Volumen 30: Capítulo 6, Juramento 61–70

Juramento 61

Hidehiko Ushijima, escritor japonés y profesor de la Universidad Femenina Tokai (actualmente, Universidad Tokai Gakuin) que tiene varios conocidos dentro de la Soka Gakkai de los Estados Unidos, dijo, haciendo una reflexión sobre la naturaleza esencial de la cultura: «La cultura no está separada de la religión, y sin embargo, ambos son diferentes. Es decir, no pueden ser sinónimos. La cultura, así como las artes, echa sus raíces ampliamente en la sociedad trascendiendo el marco de los credos. Y mientras se fusionan entre sí, se incorpora otras culturas o se ve sometida al proceso de selección en el transcurso de la historia, va moldeando el estilo de vida de las personas. Por lo tanto, si alguien rechazara la parte coral de la Novena Sinfonía de Beethoven (que, según considero, es un himno a la humanidad) juzgándola como “herética”, estaría negando la cultura universal y el estilo de vida humana.

»Es fácil preconizar su dogma encerrado en su propio mundo. No obstante, es preciso que la Nichiren Shoshu recapacite que con esa actitud no solo le será imposible cumplir el cometido de propagar la Ley en todo el orbe, que es el mandato del Daishonin, sino que ellos mismos pasarán a ser un impedimento».1

Cuando una religión cae en el dogmatismo y juzga de manera arbitraria la cultura y el arte, significa que ha dejado de ser un credo enfocado en el ser humano para convertirse en una religión al servicio de sí misma.

Los miembros de la Soka Gakkai sintieron la necesidad de crear una nueva era en que las personas estén, una vez más, en el centro de la preocupación religiosa; es decir, de un «renacimiento».

Los responsables máximos de la Soka Gakkai estaban sumamente afligidos por el comportamiento de muchos sacerdotes de la Nichiren Shoshu. Los miembros de los diferentes lugares del país manifestaron su consternación e inquietud por las palabras y el proceder insolentes de los clérigos, por su comportamiento licencioso y el estilo de vida extravagante que llevaban. La Soka Gakkai comunicó a la Nichiren Shoshu esta realidad temiendo que el clero acabara corrompiéndose al punto de llegar a un estado irreversible.
Nichiren Daishonin declara que un sacerdote que no propaga las enseñanzas y «sólo se dedica al ocio y a la charla frívola, no es más que un animal vestido de túnica sacerdotal». 2

Desde los inicios de la Soka Gakkai, hubo clérigos que habiendo perdido el espíritu de trabajar por el kosen-rufu, presumieron con arrogancia su autoridad clerical. Por eso, el segundo presidente Josei Toda, a partir de su fe y su preocupación sincera, advirtió con severidad al clero en numerosas ocasiones, declarando, por ejemplo, que «no hay cabida para sacerdotes obsesionados con los títulos y las posiciones, que tratan de congraciarse con los ricos y señorean sobre los creyentes».3

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Para seguir impulsando el kosen-rufu mundial, la Soka Gakkai tuvo que hablar de manera franca con la Nichiren Shoshu y señalar sus errores a pesar de la respuesta negativa que pudiera recibir.

El 3 de enero de 1991, se realizó una reunión nacional de líderes de prefectura en la cual se informó sobre la situación con el clero.

El presidente Eisuke Akizuki se refirió a las peticiones que la Soka Gakkai había presentado a la Nichiren Shoshu para consolidar la base del kosen-rufu y permitir que el budismo Nichiren se abra paso hacia el siglo XXI como religión mundial y, de ese modo, hacer realidad la voluntad del Daishonin. Se hicieron tres pedidos: 1) Adaptarse a los valores de la igualdad y la democracia de la época actual y abrirse más al mundo; 2) Actuar de acuerdo con el espíritu fundamental del budismo Nichiren y corregir su tendencia autoritaria y su comportamiento despectivo hacia los creyentes laicos; 3) Amonestar todo acto de corrupción dentro del clero y asentar los hábitos de una vida sacerdotal moderada y sobria.

Shin’ichi Yamamoto hizo el gongyo con los participantes de la reunión y los animó a esforzarse con un profundo sentido de compromiso, conscientes de la misión que poseen y actuando con convicción, y para que 1991 sea un año de grandes éxitos. Para hacer del kosen-rufu una realidad, él estaba firmemente decidido a proteger, pase lo que pase, a la Soka Gakkai que estaba llevando a cabo el propósito del Buda. Dio todo de sí para alentar a los miembros desde comienzos del año, designado en la organización como «Año de la paz y el desarrollo».

El 26 de enero, Shin’ichi presentó una propuesta de paz en conmemoración al decimosexto aniversario del Día de la SGI.

La invasión de Kuwait por parte de Irak en agosto de 1990, el año anterior, había desencadenado la Guerra del Golfo. En enero, una fuerza multinacional dirigida por los Estados Unidos inició una batalla contra las tropas iraquíes. En su Propuesta de Paz, Shin’ichi urgió la pronta finalización del enfrentamiento bélico y la convocación de una conferencia internacional sobre la paz en el Oriente Medio bajo el auspicio de las Naciones Unidas.

