprendimientos de Shin’ichi para establecer y difundir un nuevo humanismo y señalar, de este modo, que es posible la integración de los países Orientales y Occidentales. El rector manifestó: «Él nos ha demostrado que los seres humanos podemos superar los conflictos que surgen de las diferencias culturales y religiosas, y que podemos entablar amistades que trascienden los regionalismos, las distancias y el tiempo. Este mensaje universal de paz y amistad unirá al género humano, prevaleciendo sobre toda clase de fronteras, incluso las que la ignorancia limitante traza en nuestra mente».
En la reunión general los miembros dieron la bienvenida con presentaciones folclóricas. El rasgueo de la guitarra y el zapateo, junto con las canciones y los bailes típicos, contagiaron alegría y vitalidad al público. Los compañeros de la Argentina expresaron con todo su ser la dicha de haber podido finalmente recibir a Shin’ichi en su país, a 29 años de haberse formado el primer cabildo.
Antes y después del encuentro, Shin’ichi posó junto a la comisión organizadora y a los diversos grupos para tomarse fotografías con ellos y les brindó aliento. Los niños y jóvenes con quienes se encontró durante aquellas jornadas, con el tiempo se convertirían en los grandes líderes de ese país en el siglo XXI.
El aliento es la fuerza que impulsa el desarrollo.
Juramento 104
El viaje de Shin’ichi Yamamoto por la paz continuó.
El 20 de febrero de 1993, partió de la Argentina para dirigirse al Paraguay, el siguiente destino en su travesía para abrir nuevos horizontes del kosen-rufu. Era la primera vez que visitaba este país de hermosos bosques y ríos, surcado por el caudaloso río Paraguay y los numerosos afluentes que nutren el suelo y la vida de sus habitantes.
En el aeropuerto, le dio la bienvenida el intendente de Asunción, quien le hizo entrega de una placa con el emblema de la ciudad.
Al día siguiente, 21 de febrero, Shin’ichi participó en la primera reunión general de la SGI del Paraguay realizada en el Centro Cultural, a la que asistieron setecientos miembros y, al atardecer, en un encuentro para conmemorar el trigésimo segundo aniversario del movimiento por el kosen-rufu en el Paraguay. Lo primero que hizo Shin’ichi al llegar al Centro Cultural fue dirigirse a los niños.
«Estoy feliz de encontrarme con ustedes —les dijo—, cuando sean grandes, por favor, vengan a Japón. Los estaré esperando».
Durante la reunión general, Shin’ichi nombró a los pioneros que construyeron las bases de la organización en el país y les agradeció a cada uno su inapreciable labor. También fue citando los nombres de las organizaciones locales: el distrito Amambay,1 los cabildos Santa Rosa, Encarnación, Yguazú y Asunción, y expresó su gratitud a sus integrantes por los incansables esfuerzos que estaban haciendo.
El movimiento del kosen-rufu en el Paraguay había comenzado con los inmigrantes japoneses que se establecieron en esta nación haciendo frente indescriptibles adversidades.
Aunque los miembros de la SGI del Paraguay no eran muchos en número, todos, incluyendo los primeros integrantes que llegaron de Japón, habían trabajado con empeño para crear profundos vínculos con la gente y se habían merecido la confianza dentro de la sociedad.
Cuando se llevó a cabo la «Exposición Internacional de Dibujos Infantiles» en la ciudad de Asunción en 1990 (patrocinado conjuntamente por la SGI del Paraguay y el Ministerio de Educación y Culto), se contó con la asistencia del presidente Andrés Rodríguez.
Asimismo, con motivo de la visita de Shin’ichi al Paraguay, la Dirección General de Correos dispuso el uso de matasellos conmemorativo durante los días de su estadía en el país. La resolución señalaba que la SGI era una sociedad creadora de valores registrada como organización no gubernamental de las Naciones Unidas, cuya finalidad es realizar acciones en favor de la paz y promover la comprensión de los pueblos y el respeto de la cultura. Además, expresaba que la visita del Presidente de la SGI sería «objeto de demostraciones de aprecio y simpatía de parte de las autoridades nacionales y organizaciones afines a la misma», y que la Dirección General de Correos deseaba adherir al acontecimiento mediante esta disposición.
