Volumen 30: Capítulo 6, Juramento 41–50
Juramento 41
Puesto que son los seres humanos quienes inician las guerras, no puede haber enfrentamientos a los que el ser humano no pueda poner término. Con esta firme creencia, Shin’ichi hizo su segundo viaje a la China. Zhou Enlai tenía grandes expectativas de encontrarse con él, y desoyendo las objeciones de los médicos lo recibió en el hospital donde estaba internado.
Shin’ichi tenía la certeza de que su afán de restaurar la paz entre la Unión Soviética y la China había llegado al premier Zhou.
El Premier chino estaba convencido de que el mundo se encaminaba hacia la conciliación y la amistad.
En la década de 1970, las tensiones internacionales daban muestras de una merma gradual, pero cuando las fuerzas soviéticas invadieron Afganistán para dar apoyo al régimen prosoviético en 1979, los países del Occidente recriminaron con dureza esta intervención. Para manifestar su repudio, varios países boicotearon los Juegos Olímpicos de Moscú, en 1980.
Por su parte, las naciones aliadas del bloque soviético hicieron el boicot de las Olimpíadas de Los Ángeles en 1984, para expresar su indignación a los Estados Unidos que había invadido la pequeña nación caribeña de Granados en 1983. Parecía como si el reloj hubiese dado marcha atrás; de hecho se hablaba de una “nueva Guerra Fría”.
Impulsado por el deseo de hacer algo para achicar la brecha entre ambos polos oponentes, Shin’ichi continuó esforzándose para concertar encuentros y dialogar con los líderes de los Estados Unidos y la Unión Soviética, e hizo además una serie de propuestas concretas como la de sugerir la celebración de un encuentro entre los mandatarios de los dos países en algún lugar neutral, como podría ser, por ejemplo, Suiza.
Quien cumplió un papel decisivo en la finalización de la Guerra Fría fue el presidente soviético Mijaíl Gorbachov. En 1985, Gorbachov, que era Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, implementó la nueva política de glásnost (apertura) y perestroika (reestructuración) que condujo a su país hacia un cambio radical: del estricto sistema comunista imperante a una mayor liberalización.
Asimismo, propulsando el “nuevo pensamiento”, Gorbachov reanudó el diálogo con los países del Occidente para tratar sobre la reducción armamentista. En noviembre de 1985, las puertas que habían permanecido cerradas por más de seis años se abrieron, y se concretó el encuentro entre los mandatarios de los Estados Unidos y la Unión Soviética, en Ginebra. Al enterarse de la noticia, Shin’ichi sintió que por fin habían llegado el momento que tanto había aguardado. Su anhelo largamente acariciado había tomado forma en la realidad.
Todas las diferencias pueden ser remontadas y llegar a acuerdos cuando el deseo de paz es serio. Esto es algo infalible así como los afluentes de los ríos terminan desaguando en el mar.
Juramento 42
Mijaíl Gorbachov ordenó la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán, donde la situación estaba estancada.
En diciembre de 1987, los Estados Unidos y la Unión Soviética firmaron un pacto que marcó un hito en la historia militar: el tratado de eliminación de misiles de alcance intermedio (INF).
Las reformas implementadas en la Unión Soviética se expandieron a otras naciones del este de Europa, como consecuencia de la cual se generó una gran ola de liberación y democratización que, finalmente, condujeron a la caída de los gobiernos comunistas en Polonia, Hungría, Checoslovaquia y otros países. Estos hechos históricos trascendieron como “las revoluciones de 1989”.
En Alemania Oriental, donde el movimiento reformador mostraba cierto retraso, los ciudadanos siguieron cruzando las fronteras para huir hacia la zona occidental. Hasta que el 9 de noviembre de 1989, un portavoz del gobierno anunció en una ronda de prensa que los ciudadanos alemanes tenían total libertad para desplazarse fuera de la ciudad. Esto había sido un error, ya que se suponía que él debía decir que, a partir del día siguiente, el 10 de noviembre, se emitirían en forma irrestricta visas para salir de Alemania Oriental.