El día 27, Shin’ichi partió del Japón para visitar Hong Kong y Macao, y el 31, asistió a la reunión general de la SGI de Asia celebrada en el Centro Cultural de Hong Kong, con la presencia de mil quinientos miembros representantes de catorce países y territorios del continente asiático y otros lugares del mundo.

En el encuentro, se adoptó un llamamiento urgente que instaba a la rápida solución de la Guerra del Golfo. El llamamiento, basado en el fuerte deseo de ver establecida la paz lo antes posible a través de los esfuerzos dirigidos por las Naciones Unidas, urgía la retirada de las tropas iraquíes de Kuwait, la implementación de medidas para prevenir la recurrencia de las hostilidades, realizar una conferencia internacional sobre la paz en el Oriente Medio y la convocación de una sesión de emergencia del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

La llama de la fe enciende el apasionado compromiso de trabajar por la paz.

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Después de su visita a Hong Kong, Shin’ichi realizó su primer viaje a Macao. Allí, participó en la ceremonia de imposición del título de profesor honorario que le confirió la Universidad de Asia Oriental (predecesora de la Universidad de Macao). En dicha ocasión, él dio una conferencia conmemorativa titulada «Una nueva conciencia global».

El 2 de febrero, voló a Okinawa donde brindó orientaciones a los miembros y, posteriormente, se dirigió a la prefectura de Miyazaki.

En marzo, Shin’ichi continuó su gira para alentar a sus compañeros del Japón, recorriendo las regiones de Kansai, Chugoku y Chubu.

Ese mismo mes, la Nichiren Shoshu, que seguía rehusándose a mantener un diálogo con la Soka Gakkai, anunció de manera repentina sobre un cambio en los lineamientos relacionados con las organizaciones laicas de ultramar.

Hasta ese momento, la SGI había sido la única organización laica oficialmente reconocida por el clero fuera del Japón, pero ahora, la Nichiren Shoshu notificaba a la Soka Gakkai la derogación de esa norma.

Asimismo, le informó que suspendería las peregrinaciones mensuales de los miembros de la Soka Gakkai al Templo Principal, manifestando que, desde julio, solo podrían realizarla aquellos que tengan un permiso expedido por los templos locales. Era evidente que con ello intentaban socavar a la organización.

Los miembros de la Soka Gakkai quedaron estupefactos por la forma arrogante y arbitraria en que el clero comunicó estos cambios. Después de todo, ellos habían asistido a las peregrinaciones regularmente a partir de su fe sincera y habían hecho también innumerables ofrendas con gran sacrificio para poder contribuir de alguna manera al crecimiento y al apogeo del Templo Principal.

Con las reformas territoriales y agrarias de la posguerra, el Taiseki-ji había sido despojado de la mayor parte de sus tierras. Esto causó una crisis financiera que dejó sin recursos al Templo Principal. Para poder abastecerse, el clero planeó hacer del Taiseki-ji un atractivo turístico. En noviembre de 1950, se reunieron en el Templo Principal el alcalde, el funcionario de la comunidad, miembros de la Asociación de Turismo y periodistas de la localidad para conversar sobre la promoción del turismo en la región norte de Fuji y el proyecto para dar a los turistas acceso libre al Templo.

Esta noticia fue para Josei Toda un tremendo golpe y motivo de profunda tristeza. Le preocupaba que al convertir el Templo Principal en un lugar turístico con el fin de obtener beneficios económicos y recibir a personas que no tienen que ver con la fe en el budismo Nichiren pudiera degradar el noble espíritu del Daishonin. Cuando pensó en la manera de evitar esa situación, vino a su mente la idea de celebrar peregrinaciones periódicas para los integrantes de la Soka Gakkai, un plan que fue implementado dos años después, en 1952. Como resultado, la Nichiren Shoshu superó sus dificultades económicas y obtuvo un gran desarrollo. En las cuatro décadas desde su inicio, un total de setenta millones de miembros han visitado el Templo Principal.

La fe de los miembros de la Soka Gakkai dedicada al kosen-rufu fue lo que brindó apoyo a la Nichiren Shoshu e hizo prosperar al Templo Principal.

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La Soka Gakkai había empleado grandes energías y recursos para mejorar las instalaciones e infraestructuras del Templo Principal. En la época del presidente Toda, se hizo cargo de las edificaciones del Salón Hoanden y del Gran Salón de Conferencias. Asimismo, después de que Shin’ichi Yamamoto asumiera la presidencia, se hicieron donaciones de varias otras construcciones como el Gran Alojamiento (complejo de viviendas donde están la residencia del Sumo Prelado y los dormitorios de los sacerdotes), el Gran Salón de Recepción, el Gran Templo Principal (Sho-Hondo), la entrada principal y los albergues para los participantes de las peregrinaciones.

