Parte 3: El kosen-rufu y la paz mundial
Capítulo 31: Una gran ruta hacia la paz mundial [31.16]
31.16 Revivir la cultura de la palabra escrita
El presidente Ikeda ha recalcado sistemáticamente la importancia que ha tenido la cultura literaria en el desarrollo y el progreso de la humanidad. Explica que un rasgo característico de las actividades de la Soka Gakkai es el espíritu de aprender de la palabra escrita.
Las actividades cotidianas de la Soka Gakkai reflejan la tradición de estudiar y de aprender juntos. Nuestros miembros, de todas las edades, son eternos estudiosos. Aprenden los escritos de Nichiren Daishonin en reuniones mensuales de estudio; también leen, escuchan y adquieren conocimientos seriamente en toda clase de encuentros.
En la raíz de las enseñanzas del Daishonin yace la noción de que todo lo que forma parte de nuestra vida y del mundo es, en sí, el budismo; «todos los fenómenos son la Ley budista».1
Por eso procuramos siempre leer y aprender de obras literarias de escritores magistrales, como Tolstói, Goethe o Víctor Hugo. Tratamos de adquirir conocimientos sobre economía y política, el arte y la música. Buscamos incrementar nuestra sabiduría y visión sobre todos los aspectos de la vida. Ese es nuestro espíritu. Y es allí donde encontramos la fortaleza de la Soka Gakkai. El término «gakkai», en definitiva, significa «asociación o sociedad pedagógica o de estudio».
Siempre he albergado la esperanza de que nuestros jóvenes, en particular, lean buenos libros y se familiaricen con la buena escritura.
Leer libros es, además, una forma de heredar el legado intelectual de la humanidad.
Mientras que la lectura estimula y expande nuestra mente, y nos ayuda a adquirir capacidades reflexivas y juicio crítico, mirar televisión es una forma muy pasiva de recibir información, y sus imágenes pueden ser engañosas.
Es necesario revivir la auténtica escritura que brota de lo más hondo del espíritu humano para contrarrestar la palabra escrita plagada de mentiras y de tergiversaciones deliberadas.
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Pasé los últimos años formativos de mi adolescencia en una época socialmente confusa y caótica, después de la derrota bélica. La guerra nos había quitado a los jóvenes la posibilidad de estudiar, así que estábamos ávidos de zambullirnos en nuevos conocimientos.
Junto a varios jóvenes de mi vecindario, formamos un club de lectura; había gran escasez de libros, de modo que nos prestábamos e intercambiábamos entre nosotros todo el material que caía en nuestras manos. Aunque era pobre, cuidaba mis libros como una de mis posesiones más preciadas. Los estantes de mi habitación tenían volúmenes clásicos y modernos de literatura de Oriente y Occidente, principalmente narrativa.
Mi deseo más ardiente era establecer una visión de la vida sólida y profunda. Así pues, cuando unos antiguos compañeros de escuela me invitaron a una reunión diciéndome que se iba a hablar sobre la «filosofía de la vida», acepté participar.
En ese primer encuentro conocí a Josei Toda, quien luego sería el segundo presidente de la Soka Gakkai. Me impresionaron fuertemente su personalidad y su amor profundo a las personas que sufrían. No exagero si digo que la mayor parte de mi educación, a partir de entonces, provino directamente del señor Toda.
Él siempre exhortaba a los jóvenes a disponer de tiempo para la lectura y la contemplación en su vida. Casi todos los días, me preguntaba qué libro estaba leyendo, en un tono tan estricto que, más que una pregunta casual, parecía un interrogatorio. Por eso, no me atrevía a presentarme ante el señor Toda sin haber avanzado en mis lecturas. Todo ese esfuerzo sincero en el estudio y en la dedicación a los libros luego se convertiría en mi mayor tesoro y fortaleza.
El señor Toda, una vez nombrado presidente de la organización, se dedicó de lleno a forjar a los miembros de la División de Jóvenes. Comenzó por hacernos leer diversas obras maestras de la literatura universal, como el Romance de los tres reinos, La orilla del agua, Historia de dos ciudades, El conde de Montecristo y Noventa y tres.
Nos pedía que contásemos nuestras impresiones y pensamientos; respondía a nuestras preguntas libremente y, a veces, incluía consejos individuales. De ese modo, nos fue formando a cada uno y ayudándonos a desplegar nuestro potencial. En el transcurso de esa capacitación, fue abarcando distintas clases de problemas que podíamos llegar a tener a lo largo de la vida.
Lo que un ser humano puede experimentar personalmente en su existencia tiene un límite. Pero la lectura nos permite incorporar las experiencias de otros en nuestra propia vida. Podemos aprender cuán profunda es la vida y cuán inmenso es el mundo; afinar nuestra comprensión de la naturaleza humana y cultivar la capacidad de observar y entender la sociedad.
En cada sesión con el señor Toda, los jóvenes crecíamos a pasos agigantados.
Leer es un tesoro de por vida. Es una fuente inagotable de alimento espiritual. Es el origen de todas las formas de conocimiento intelectual. Leer desarrolla nuestra capacidad de pensar y amplía nuestros horizontes.
Para crear un futuro promisorio, debemos aprender las buenas lecciones que nos ofrece la historia. El siglo XX fue, por un lado, un período de notable progreso material; pero el retraso en el progreso espiritual ha creado una situación que pone bajo amenaza la supervivencia de la humanidad. Por eso debemos hacer que el siglo XXI sea una era de gran desarrollo espiritual.
De Haha no mai (La danza de las madres), publicado en japonés en enero de 2000.
Sabiduría para ser feliz y crear la paz es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.
- *1The Unanimous Declaration by the Buddhas (La declaración unánime de los budas), en The Writings of Nichiren Daishonin, Tokio: Soka Gakkai, 2006, vol. 2, pág. 848.