Tres mil aspectos contenidos en cada instante vital
La vida de cada persona contiene un potencial infinito; esta es la creencia fundamental del budismo Nichiren. El concepto budista de los “tres mil aspectos contenidos en cada instante vital” nos da una idea de cuántas posibilidades existen en cada momento de nuestra vida.
Si bien nos es posible aceptar teóricamente esta idea de potencial infinito, en la realidad, solemos sentir que nuestras posibilidades son limitadas, lo cual resulta, a menudo, de una visión estrecha de nosotros mismos y del mundo. La percepción de los valores o del sentido de propósito, aquello en lo que tendemos a enfocar nuestra energía o cómo definimos la felicidad, todo afecta a la forma en que percibimos y experimentamos nuestro entorno. Podemos vivir cómodamente inmersos en una visión limitada de nosotros mismos y de todo aquello que nos rodea, pero cuando nos veamos ante un problema u obstáculo, sufrimos por la sensación de agobio, indefensión y temor.
El principio de los tres mil aspectos contenidos en cada instante vital es una explicación analítica de que según las distintas percepciones, relacionadas con los valores, el sentido de propósito y la visión de la felicidad, nuestro entorno se nos presenta de manera diferente. Es una enseñanza que expone la forma en que la calidad de nuestro entorno está determinada por lo que consideramos felicidad y por el tipo de deseos que albergamos.
La práctica del budismo Nichiren nos permite recurrir a las inagotables reservas interiores de coraje, esperanza y resiliencia para superar los desafíos e ir más allá de lo que consideramos posible. Podemos además ayudar a otros a hacer lo mismo. La “budeidad” describe esta condición de vida dinámica y compasiva, y un Buda es alguien que ha establecido firmemente esta condición como su estado de vida predominante. La mayoría de las personas, sin embargo, desconocen esta posibilidad o la forma de concretarla.
El Sutra del loto revela la verdad última del budismo: todos podemos alcanzar el estado de budeidad. Basado en las enseñanzas de dicho sutra, el maestro budista chino del siglo VI, Zhiyi (el gran maestro Tiantai o T’ien-t’ai) desarrolló un sistema filosófico que denominó “tres mil aspectos contenidos en cada instante vital” (ichinen sanzen en japonés) para explicar por qué es posible lograr la budeidad. Este principio revela que cada existencia individual es un microcosmos del universo y que la condición de vida de un individuo, a cada momento, se ve reflejada en todos los aspectos de su vida, incluyendo la sociedad en la que vive y su entorno natural.
El número tres mil se refiere a la multitud de leyes a través de las cuales se manifiesta la realidad última.
Los diez estados
El primer componente de los tres mil aspectos es el principio de los diez estados, que describe el estado o la condición de nuestra vida. En orden ascendente y en función del grado de libre albedrío, amor compasivo y felicidad que uno experimenta son los siguientes: (1) infierno, (2) entidades hambrientas, (3) animalidad, (4) asuras, (5) seres humanos, (6) seres celestiales, (7) los que escuchan la voz, (8) los que toman conciencia de la causa, (9) bodisatvas y (10) budas.
En un tiempo se pensaba que estas condiciones vitales eran ámbitos fijos y estancos en los que nacían los seres humanos. Los primeros seis de los diez estados derivan de la idea de los “seis caminos”, un antiguo paradigma indio relacionado con la reencarnación. Se creía que el estado de vida concreto en el cual nacían las personas era inamovible de por vida y estaba determinado por las acciones realizadas en existencias pasadas, y que las personas repetían interminablemente el ciclo de nacimiento y muerte confinadas dentro de estos seis estados.
El budismo refinó el concepto de los seis caminos, explicando que no existen como estados externos, sino como estados internos.