Todas estas muestras de reconocimiento hacia la SGI no eran sino el resultado de los perseverantes esfuerzos de los miembros para contribuir a la sociedad.
Juramento 105
En la reunión general, Shin’ichi afirmó: «¡Las funciones benevolentes del universo protegen a aquellos que avanzan con valentía!».
Y, destacando la postura de levantarse solo, prosiguió: «No es el número de personas lo que cuenta. Si un individuo se pone de pie con una seria determinación, puede brindar felicidad a todas las personas con quienes establece vínculos y también transformar positivamente su entorno. Para ello, es de vital importancia hacer daimoku y esfuerzos concretos avizorando esas metas».
Haciendo resplandecer el sol de la fe en su interior, los miembros de la SGI irradian a su alrededor y en la comunidad una revitalizadora luz de esperanza, y están construyen una red de armonía humana basada en la amistad y el aliento mutuo. Este es el camino seguro para el logro del kosen-rufu, y demuestra la importancia de la labor pionera de la SGI.
Con el deseo de que los miembros se mantengan firmes en su práctica budista y jamás permitan que se extinga la llama de su fe, Shin’ichi enfatizó: «Pase lo que pase, no se desalienten por los altibajos de la vida. Traten de adoptar una perspectiva a largo plazo y sigan avanzando con paciencia.
»A quienes tienen hijos en edad escolar, quiero recordarles que la principal actividad de ellos, en este momento, es el estudio. Ellos deben dar la máxima prioridad al estudio mientras aprenden los aspectos fundamentales de la fe; esta será para sus hijos la manera de poner en práctica las enseñanzas del budismo en su vida cotidiana.
»Es necesario transmitir la fe a las siguientes generaciones, pero quienes deben tomar la decisión son ellos. Por nuestra parte, los adultos, sigamos mostrándoles con nuestro ejemplo que al entonar Nam-myoho-renge-kyo podemos superar cualquier problema que se nos presente. No tienen por qué sentirse ansiosos ni preocuparse excesivamente; déjenlos crecer a sus anchas, a su propio modo».
La alegría de los miembros estalló en el encuentro realizado al atardecer. Los cantos de los grupos corales de la División Femenina y de los niños resonaron jubilosos. También se presentó la tradicional «Danza de la botella» con el acompañamiento de una animada música.
El reconocido guitarrista paraguayo Cayo Sila Godoy, un amigo de la organización, participó en la actividad y tocó una pieza que había compuesto especialmente para esa ocasión: «Fantasía japonesa».
Los jóvenes integrantes de la Banda Musical y de la Banda de Pífanos y Percusión interpretaron «Hombuka» (Canción de la sede central del Paraguay), tonada que los miembros venían cantando desde los inicios del movimiento en dicho país y que contenía un sinfín de recuerdos imborrables.
Juramento 106
Shin’ichi Yamamoto había planeado visitar Brasil en 1974. Pero los malentendidos y los prejuicios respecto a la Soka Gakkai en la sociedad brasileña de ese entonces, hicieron que se le rechazara la solicitud de visa y tuviera que suspender el viaje.
Los integrantes de la Banda Musical de la SGI del Paraguay, con el deseo de interpretar frente a Shin’ichi y transmitirle el espíritu de los miembros paraguayos, se habían dirigido a Brasil. Desafortunadamente, ellos tampoco pudieron obtener la autorización para entrar al país, no obstante, llegaron en autobús hasta las Cataratas del Iguazú, un lugar turístico en la frontera.
«¡Toquemos aquí! —exclamaron— ¡Nuestros corazones llegarán seguramente a Sensei!».
Ellos ejecutaron los instrumentos con todas sus fuerzas, como si quisieran desafiar el rugido de las aguas.
10 años más tarde, en 1984, Shin’ichi finalmente había regresado al Brasil después de 18 años. Los compañeros del Paraguay, que acudieron en dicha ocasión, con sus corazones henchidos de felicidad, cantaron «Hombuka» ante Shin’ichi:
Al son de vientos los arboles se mecen,
tierra roja trasponiendo el bosque
traspirados rostros de aquellos amigos
que nos acompañaron para poder abrir
el camino hacia la colonia.2
Cuando terminaron la presentación, Shin’ichi les había dicho: «¡Qué maravillosa canción! Sentí en ella la resuelta determinación que los anima. La próxima vez, sin falta iré al Paraguay».
