Parte 2: La revolución humana
Capítulo 20: Aliento para los jóvenes [20.21]
20.21 Dar paso a un nuevo amanecer de los derechos humanos
En el aniversario del 16 de marzo —Día del Kosen-rufu—, en 1991, el presidente Ikeda envió un mensaje a la División de Jóvenes. Allí se refirió a la ardiente declaración de derechos humanos formulada por Nichiren Daishonin, y exhortó a la juventud a continuar esa noble gesta.
Tengo aquí conmigo un libro publicado por la Unesco con motivo del vigésimo aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos [aprobada en 1968]. El volumen, titulado Birthright of Man (El derecho a ser hombre), es una recopilación de pensamientos sobre los derechos humanos de figuras de todo el mundo y de todas las épocas. Allí se incluye una cita de Nichiren Daishonin que aparece en La selección del tiempo. La frase enuncia una desafiante proclama al gobernante de facto del Japón, Hei no Saemon-no-jo, tras regresar a Kamakura luego de cumplir su exilio en la isla de Sado: «Aunque, por haber nacido en los dominios del gobernante, muestre que lo obedezco en mi forma de actuar, jamás lo obedeceré en mi fuero interno».1
El Daishonin dice: «Usted es la autoridad gobernante. Como tal, tendrá el poder de desterrarme y de devolverme la libertad. Pero no tiene el poder de controlar mi espíritu. Jamás seré esclavo de usted ni de nadie que ostente el poder».
Su declaración condensa un principio fundamental que rigió su existencia.
El Daishonin pasó toda su vida luchando contra el despotismo, sin más armas que la fuerza de su espíritu y de la razón. Lo que expresa en La selección del tiempo refleja cabalmente su confianza en sí mismo y su convicción: «En el ámbito político, usted podrá reinar, pero en el mundo espiritual, yo soy mi propio soberano».
Mientras reflexiono sobre estas palabras, evoco en mi corazón el rugido leonino de mi maestro, Josei Toda, y su digna aseveración en la ceremonia del 16 de marzo de 1958, donde anunció: «¡La Soka Gakkai es la soberana en el mundo de las religiones!».
Estas palabras nos inspiraron a todos los jóvenes a ponernos en marcha. Luchamos día y noche, hasta que las palabras del Daishonin, después de setecientos años, comenzaron a iluminar el mundo entero.
Bajo el luminoso sol de esta realidad, todas las insinuaciones e intrigas contra nuestro movimiento resultan ser efímeras como el rocío.
En la publicación de la Unesco, la frase del Daishonin aparece en un capítulo titulado «Limitaciones al poder».
Ni siquiera el poder terrenal más absoluto puede esclavizar el espíritu del ser humano, sofocar el clamor de la libertad o destruir la justicia. Pero, sobre todo, no puede ocultar la verdad durante mucho tiempo.
El libro es solo un ejemplo de la forma en que la vida de Nichiren Daishonin es reconocida como una contienda por los derechos humanos, y en que su gesta precursora en este terreno es valorada en el mundo.
La Soka Gakkai está perpetuando, en los tiempos modernos, esa misma contienda del Daishonin, y promoviéndola como un gran movimiento popular.
En Japón nunca se impulsó una lucha popular tan importante por los derechos humanos. Tal vez por esa razón, los japoneses solo tengan una percepción difusa de estos derechos, y les cueste tanto entender la noble trascendencia de nuestro movimiento.
A las personas indiferentes a los derechos humanos les resulta fácil vulnerarlos. Pero, finalmente, terminan descubriendo que ellos mismos también han sido privados de sus derechos fundamentales. No debemos permitir que surja una época así; en cambio, demos paso a un nuevo amanecer de los derechos humanos. Esta es la misión de los jóvenes… Esta es la misión de ustedes.
Del mensaje alusivo al 16 de marzo, Día del Kosen-rufu, publicado en el Seikyo Shimbun el 16 de marzo de 1991.
La sabiduría para ser feliz y crear la paz es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.
- *1Véase Birthright of Man: A Selection of Texts (El derecho a ser hombre: Colección de citas), edit. por Jeanne Hersch, París: UNESCO – ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS PARA LA EDUCACIÓN, LA CIENCIA Y LA CULTURA, 1969, pág. 127. El libro incluyó una traducción anterior de este pasaje, que decía: «Habiendo tenido el honor de nacer en su reino, mi cuerpo debe obedecer a Su Excelencia, pero mi espíritu no lo hará nunca». La traducción que se ha transcripto en el texto corresponde a La selección del tiempo, en END, pág. 607.