Al escuchar la noticia, la gente se abalanzó a los puestos de control fronterizo, obligando a los guardias a levantar las vallas. La multitud irrumpió en Berlín Occidental, y, al mismo tiempo, comenzó a echar abajo el muro que dividía la ciudad. Esa marea emergente hacia la libertad y democracia era un proceso histórico irrefrenable.
A comienzos de diciembre de 1989, el presidente estadounidense George H. W. Bush y el secretario general soviético Mijaíl Gorbachov celebraron una cumbre en la isla mediterránea de Malta.
Por primera vez, ambos mandatarios aparecieron juntos en una conferencia de prensa para anunciar que se había dado comienzo a “una nueva era de paz” que marcaría, de hecho, el fin de la Guerra Fría.
El 22 de diciembre, fue abierta la Puerta de Brandeburgo, el símbolo de la Alemania dividida.
Shin’ichi vio el acontecimiento en los noticieros de la televisión y recordó su viaje a Berlín, en octubre de 1961. Frente a aquella misma puerta, mojada por la lluvia que acababa de cesar, había dicho a quienes lo acompañaban: “Estoy seguro de que dentro de treinta años, este muro ya no estará”.
Estas palabras habían salido de su convencimiento en que la consciencia, la sabiduría y el valor de las personas que anhelan la paz terminan imponiéndose siempre. Al mismo tiempo, era una afirmación que surgía de su determinación como budista, de dedicar su vida entera a la realización de la paz del mundo. Hoy, veintiocho años después de aquella reflexión, lo que había evocado se hacía realidad. El tiempo había dado un gran paso hacia adelante.
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Mijaíl Gorbachov inició movimientos hacia el desarme, implementó medidas para la reconstrucción económica del país y políticas de reforma para promover la democratización. Además, supervisó enmiendas constitucionales para introducir el sistema presidencial y adoptar el pluralismo político derogando el régimen del partido único. En marzo de 1990, él fue elegido primer presidente de la Unión Soviética. El mismo año, también le fue conferido el Premio Nobel de la Paz.
Gorbachov preveía las dificultades y la confusión que traería aparejado su histórico experimento social, la nueva política de la perestroika.
Durante el primer encuentro con Shin’ichi, el líder soviético había dicho: “Nuestra sociedad ha recorrido una trayectoria muy particular. En la Unión Soviética existen alrededor de ciento veinte idiomas, y la cantidad de grupos étnicos que conviven en ella es mucho más numerosa aún. Es una sociedad sumamente compleja. El primer cambio que introdujo la perestroika es el goce de las libertades. Pero ahora nos vemos frente a un desafío, que es cómo hacer uso de esa libertad”.
Quien ha estado en la oscuridad durante mucho tiempo, se ve encandilado por la luz del sol en cuanto sale de su confinamiento. De la misma manera, era de esperarse que en una sociedad donde no estaban arraigas las libertades esenciales ni la democracia, el goce de las libertades, causara confusión en la gente. Por otra parte, diversas fuerzas que pugnan en la sociedad empezarían a hacer requerimientos para satisfacer sus intereses.
Esta preocupación de Gorbachov era acertada. En diferentes regiones del país estallaron conflictos étnicos y la densa niebla del estancamiento económico oscurecía el panorama del proceso de cambio. Los funcionarios, en su afán de retener sus privilegios, buscaron derrocar a Gorbachov, y los partidarios de una reforma más radical aprovecharon la libertad que se les había otorgado para atacarlo aduciendo que él no estaba haciendo lo suficiente para cambiar el país.
Muchas repúblicas soviéticas comenzaron a adoptar movimientos separatistas de la Unión Soviética y los estados bálticos —Estonia, Letonia y Lituania— se constituyeron en estados independientes. La vorágine de los tiempos arrasaba todo con una fuerza mucho más grande de lo que Gorbachov había podido imaginar.
En junio de 1991, fue elegido primer presidente de la Federación Rusa Borís Yeltsin, quien proponía cambios más radicales.