Nueve años habían pasado desde aquel acontecimiento y, por fin, ese día había llegado.
En el encuentro realizado al atardecer, Shin’ichi aplaudió con entusiasmo la actuación de las bandas musicales de las divisiones juveniles y les manifestó: «¡Muchas gracias! ¡Mi corazón late haciendo eco al corazón de ustedes!
»Es mi deseo que mis queridos jóvenes den continuidad al legado de los miembros pioneros y remonten el vuelo libremente hacia el cielo de su misión en el siglo XXI. Por favor, aspiren a volar más alto que yo. Cuando lo hagan, la corriente del kosen-rufu se convertirá en un caudaloso río que nutrirá a todos los pueblos del mundo».
El 22 de febrero, Shin’ichi se reunió con el presidente Andrés Rodríguez en el Palacio de Gobierno y obsequió al mandatario un poema titulado «La corriente de un gran río del pueblo».
Juramento 107
Después de su encuentro con el presidente Rodríguez, Shin’ichi se dirigió al Ministerio de Relaciones Exteriores donde se llevó a cabo una ceremonia en la que recibió la Orden Nacional al Mérito en el Grado de Gran Cruz. En sus palabras, el Canciller se refirió a las actividades que Shin’ichi vino realizando por la paz: «Sus esfuerzos, basados en su convicción de que el sincero diálogo es el único medio que permite eliminar la discriminación y lograr la paz duradera y el entendimiento mutuo a escala global, son un ejemplo para la humanidad».
Ese mismo día, 22 de febrero, Shin’ichi participó en un acto en la Universidad Nacional de Asunción, cuya Facultad de Filosofía le confirió un doctorado honorario.
Al día siguiente, 23 de febrero, viajó a su siguiente destino: Chile.
Shin’ichi dedicó un poema a los miembros de Paraguay:
El firmamento y la tierra
y sus ríos caudalosos
evocan la Tierra del Buda.
¡Amigos míos, Bodhisattvas de la Tierra,
jamás los olvidaré!
El avión que salió del Paraguay sobrevoló la cordillera de los Andes. Bajo sus ojos se extendían picos de nieve que reflejaban el dorado sol del atardecer.
Chile sería el quincuagésimo país que Shin’ichi visitaría. Cada uno de sus viajes alrededor del globo había sido una lucha intensa por el kosen-rufu, una travesía en la que había dado todo de sí para escribir nuevas páginas en la historia.
En el día de Año Nuevo de 1952, un año después de haber asumido la segunda presidencia de la Soka Gakkai, Josei Toda compuso el poema que dice:
Zarpemos ahora,
audaz el corazón,
para llevar la Ley Mística
a los lejanos confines
de la India.
Y unos diez días antes de su fallecimiento, había llamado a Shin’ichi a su lado y le había contado que había soñado que viajaba a México:
«Todos estaban esperando». «Ansiaban conocer el budismo de Nichiren Daishonin. ¡Cuánto quisiera viajar por el mundo en una jornada por el kosen-rufu!», le había dicho Toda… Y, haciendo acopio de fuerzas había agregado: «Shin’ichi, tu desafío es el mundo; allí está tu verdadero escenario. ¡Debes vivir al máximo y recorrer el orbe!».
Josei Toda deseó la felicidad del género humano y el logro del kosen-rufu mundial, pero nunca pudo salir de Japón. Shin’ichi grabó en lo profundo de su corazón estas palabras de Toda, y haciendo propio los anhelos de su maestro, recorrió el mundo transmitiendo a las personas de todas las latitudes las enseñanzas del budismo del sol.
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Shin’ichi Yamamoto había asumido como tercer presidente de la Soka Gakkai el 3 de mayo de 1960, cuando había trascurrido poco más de dos años del fallecimiento de su mentor Josei Toda. Cinco meses después, el 2 de octubre, había emprendido su viaje a ultramar.