El estado de infierno indica una disposición a la furia cuyo origen es la frustración intolerable por no poder lograr o ser lo que deseamos; vivimos sintiéndonos prisioneros del sufrimiento. El estado de las entidades hambrientas (también llamado estado de hambre) se caracteriza por el ansia insaciable. El estado de los animales (o de animalidad) se rige por una conducta compulsiva o instintiva, sin base en la razón o en la conciencia moral. El estado de los asuras se define por la animosidad y la perversidad; es una condición de egocentrismo desmesurado, que experimentan las personas obsesionadas por ser superiores a los demás. El estado de los seres humanos (o de humanidad) es una condición vital en la que aspiramos a elevar nuestra propia vida y nos esforzamos por controlar mediante la razón los numerosos deseos y pulsiones inherentes al ser humano, que pueden ser instintivos, sociales, intelectuales y espirituales, entre otros. En el estado de los seres celestiales lo que predomina es la satisfacción y la alegría, de haber consumado algún deseo por medio del esfuerzo. Sin embargo, este júbilo es transitorio y decrece con el paso del tiempo.
Nuestra propensión a habitar en un estado de vida concreto es el resultado de las causas que hemos hecho en el pasado, de acuerdo con la ley de causa y efecto, que abarca las existencias del pasado, presente y futuro. Más aún, experimentamos el mundo que nos rodea de acuerdo con nuestro estado de vida de ese momento. Por lo tanto, aunque diferentes personas pueden coexistir en el mismo lugar físico, el estado interno de su corazón, o la lente a través de la cual perciben la realidad, puede diferir enormemente.
El budismo enseña que si podemos alcanzar la sabiduría y la penetración necesarias para comprender la verdadera naturaleza de nuestra vida, podemos manifestar la budeidad, el supremo estado de vida caracterizado por un infinito amor compasivo, sabiduría y coraje inherentes en las profundidades de nuestro ser. Para ello, tenemos que realizar grandes esfuerzos por trascender los seis estados inferiores.
El budismo identifica otros tres estados más “elevados”: los estados de los que escuchan la voz, de los que toman conciencia de la causa y de los bodisatvas. Los estados de los que escuchan la voz y los que toman conciencia de la causa se caracterizan por la iluminación parcial, la conciencia de la transitoriedad de todas las cosas y la inestabilidad de una vida que transcurre dentro de los seis caminos. Las personas que viven en el estado de los que escuchan la voz, alcanzan este despertar escuchando las enseñanzas budistas, mientras que los que viven en el estado de los que toman conciencia de la causa despiertan a estas verdades por sí mismos. De manera similar, los que están en el estado de los bodisatvas buscan la verdad pero van un paso más allá al trabajar con amor compasivo por la felicidad de los demás.
El Sutra del loto aclara que el estado de la budeidad, al igual que los otros nueve estados, es inherente a todas las personas por igual, siendo, por lo tanto, un potencial abierto a todos en esta existencia. Esto contrasta con las enseñanzas distintas del Sutra del loto que establecen que los individuos deben llevar a cabo prácticas extenuantes durante innumerables vidas para adquirir gradualmente los atributos de un buda.
Posesión mutua de los diez estados
El Sutra del loto es también diferente a otras enseñanzas porque expone la posesión mutua de los diez estados, aclarando que cada uno de los diez estados, además de contenerse a sí mismo, contiene a los otros nueve. Esto indica que la vida no permanece fija en uno de los diez estados, sino que puede manifestar cualquiera de ellos en cualquier momento. Debido a este principio, podemos transformar nuestro estado de vida, pues aunque “vivamos en un estado” en particular, los otros nueve siguen latentes en nuestra vida.
El estado de vida que se manifieste en un momento dado depende de nuestra respuesta a las influencias del entorno. La condición de vida está sujeta a cambiar de un momento a otro, pero, desde una perspectiva más amplia, siempre hay uno o varios estados alrededor de los cuales gira nuestra actividad, y al cual tendemos a regresar.
La posesión mutua de los diez estados conlleva la idea de que todas las personas tienen el potencial de manifestar la budeidad en cualquier momento. A través del esfuerzo continuo en la práctica budista, –por la propia felicidad, por la eliminación de los prejuicios y creencias erróneas, y por el pulimiento de las cualidades innatas como la sabiduría y el amor compasivo– podemos fortalecer el estado de la budeidad inherente a nuestra vida. La budeidad no es una idea abstracta; se revela tangiblemente en nuestro comportamiento diario en forma de amor compasivo, sabiduría y a través de los esfuerzos por establecer la felicidad propia y ajena.
Alcanzar la budeidad no significa erradicar los nueve estados inferiores. Por el contrario, bajo la influencia de nuestra budeidad inherente, los aspectos positivos de estos estados se manifiestan, contribuyendo a construir la dicha para nosotros y para los demás.