En agosto, sin embargo, un grupo de políticos y militares de la facción conservadora del Partido Comunista organizó un golpe de Estado y Gorbachov fue puesto bajo arresto domiciliario en Crimea, donde se encontraba en ese momento.
En medio de estas furiosas olas del devenir histórico, Shin’ichi estuvo orando para que Gorbachov estuviese a salvo.
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El presidente Borís Yeltsin hizo un llamamiento para desbaratar el golpe de Estado, y con el apoyo de los sectores civiles que pugnaron por defender el movimiento de democratización, el intento de los líderes de la llamada “línea dura” fue sofocada.
Al ser liberado, Mijaíl Gorbachov regresó a Moscú pero el control de las fuerzas había pasado a las manos de Yeltsin y el curso de los acontecimientos se había acelerado.
En agosto de 1991, Gorbachov renunció al cargo de Secretario General del Partido Comunista y declaró la disolución de la Comisión Central del Partido Comunista. En setiembre, El Consejo Estatal de la Unión Soviética reconoció la independencia de los tres estados bálticos, y en diciembre, Yeltsin, en representación de Rusia, junto con los mandatarios de Ucrania y Bielorrusia declararon oficialmente la constitución de la Comunidad de Estados Independientes (CEI). Once repúblicas soviéticas firmaron el tratado manifestando su acuerdo; la Unión Soviética fue oficialmente disuelta y Gorbachov anunció su dimisión como presidente de la Unión Soviética.
Setenta y cuatro años después de la revolución bolchevique, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el estado líder del bloque oriental, desaparecía arrasada por las corrientes de la historia.
Gorbachov, el primer presidente de la Unión Soviética, fue duramente criticado, pero su determinación y sus acciones resueltas introdujeron una fresca brisa de libertad y democracia en el país y en toda Europa Oriental, constituyéndose en un punto de inflexión en la historia de la humanidad.
Poco después de la dimisión de Gorbachov, el escritor Chinguiz Aitmátov, su amigo personal y partidario de la perestroika, le escribió a Shin’ichi una carta. Llevaba como título: “Una fábula que compartí con Gorbachov” y se explayaba en el gran sentido del compromiso con que este último había llevado adelante la perestroika.
Cuando esta política de reestructuración acababa de ser puesta en marcha y todos aplaudían como una reforma democrática de trascendencia histórica, Gorbachov había invitado a Aitmátov a visitarlo en su oficina del Kremlin. En dicha ocasión, Aitmátov le había contado a su amigo la siguiente fábula.
Un día, un profeta visitó a un importante señor a quien le preguntó: “¿Es verdad que en su afán de ver feliz a su súbdito está pensando en conceder una libertad e igualdad absolutas? “Es cierto”, le respondió el noble. Entonces, el profeta le hizo una predicción: “Pues entonces, ante usted hay dos caminos, dos destinos, dos posibilidades… Verá cuál de ellos escogerá”.
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Uno de los caminos que el profeta le señaló al noble era el de gobernar con rigor y consolidar el poder de su trono. Si él hacía esa elección, como heredero de la corona, se le concedería una fuerza incalculable y gozaría de los privilegios y pleitesías que acompañan a esta posición.
La otra posibilidad era otorgar a los súbditos libertad. Esto, sin embargo, implicaba transitar una difícil ruta llena de espinas. ¿Por qué? El profeta explicó: “Pues porque las personas que recibirán esa libertad le devolverán a cambio una oscura ingratitud”.
Y continuó: “No bien se vean libres, ellos lo asediarán para vengarse del pasado. Lo denunciarán ante las masas, le insultarán en público, se burlarán y se mofarán de usted y de sus allegados”.
“Muchos colegas que en otros tiempos eran de confianza le censurarán y se rehusarán a seguir sus instrucciones. Y hasta el fin de sus días, usted no podrá deshacerse de la ambición de la gente de su alrededor, que buscará constantemente oportunidades para humillarlo y pisotear su nombre.
“Mi querido señor, usted tiene la libertad de elegir su destino”.