Al llegar a su primer destino, Hawái, se encontró con que no estaban allí los miembros que supuestamente lo estarían aguardando, debido a errores en la información. También hubo giras en que se vio atormentado por grandes malestares y fiebre elevada. Y sitios donde, a causa del desconocimiento acerca del movimiento de la Soka Gakkai, debió alentar a los miembros bajo la vigilante mirada de las autoridades.
Shin’ichi había recorrido los países de América, Asia, Europa, Oriente Medio, África y Oceanía, con el deseo de que todas las personas lograsen su felicidad.
También visitó varias naciones socialistas donde construyó puentes de amistad y de intercambios culturales.
Para hacer realidad el anhelo de Nichiren Daishonin de llevar a cabo el kosen-rufu mundial, entregó todo su ser a la empresa de recorrer el orbe entero sembrando las semillas de paz y felicidad de la Ley Mística. Fueron travesías en las que estuvo siempre acompañado por Josei Toda, en que mantuvo un permanente diálogo con el maestro presente en su alma.
Chile sería el quincuagésimo país que visitaría.
Un poema afloró en su mente:
Sobrevuelo
las cumbres nevadas de los Andes
mientras en ellas se derrama
la lumbre magnífica del ocaso
y proclamo: «¡He vencido!».
Poco después, sobre las montañas, avistó la Luna en cuarto creciente, y Venus, bella y centelleante. Al rato, el cielo comenzó a llenarse de innumerables luces fulgurantes. Shin’ichi sintió como si las deidades celestiales también estuvieran celebrando la ocasión.
El 24 de febrero, el día siguiente de su llegada al país, Shin’ichi fue distinguido como «Visita Ilustre» en un acto realizado en el Salón de Honor del Palacio Consistorial en Santiago de Chile. En la resolución se lee que la visita constituía «una especial oportunidad para cimentar una humana comprensión entre Japón y Chile, además de consolidar los lazos de amistad que pueden unir los valores fundamentales del hombre».
Luego de la ceremonia, Shin’ichi se dirigió al Centro Cultural en Santiago y participó en la primera reunión general de la SGI de Chile. Los miembros lo recibieron con gran alegría. Ellos sentían que el largo invierno de Chile llegaba por fin a su término, un invierno en que debieron enfrentar grandes incertidumbres económicas y abusos de los derechos humanos causados por la dictadura militar. Había llegado la primavera llena de esperanzas.
Juramento 109
En 1973, se había producido un golpe militar en Chile. Las calles habían sido ocupadas por tanques y soldados armados, y sobre la ciudad volaban aviones de combate. La vivienda de la pareja que estaba a cargo de la organización chilena había sido expuesta al fuego de las ametralladoras durante los enfrentamientos. Las paredes de la segunda planta quedaron totalmente acribilladas, pero el matrimonio que había permanecido en la sala de Gohonzon en el primer piso se había salvado.
El país estaba bajo estado de sitio, sin embargo, preocupada por los miembros, la pareja salía todos los días a la calle para ir a verlos, casa por casa. Como estaba suspendida la libertad de reunión, cada visita era una oportunidad para improvisar «encuentros familiares» sobre el budismo.
Incluso después, durante muchos años, las reuniones de la organización les estaba permitido siempre y cuando tuvieran el permiso de las autoridades y solamente en el Centro Cultural. Pero esto no hizo decaer el ánimo de los compañeros, que hablaban acaloradamente sobre las maravillas del movimiento de paz que impulsa la SGI con los policías que venían a inspeccionar.
Uno de los miembros que le contó a Shin’ichi las circunstancias que vivieron en ese entonces, manifestó con gran emoción: «En el Japón, los presidentes Makiguchi y Toda lucharon resueltamente por el kosen-rufu en tiempos de guerra, bajo la mirada inquisitiva de la “policía ideológica”. Además, usted nos infundía valor permanentemente con su cálido aliento. Al saber que nuestro mentor estaba consciente de todo, sentíamos que nos llenábamos de energías».
Llevando en su corazón a su maestro, los miembros de Chile siguieron dedicándose con gran empeño al kosen-rufu. No se dejaron vencer porque su mentor estaba presente dentro de ellos.
Finalmente pudieron reunirse con total libertad en cada cabildo y distrito, cuando fue restablecida la democracia hace tres años.
