Parte 1: La felicidad; Capítulo 10:
La alegría en la vida y en la muerte [10.4]

10.4 La inseparabilidad entre la vida y la muerte

Basado en las enseñanzas del Sutra del loto, el presidente Ikeda esclarece la eternidad de la vida y señala que el nacimiento y la muerte establecen un ciclo interminable de estados activos y latentes.

Nacer y morir son aspectos diferentes de la vida. En otras palabras, la vida solo puede manifestarse en un ciclo de nacimiento y muerte.

El pensamiento de la gente común es que la vida empieza cuando nacemos y termina al morir. Pero la perspectiva budista trasciende este enfoque limitado y percibe la esencia de la vida de manera integral, tanto en su manifestación activa (existencia o nacimiento) como en su latencia inactiva (muerte). A partir de esto, ¿cómo vislumbra el budismo estos dos aspectos del nacimiento y la muerte?

El capítulo «La duración de la vida» del Sutra del loto menciona dicho ciclo en términos de una «pleamar» y «bajamar».1 El «reflujo» se refiere a la muerte y el «flujo», a la vida. Dicho capítulo, que revela la eternidad de la vida, señala que esta no desaparece al morir ni se inicia en el nacimiento. En el Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente, Nichiren Daishonin ofrece una visión mucho más profunda aún sobre la vida, al mencionar «la naturaleza originariamente inherente del nacimiento y la muerte».2

Según este principio, la «vida» es el estado en el cual nuestro ser se manifiesta activamente, y la «muerte» es el estado en que retorna a la latencia como potencial. Estas fases de nacimiento y muerte se alternan en un continuo sin fin. Esta es la verdadera naturaleza de la vida.

La suprema enseñanza del budismo, que considera el vivir como un estado activo y el morir como una fase latente, ofrece una visión profunda y magnífica sobre la eternidad de la vida.

Además, expone la inseparabilidad entre la vida y la muerte. La existencia es activada por una prodigiosa fuerza intrínseca. Cuando la vida en estado latente toma contacto con las causas y condiciones propicias, adquiere existencia manifiesta y adopta la forma dinámica de un ser vivo dotado de una compleja individualidad. Con el tiempo, esa vida lentamente avanza hacia la muerte. Pero al desintegrarse y entrar en una fase latente, acumula una energía potencial que espera la nueva fase siguiente de la existencia manifiesta.

Cuando llega este momento, esa energía potencial acumulada estalla y combustiona. Al cabo del tiempo, esa existencia también da por concluida la fase de actividad y vuelve a replegarse en la muerte; se fusiona con el universo y se recarga de energía con la fuerza vital de la totalidad cósmica, mientras espera la siguiente manifestación en una nueva existencia activa.

Esa es la naturaleza de la vida y la muerte inherente a todos los seres, y Nam-myoho-renge-kyo es la ley o fundamento que mantiene ese ritmo intrínseco del universo.

Del libro La herencia de la Ley suprema de la vida, de Nichiren Daishonin, publicado en japonés en el Seikyo Shimbun en abril de 1977.

La «sabiduría para ser feliz y crear la paz» es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.

  • *1Véase El Sutra del loto, Tokio: Soka Gakkai, 2014, cap. 16, pág. 225.
  • *2En el Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente, el Daishonin afirma: «También podemos decir que la no existencia (mu) y la existencia (u), el nacimiento y la muerte, el flujo y el reflujo, la manifestación en este mundo y el repliegue en la extinción, cada uno de estos aspectos son, en su totalidad, acciones de una naturaleza inherente que opera en forma eterna». (The Record of the Orally Transmitted Teachings [Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente], trad. ingl. Burton Watson, Tokio: Soka Gakkai, 2004, págs. 127-128.)