El noble le pidió al profeta que le diera tiempo; necesitaba meditar detenidamente el asunto y le prometió que en siete días le daría la respuesta.
Cuando Aitmátov terminó el relato y se disponía a marcharse, Gorbachov le dijo:
“No es necesario esperar siete días…, tan siquiera haría falta siete minutos…”. Yo ya elegí. Seguiré el camino que escogí sea como fuere; es el de la democracia, la libertad y el desligamiento de los horrores del pasado y de toda forma de dictadura: este es la única senda que hay ante mí. Que las personas me juzguen como les plazcan”.
“Aunque la mayoría de la gente de hoy día no pueda entenderme, estoy decidido a seguir este rumbo”.
Esta carta que Chinguiz Aitmátov envió a Shin’ichi ponía de relieve plenamente el extraordinario compromiso de Gorbachov por la perestroika.
Quien solo busca protegerse, quien está impelido por la sed de fama y el provecho, no puede llevar a cabo una auténtica reforma. Lo mismo se aplica al kosen-rufu, que solo puede ser concretado por personas motivadas con un resuelto afán de ver realizado este ideal.
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Con el colapso de la Unión Soviética, la República de Rusia dirigido por Borís Yeltsin, se constituyó en una federación tomando el legado de los derechos internacionales y los privilegios de la ex Unión Soviética. Sin embargo, había un sinfín de dificultades por resolver; una de ellas era la severa crisis económica.
Los países del bloque Oriental obtuvieron su libertad, pero estallaron conflictos étnicos y regionales en Yugoslavia, Armenia, Azerbaidzhán, la República de Chechenia en Rusia, y en muchos otros lugares. Incluso se hicieron más frecuentes los actos de terrorismo.
Asimismo, los problemas étnicos, religiosos y económicos se agudizaron después de la Guerra Fría, generando profundas brechas que desencadenaron conflictos regionales en distintos lugares del mundo.
El camino hacia la paz está sembrado de riesgos, y esta es la razón por la que jamás debemos detener nuestros esfuerzos en esta dirección.
En las Propuestas de Paz que Shin’ichi vino publicando cada 26 de enero, conmemorando el Día de la SGI, se refirió a la necesidad de crear un nuevo orden mundial que rigiera después de la Guerra Fría, estructurando nuevas normas y un nuevo sistema centrado en la paz, bajo el liderazgo de las Naciones Unidas.
Asimismo, enfatizó que para abrir los horizontes de una nueva época era preciso borrar la desesperanza, el cinismo y la desconfianza de la mente de las personas que en su fuero íntimo anhelan la paz, la democracia y la libertad.
Para lograr estos fines, era preciso abrir canales que permitiera un diálogo abierto en los diferentes niveles. Pues no bastaba con aliviar los síntomas de la patología de nuestros tiempos, sino emprender una labor mucho más ardua: tratar la causa fundamental de la enfermedad.
Después de haber dejado el cargo de presidente, Gorbachov y Shin’ichi siguieron encontrándose en diferentes oportunidades.
En abril de 1993, en ocasión de su viaje a Japón junto con su esposa Raisa, se le confirió el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad Soka, y a la señora Raisa, la Máxima Distinción de Honor del Instituto Superior Soka para Señoritas. Ese día, Gorbachov dio una conferencia en el auditorio de la universidad.
En 1996 se publicó Moral Lessons of the Twentieth Century (“Las lecciones morales del siglo XXI”), la compilación de los diálogos que intercambiaron Gorbachov y Shin’ichi.
En noviembre de 1997, el matrimonio regresó a Japón, y esa vez visitaron la Escuela Soka de Segunda Enseñanza Básica y Superior de Kansai.
Una amistad que perdura a través del tiempo echa sus raíces profundas y da las flores más bellas.
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[En cuanto a la Soka Gakkai], Shin’ichi emprendió una serie de iniciativas concretas en respuesta a los ataques infundados de los sacerdotes de Shoshin-kai, y los miembros comenzaron un renovado avance llenos de júbilo. Entonces, el movimiento del kosen-rufu mostró una expansión creciente y cobró mayor impulso mes tras mes y año tras año, adquiriendo la fuerza de una poderosa corriente.