Con el deseo de que Shin’ichi visitara Chile, por mucho tiempo ellos habían venido orando y entregándose a las actividades incansablemente, esperando con ansias la llegada de ese día.
A pesar de que la inestabilidad política continuaba y el territorio del país era extenso —más de cuatro mil doscientos kilómetros de longitud, de norte a sur—, los miembros habían perseverado en sus esfuerzos por promover el kosen-rufu, trabajando juntos, haciendo uso de toda su sabiduría e ingenio. Shin’ichi se sentía profundamente conmovido cuando pensaba en el tremendo desafío de esos compañeros.
Aquí, en Chile, que es uno de los países más alejados del Japón, estaba surgiendo también una corriente ininterrumpida de Bodhisattvas de la Tierra.
En el Centro Cultural, Shin’ichi se dirigió a los integrantes de la División Futuro quienes le dieron la bienvenida: «Muchas gracias por el recibimiento. He venido de Japón, el país vecino que está al otro lado del océano».
Los ojos de los niños brillaron llenos de curiosidad.
Juramento 110
En las palabras que pronunció durante la primera reunión general de la SGI de Chile, Shin’ichi alabó los inapreciables esfuerzos por el kosen-rufu de los miembros en todo el territorio chileno: «Ustedes, que han trabajado arduamente sin dejarse vencer ante las adversidades, están acumulando sin falta inmensos beneficios tan grandes como la majestuosa cordillera de los Andes».
Asimismo, mencionó que Chile era el quincuagésimo país que visitaba.
Hace treinta y tres años (en octubre de 1960), estaba haciendo los preparativos del viaje por la paz avistando la imponente figura del monte Fuji. Y hoy se encontraba en Chile, en las antípodas de Japón, donde se yergue el volcán Osorno conocido por su semejanza con el monte Fuji.
Él prosiguió con energía: «Estoy absolutamente seguro de que el señor Toda estaría muy feliz de ver su desarrollo. Pero nuestro emprendimiento apenas ha comenzado. ¡Llevándolos a todos ustedes en mi corazón, como si estuviéramos trabajando juntos día tras día, continuaré con ánimo exultante mis viajes por el orbe entero!».
Citando las palabras del Daishonin que dicen: «A los sabios puede llamárselos humanos, pero los desconsiderados no son más que animales»,3 Shin’ichi enfatizó la importancia de actuar de manera sabia y prudente. Explicó que la práctica del budismo Nichiren implicaba tener siempre en mente el futuro desarrollo del kosen-rufu, abrir el corazón para entablar relaciones cordiales y armoniosas con todas las personas, sean miembros o no, mostrando consideración y respeto, atesorando la amistad.
La fe equivale a la vida cotidiana y el budismo se manifiesta en la sociedad. Shin’ichi deseaba que los miembros comprendieran que, así como indican estos principios, el budismo era una religión abierta y basada en el espíritu de tolerancia y, por lo tanto, que jamás se debían crear muros entre la Soka Gakkai y la sociedad.
Por último, expresó sus mejores deseos de que cada uno conquiste una vida colmada de satisfacción, victorias y buena fortuna.
En el encuentro amistoso de la familia Soka que se llevó a cabo al término de la reunión, los niños presentaron el «Sau Sau», baile tradicional de la isla de Pascua, conocida por sus gigantescas estatuas de piedras. La Banda de Pífanos y Percusión interpretó la melodía japonesa «Ha llegado la primavera», y los integrantes de las divisiones juveniles bailaron la cueca, una de las danzas folclóricas más populares de Chile.
Estaban mostrando un dinámico crecimiento las jóvenes generaciones que habían tomado el legado espiritual de sus padres y de los miembros pioneros quienes abrieron el camino del kosen-rufu en este país. La organización en Chile rebosaba de esperanza y de un futuro promisorio.
- *1Los miembros del distrito Amambay habían viajado 600 kilómetros para participar de la reunión. El distrito estaba por convertirse en un cabildo.
- *2La letra original en japonés fue escrita por Kunio Yamamoto, miembro pionero de la SGI del Paraguay.
- *3Los escritos de Nichiren Daishonin, Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 893.