Los diez factores de la vida
Junto con los diez estados y su posesión mutua, el siguiente componente de los tres mil aspectos es el principio de “los diez factores de la vida“. Así como los diez estados describen las diferentes expresiones de la vida, los diez factores detallan los elementos comunes a todas las cosas. Explican cómo la ley de causa y efecto activa cualquiera de los diez estados.
Toda vida posee los diez factores, en cualquiera de los diez estados. Los diez factores son: (1) apariencia, (2) naturaleza, (3) entidad, (4) poder, (5) influencia, (6) causa interna, (7) relación, (8) efecto latente, (9) efecto manifiesto, y (10) coherencia del principio al fin.
Los tres primeros factores (apariencia, naturaleza y entidad) describen la entidad de la vida, que manifiesta los diez estados. Los siguientes seis (poder, influencia, causa interna, relación, efecto latente y efecto manifiesto) aluden a la ley de causa y efecto, la forma en la que los diez estados se manifiestan en la entidad. Por lo tanto, una “entidad” de vida tiene atributos que pueden ser percibidos por los sentidos (apariencia) y atributos que no pueden serlo (naturaleza).
El décimo factor, la coherencia del principio al fin, significa que los diez factores son coherentes para cada uno de los diez estados. Aún más importante, esto significa que la budeidad, un estado de vida de felicidad inquebrantable, está presente en nuestra vida de manera inherente como una causa interna, y que, cuando entramos en contacto con una “relación” que desencadena el efecto de esa causa interna, podemos desarrollar y aprovechar al máximo el funcionamiento del estado de la budeidad en nuestra vida.
Los tres principios de individualización
El componente final de los tres mil aspectos son los “tres principios de individualización”. Esta noción considera la vida desde tres puntos de vista diferentes y explica de qué manera la vida se individualiza y se expresa en el mundo real como una manifestación diferenciada.
Los tres principios de individualización son: (1) el plano de los cinco componentes (forma, percepción, conceptualización, volición y conciencia). La forma corresponde al aspecto físico de la vida, y, los otros cuatro componentes, al aspecto espiritual, (2) el plano de los seres vivos (el ser vivo individual, formado por una unión temporal de los cinco componentes, que manifiesta o experimenta cualquiera de los diez estados), y (3) el plano del medio ambiente (el entorno individual que sustenta la existencia del ser vivo).
Entonces, los tres planos representan el mundo real del individuo. No están separados, sino que son un todo integral que simultáneamente se manifiesta en cualquiera de los diez estados.
De esta manera, nuestra condición de vida en cualquier momento dado está determinada por tres elementos: la posesión mutua de los diez estados (10 estados x 10 estados = 100 estados), los diez factores de la vida y los tres principios de individualización. Por lo tanto, las dimensiones que existen en este mundo son el número que resulta de multiplicar estos elementos, es decir, tres mil. Esto también significa que cualquier vida individual tiene el potencial de expresar tres mil dimensiones.
Las ilimitadas posibilidades de cada persona
El sistema filosófico de los tres mil aspectos contenidos en cada instante vital proporciona una base para la esperanza, ya que postula que nuestra realidad en cada momento es una función del estado de vida, y que, cuando esta condición vital cambia, el mundo, en sí, se nos presenta bajo una nueva luz. Además, es una filosofía que promueve el compromiso con los demás y con los desafíos de la sociedad, empoderándonos para enfrentar directamente los obstáculos y superarlos.
La vida es dinámica; cada momento es rico en posibilidades visibles e invisibles. Sobre todo el estado de budeidad existe de manera universal e inherente en todos los seres, y cuando dicha condición llega a ser nuestra realidad manifiesta surgen las posibilidades recónditas de la vida, las esperanzas más sublimes de la humanidad.
Nichiren dijo que el principio de los tres mil aspectos contenidos en cada instante vital constituía el corazón y la esencia de las enseñanzas del Buda y estableció una práctica para permitir a todas las personas experimentar el estado de la budeidad en su vida diaria. Esta práctica de recitar Nam-myoho-renge-kyo con fe en nuestra naturaleza inherente de Buda expresa en la vida del practicante, en términos reales, el principio de los tres mil aspectos contenidos en cada instante vital.