El camino del kosen-rufu, sin embargo, es una ruta escabrosa y para seguir adelante es preciso sobrevolar toda clase de retos y obstáculos.
Shin’ichi mismo había tenido que enfrentar numerosos desafíos en su vida personal. El 3 de octubre de 1984, Hisahiro, su segundo hijo, murió repentinamente de una enfermedad. Tenía aun 29 años.
Hisahiro había hecho una maestría en Jurisprudencia en la Universidad Soka y después de graduarse, había permanecido en su alma mater como parte del personal, con el anhelo de proteger el bastión de la educación Soka en bien de las generaciones venideras.
El 23 de septiembre, Hisahiro estaba en la Universidad haciendo los preparativos de varios actos que se aproximaban. Cuando terminó, sintió dolores abdominales y fue hospitalizado. Al parecer, hasta el día previo a su fallecimiento, estando en el hospital, había estado comunicándose con sus compañeros de trabajo por teléfono para ultimar los detalles del Festival de la Universidad Soka.
Con frecuencia, él conversaba con sus amigos sobre su sueño. Quería que la Universidad Soka fuese un establecimiento de educación superior que dejara su nombre en la historia. Para ello haría falta individuos que estuvieran decididos a entregar todo de sí mismo con tal de lograr esta meta. Él decía que sería uno de esos individuos.
Entre tanto, Shin’ichi estaba en Kansai donde tenía previsto participar en la 5.a Asamblea General de la SGI y en otras actividades, y estaba entregado de lleno a brindar aliento a los miembros día tras día.
Shin’ichi supo de la muerte de su hijo la noche del 3 de octubre. Él permaneció en el Centro Cultural de Kansai y oró por su hijo. Había sido una inesperada muerte siendo muy joven aún… Pero, tenía la certeza de que su hijo había transitado su existencia tal como había decidido y habiendo hecho todo lo que debía para cumplir plenamente su misión en todo ello.
Shin’ichi estaba convencido de que debía de haber un significado profundo en esta precoz partida/la muerte de su hijo.
En nuestra larga trayectoria hacia la consecución del kosen-rufu se nos presenta un sinfín de dificultades y obstáculos. Sin embargo, no debemos albergar temores ni dudas pase lo que pase; en cambio debemos ver los hechos y circunstancias con la profunda mirada de la fe y superarlos. En esto consiste poseer una fe auténtica.
La senda del kosen-rufu es un largo camino, una sucesión interminable de luchas que no podemos eludir. Traducir en acciones concretas las enseñanzas del Daishonin implica tomar conciencia de ello y aplicar en la propia vida el principio que afirma que “surgirán dificultades y que estas deberán considerarse [circunstancias de paz y tranquilidad]”.1 De esto se trata también el espíritu de la Soka Gakkai.
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En octubre de 1985, Shin’ichi también tuvo problemas de salud y debió ser internado en un hospital universitario para hacerse una serie de exámenes.
Él había tenido tuberculosis cuando era joven, y los médicos que lo atendieron le habían dicho que no llegaría a cumplir los 30 años. Pero desde entonces, él había vivido sus días exigiéndose incansablemente. Incluso después de haber renunciado a su cargo de presidente de la Soka Gakkai, viajó alrededor del mundo y se diría que estaba, en verdad, mucho más ocupado que antes. Asimismo, cuando el presidente Eisuke Akizuki cayó enfermo, Shin’ichi debió hacer frente una exigencia aún mayor para dar apoyo a los miembros.
Esto ocurrió cuando él estaba a punto de cumplir 58 años, la misma edad en que su mentor, Josei Toda, falleció. Incluso Kiyoshi Jujo, el presidente que lo sucedió había fallecido también a los 58 años. Shin’ichi estuvo reflexionando en todo esto y reafirmó una decisión. Se dijo: “Yo tengo una misión que cumplir por el kosen-rufu mundial; es un encargo que me hizo mi mentor. Por eso, no puedo quebrantarme. ¡Tengo que vivir, vivir al máximo para corresponder al deseo de mi mentor y construir los cimientos inamovibles del kosen-rufu global!”.
