Inseparabilidad de maestro y discípulo
La relación de maestro y discípulo es uno de los conceptos más esenciales de la filosofía budista, que tiene por meta guiar a las personas a la felicidad y al desarrollo. El lazo entre el mentor y el discípulo nace a partir del ferviente anhelo de luchar conjuntamente por la dicha del género humano.
En el Sutra del loto, aparece una representación simbólica del juramento que hacen los discípulos del Buda con este fin. De acuerdo al pasaje, cuando el buda Shakyamuni se encontraba realizando un sermón, la tierra se abre e irrumpen de ahí millares de bodhisattvas resplandecientes (seres que realizan prácticas altruistas y compasivas). Estos Bodhisattvas de la Tierra estaban firmemente decididos a consagrar sus existencias a corporificar las enseñanzas del buda Shakyamuni en los tiempos posteriores a su muerte. Con esta determinación juran que se esforzarán al máximo para salvar a las personas del sufrimiento a pesar de los obstáculos que presenten los tiempos caracterizados por la confusión, la decadencia y la corrupción espiritual.
El pasaje revela la profundidad de la relación que comparten el maestro y el discípulo en su ferviente deseo de luchar por la felicidad de la humanidad. Asimismo, es una alegoría de la transformación que experimentan los discípulos del Buda, de receptores pasivos de las enseñanzas a dinámicos adalides compasivos comprometidos a dar continuidad al camino trazado por el Buda.
Daisaku Ikeda escribe: “Este pasaje [del Sutra del loto], por cierto, describe la relación eterna del maestro y el discípulo que luchan juntos por hacer realidad la aspiración más profunda que pueda albergar un ser humano y toda forma de vida: la iluminación y la felicidad, tanto de uno mismo como de los demás. El verdadero mentor, en el budismo, es aquel que nos permite recordar y revivir esta aspiración. Por su parte, el verdadero discípulo es aquel que sigue la enseñanza de su mentor, que recuerda que esa aspiración suprema también es la suya, y que, convencido de esta verdad con todo su corazón, sin asomo de dudas, se lanza a actuar de acuerdo con las instrucciones de su maestro”. (IKEDA, Daisaku: “La inseparabilidad entre maestro y discípulo: El eterno lazo del maestro y el discípulo que dedican su vida al gran juramento del kosen-rufu”, Conferencias sobre el escrito La herencia de la Ley suprema de la vida, Daibyakurenge, abril 2007.)
Establecer un camino
La filosofía budista pone énfasis en el fortalecimiento del ser humano. La premisa fundamental del budismo es que toda persona tiene la capacidad innata de triunfar hasta en las circunstancias más adversas y superar el sufrimiento transformando las penas en motivo de desarrollo y fortalecimiento. Cada individuo tiene de manera inherente en su vida un manantial inacabable de valentía, sabiduría, amor compasivo y vitalidad creativa.
El maestro hace que el discípulo adquiera consciencia de su potencial y lo recuerde, y lo alienta a tener convicción en su capacidad inherente. El sucesor es inspirado por las enseñanzas y el proceder de su maestro; el ejemplo de vida del maestro es lo que permite al discípulo comprender el concepto abstracto de la iluminación. El mayor testimonio que el mentor brinda a su discípulo es su dedicación completa al empoderamiento de la gente y su dedicación sincera al bien de las personas.
El camino del desarrollo de la humanidad individual es el camino de la iluminación. Se trata de un camino que consiste en desarrollar coraje para enfrentar los desafíos de la vida, esmerarse en crecer como personas y actuar por el bien de la gente. El ejemplo del mentor se convierte en una importante clave para resolver cualquier duda y trascender barreras con valentía; es, además, un aliciente para el progreso en el camino hacia el logro de la Budeidad, plagado de obstáculos generados por una serie de tendencias negativas, tales como la complacencia, el temor, la arrogancia y el ocio. Ikeda afirma que la tarea de un maestro es ayudar a su discípulo a percibir sus debilidades y enfrentarlas con valentía.
Aunque el maestro sea un modelo para la práctica budista, esto no significa que el discípulo deba imitarlo. Lo importante es que rescate de su ejemplo, su postura y su perspectiva de vida. Esta interiorización del espíritu del maestro es lo que conduce al crecimiento ilimitado del discípulo. Desde la perspectiva del budismo, aunque el mentor está siempre dispuesto a orientar a su discípulo, es responsabilidad del sucesor buscar su guía y aprender de él.
Un maestro auténtico
¿Cuáles son las características de un verdadero maestro en el budismo? El mentor destaca por su noble consagración a guiar a todas las personas, sin excepción, a que logren superar los obstáculos y sean felices; y, por su esfuerzo perenne de buscar la verdad, y profundizar y actuar con sabiduría a lo largo de su vida. Asimismo, en el budismo, el maestro espera que su discípulo lo supere. Este anhelo ha sido representado en el pasaje del Sutra del loto de los Bodhisattvas de la Tierra, que emergen con una apariencia esplendorosa, superior a su maestro Shakyamuni. Solo de esta manera, adquiere continuidad interminablemente como una religión que prevalezca a través de los tiempos.
El papel del mentor es señalar un ideal y la forma de lograr dicho objetivo. El rol del discípulo es esforzarse por la consecución de dicho ideal, e inclusive engrandecerlo. El objetivo compartido y la lucha conjunta de maestro y discípulo es lo que establece el lazo entre ambos. El lazo basado en el compromiso compartido es lo que el budismo denomina unidad o inseparabilidad de maestro y discípulo, y constituye la savia vital del budismo. Si el discípulo no actuase como un agente impulsor en base al espíritu del maestro, el budismo perdería su poder transformativo.
Desarrollo y continuidad
El sólido lazo de maestro y discípulo ha sido mantenido por los tres primeros presidentes de la Soka Gakkai. La organización logró desarrollarse como un amplio movimiento gracias a dicha relación indivisible. Cada presidente de la Soka Gakkai se esforzó por ampliar la visión de su predecesor e impulsar el desarrollo del movimiento. Daisaku Ikeda (1928-2023) trabajó al lado del segundo presidente Josei Toda (1900-1958) durante la posguerra para fortalecer a millones de japoneses. Josei Toda fue encarcelado con su maestro Tsunesaburo Makiguchi (1871-1944), creador de la Soka Gakkai, negándose a abandonar las enseñanzas budistas a pesar del hostigamiento de las autoridades militaristas del Japón.
Ikeda desarrolló el movimiento religioso de la Soka a un plano internacional basado en la filosofía de sus dos predecesores, Makiguchi y Toda, dando un gran impulso en la promoción de la paz, la cultura y la educación. Daisaku Ikeda ha expresado en varias ocasiones su determinación de abrir caminos para el desarrollo de las próximas generaciones. Él destaca: “La relación entre el mentor y el discípulo puede compararse con la que existe entre una aguja y un hilo. El mentor es la aguja y el discípulo, el hilo. Cuando cose, la aguja va a la cabeza, pero al final, se vuelve innecesaria, y es el hilo el que queda y mantiene todo unido. (…) Creo firmemente que mi actividad más importante en esta fase esencial es completar el cimiento para ustedes”. (IKEDA, Daisaku: “Los jóvenes fénix”, La nueva revolución humana.)
El fiel compromiso por la felicidad de la humanidad es el corazón del budismo. Este ideal podrá ser concretado únicamente mediante el lazo inseparable de vida a vida del maestro y el discípulo.
[Cortesía de la revista SGI Quarterly, enero de 2010].