Shin’ichi dirigió sus pensamientos hacia los futuros proyectos del kosen-rufu, y, al mismo tiempo, recapacitó en la importancia de cuidarse para mantener la salud.
La vida es una implacable lucha contra las adversidades del destino.
Hay momentos en que sufrimos la pérdida de seres queridos o en que uno mismo debe luchar contra una enfermedad. Podemos estar angustiados por discordias familiares, por los hijos que se ven involucrados en problemas, por no tener empleo, entrar en quiebra o tener dificultades financieras. Los padecimientos y las aflicciones acometen sin darnos treguas, como las olas que golpean la costa una y otra vez. Esta es la razón por la cual practicamos el budismo Nichiren y por la que es preciso ser fuerte. Pues, no hay sino que no podamos afrontar mediante la fe.
Pero cuando más esfuerzos hacemos sin ser vencidos por las dificultades, nuestro interior se enriquece más, se hace más fuerte y profunda, y esto nos da la capacidad de superar los más tremendos retos y dificultades. Al mismo tiempo, nuestra condición de vida se expande de tal manera que nos permite comprender el dolor y las tristezas de los demás, compartir los sentimientos de quienes están debatiéndose en medio de contrariedades y brindarles apoyo y aliento desde lo más hondo de nuestro corazón.
Además, al no dejarnos intimidar por las dificultades y seguir avanzando mientras hacemos frente los problemas, daremos testimonio del inmenso poder del budismo Nichiren. Dicho de otro modo, cuando dedicamos nuestra existencia al kosen-rufu, el karma se transforma en una misión y los problemas y retos pasan a ser valiosos tesoros.
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Shin’ichi Yamamoto siguió luchando sin desmayo por el kosen-rufu mundial. El tiempo no espera.
En el Japón, continuaba el proceso penal contra Tomomasa Yamawaki [ex asesor legal de la Soka Gakkai], quien había sido arrestado (en 1981) acusado de extorsión e intento de extorsión a la Soka Gakkai. Shin’ichi declaró como testigo de cargo en octubre de 1982 y nuevamente en 1983. El Tribunal del Distrito de Tokio dictó su veredicto en marzo de 1985.
Yamawaki fue sentenciado a tres años de cárcel con trabajos obligatorios y sin suspensión. En su explicación sobre el fallo, el Tribunal declaró: «Teniendo en cuenta no solo la suma considerable de dinero involucrada, sino también el incumplimiento de su deber de confidencialidad como abogado, este caso debe describirse como un delito que constituye una grave violación de la confianza». Asimismo, expuso los métodos abyectos y viles que usó Yamawaki. Se descubrió que mientras «se confabulaba con sacerdotes activistas y los apoyaba en sus ataques contra la Soka Gakkai, e intervenía para dirigir la opinión pública contra la organización a través de los medios de comunicación sensacionalistas», había amenazado a la Soka Gakkai que solo deseaba mantener una relación armoniosa con el clero.
El Tribunal también señaló sobre las tácticas deshonestas que adoptó Yamawaki durante el juicio: «El acusado no solo ha negado los cargos desde el inicio de la investigación, sino que además ha inventado hechos y ha presentado falsas evidencias. Su conducta no demuestra arrepentimiento alguno… Las características del delito son serias, y es grave la responsabilidad criminal del acusado».
En el fallo se mencionaba muchas veces la frase «el testimonio del acusado no es confiable», expresión que ponía en claro que Yamawaki había mentido en repetidas ocasiones ante el tribunal.
Yamawaki inmediatamente apeló contra la sentencia del Tribunal del Distrito de Tokio, pero el Tribunal Superior de Tokio mantuvo el mismo veredicto (en 1988). Aunque recurrió a la Corte Suprema, ésta denegó su apelación y, de esta manera, se fijó una condena de tres años en enero de 1991.
La Soka Gakkai había presentado la denuncia a la Policía Metropolitana del Distrito de Tokio en junio de 1980, y Yamawaki había sido arrestado en enero de 1981. Habían pasado diez años desde entonces.
Ningún complot o conspiración que intente impedir la realización del kosen-rufu podrá detener el avance de la Soka Gakkai. Tal como Nichiren Daishonin escribe: «Aunque los males sean muchos, no prevalecerán ante una sola gran verdad».2
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Shin’ichi Yamamoto trabajó con todas sus fuerzas para generar una corriente de paz en el mundo basado en las enseñanzas del budismo Nichiren, superando cada obstáculo en el camino.
También dedicó sus esfuerzos para promover la armonía entre la Soka Gakkai y el clero, e hizo todo lo posible para apoyar a la Nichiren Shoshu por el bien del kosen-rufu.
Después del septingentésimo servicio recordatorio del fallecimiento de Nichiren Daishonin (en 1282) realizado en 1981, el clero centró su interés en los preparativos del séptimo centenario de la fundación del templo principal Taiseki-ji. Estaba programado para otoño de 1990 y querían celebrarlo con grandes pompas y hacer de él un gran éxito.
A comienzos de enero de 1984, por la fuerte petición del sumo prelado Nikken, Shin’ichi fue nombrado nuevamente titular de las organizaciones laicas de la Nichiren Shoshu [cargo al que había renunciado en 1979].
En marzo, durante la reunión de planificación para los eventos conmemorativos del aniversario del Templo Principal, Shin’ichi anunció el objetivo de la Soka Gakkai de construir doscientos nuevos templos para la Nichiren Shoshu dentro de la siguiente década: «De acuerdo con la declaración del Daishonin que afirma “El ‘gran juramento’ se refiere a la propagación del Sutra del loto”,3 con toda humildad, presento nuestra propuesta para la construcción de nuevos templos con el fin de asegurar la transmisión eterna de la Ley y llevar a cabo el kosen-rufu».
Las donaciones de estos templos eran una expresión del sincero deseo de la Soka Gakkai de mantener una armoniosa relación entre el clero y el laicado.
En octubre de 1985, el sumo prelado Nikken designó a Shin’ichi jefe del comité para las celebraciones del septingentésimo aniversario. Shin’ichi volcó todo su ser en los preparativos, decidido a hacer de los eventos un rotundo éxito.
La Soka Gakkai estaba vertiendo grandes energías en la edificación de los doscientos templos, y había conseguido un progreso considerable completando ciento once de ellos en diciembre de 1990.
Shin’ichi abrigaba el anhelo de que los sacerdotes pudieran apreciar y respetar a los miembros de la Soka Gakkai que estaban esforzándose día tras día por el kosen-rufu.
El Daishonin escribe: «Si usted comparte el mismo corazón que Nichiren, tiene que ser un Bodhisattva de la Tierra».4 Los miembros de la Soka Gakkai que se dedican incansablemente a la propagación de la Ley Mística tal como enseña Nichiren Daishonin son Bodhisattvas de la Tierra e hijos del Buda. El pasaje del Sutra del loto que dice «si ves a alguien que acepta y abraza este sutra, deberás ponerte de pie y saludarlo desde lejos, con el mismo respeto que mostrarías a un buda»5 contiene la esencia del espíritu del Daishonin.
Apoyar y brindar aliento a los hijos del Buda y reconocer sus méritos son fundamentales para el desarrollo del kosen-rufu.
- *1Véase The Record of the Orally Transmitted Teachings (Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente), traducido por Burton Watson, Tokio: Soka Gakkai, 2004, pág. 115.
- *2Los escritos de Nichiren Daishonin, Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 648.
- *3The Record of the Orally Transmitted Teachings (Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente), traducido por Burton Watson, Tokio: Soka Gakkai, 2004, pág. 82.
- *4Los escritos de Nichiren Daishonin, Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 406.
- *5El Sutra del loto, Tokio: Soka Gakkai, 2014, cap. 28, pág. 320.