Luego de las reformas territoriales y agrarias del Japón en la posguerra, los terrenos del Templo Principal habían quedado reducidos a tan solo diecisiete hectáreas, pero fueron ampliándose hasta abarcar aproximadamente trescientas ochenta y siete hectáreas, veintitrés veces más grande comparado con su tamaño original. La mayor parte de las tierras habían sido contribuciones de la Soka Gakkai. La organización laica había venido apoyando a la Nichiren Shoshu durante años con las aportaciones sinceras de sus miembros. Además, muchos voluntarios, integrantes de las divisiones juveniles, habían trabajado día y noche, incluso privándose de las horas de sueño, para asegurar que las personas que visitaban el Templo Principal llegaran sin ningún contratiempo o accidente. No obstante, ahora, sin preámbulos ni palabras de reconocimiento, el clero introducía de manera brusca un nuevo sistema de peregrinaje administrado por los templos locales.

En julio de 1991, la Nichiren Shoshu anunció como norma oficial que los seguidores laicos debían registrarse como feligreses en los templos locales. El objetivo de ello era forzar a los miembros a abandonar la Soka Gakkai e integrarse al templo.

Una de las más serias «cinco faltas capitales»4 en el budismo es causar la desunión y el desorden en la comunidad de creyentes. El clero había cometido esta grave ofensa al tratar de disgregar a la Soka Gakkai, la organización que estaba llevando a cabo el propósito del Buda y haciendo realidad el kosen-rufu. Sus acciones fueron crueles e inescrupulosas. Se deshacían de la Soka Gakkai y de sus integrantes después de haber tomado todas sus ofrendas.

Además, la Nichiren Shoshu empezó a enfatizar la importancia de venerar al Sumo Prelado, una postura que distorsionaba las enseñanzas del Daishonin, e intentó tener a los seguidores bajo autoridad clerical con el Sumo Prelado en la cima jerárquica.

Sin embargo, los miembros de la Soka Gakkai ya se habían percatado de la vileza y la tendencia retrógrada del clero.

En setiembre de 1991, salió a la luz el hecho de que dos años atrás, en julio de 1989, Nikken había construido una tumba para sus ancestros en el cementerio de un templo Zen en la ciudad de Fukushima (al noreste de Japón, en la región de Tohoku) y había oficiado allí una ceremonia budista. Mientras acusaba a la Soka Gakkai de estar calumniando la Ley, él no tenía reparo en tomar decisiones que bien podían ser descritas como actos contra la Ley desde la perspectiva de las enseñanzas del Daishonin. Los miembros de la Soka Gakkai no podían ocultar su disgusto ante esta hipocresía.

Muchas otras acciones corruptas de los sacerdotes se dieron a conocer una tras otra.

La Nichiren Shoshu ya no estaba enseñando ni practicando el budismo Nichiren. El espíritu de Nikko Shonin [que fundó el Taiseki-ji] se había perdido y la corriente pura de la escuela Fuji, lastimosamente, se había vuelto turbia e irreconocible.

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Shin’ichi Yamamoto se puso en acción con la vista posada en una nueva era de paz tras el fin de la Guerra Fría.

En abril de 1991, visitó la Universidad de las Filipinas como parte de sus actividades para fomentar el intercambio educativo y cultural. Allí, ofreció una disertación titulada «Más allá de la motivación económica» durante el acto de graduación de la Facultad de Administración de Empresas. Además, recibió ese mismo día un doctorado honorario en Derecho por esta casa de estudios superiores.

A comienzos de junio, Shin’ichi viajó al continente europeo. Recorrió Alemania, visitó por primera vez Luxemburgo y siguió su itinerario en Francia y el Reino Unido. En cada país, se esforzó para promover el intercambio cultural y se encontró con dirigentes nacionales, así como también con destacados académicos y pensadores. Desde finales de setiembre hasta principios de octubre, fue a los Estados Unidos. El 26 de setiembre, dio una conferencia en la Universidad de Harvard que se tituló «La época del soft power».

Aparte de sus actividades en ultramar, Shin’ichi realizó giras a lo largo del archipiélago japonés, dedicando todo su ser a brindar aliento a los miembros.

El segundo incidente con el clero —como pasó a llamarse posteriormente— hizo que los integrantes de la Soka Gakkai tuvieran una idea clara y objetiva del pérfido proceder y las maquinaciones de los sacerdotes. En dicha ocasión, ellos actuaron resueltamente con la determinación apasionada de refutar lo erróneo y revelar lo verdadero.

Desde que ocurrió el primer incidente y Shin’ichi dejó la presidencia de la Soka Gakkai, toda su atención se había dirigido a sus compañeros de fe; quería encontrarse con cada uno de ellos y brindarles aliento para construir, una vez más, una Soka Gakkai firme y unida por lazos de maestro y discípulo dedicados a la misión del kosen-rufu. Con este fin, él ofreció orientaciones personales, visitó las casas de los miembros, mantuvo diálogos informales en grupos pequeños y participó en todo tipo de reuniones, trabajando sin escatimar esfuerzos.

Cada vez que le era posible, trataba de compartir la mesa con sus camaradas, aprovechando esas horas para conversar. También utilizaba cada momento libre y componía poemas o escribía caligrafías y mensajes en tarjetas o en libros para obsequiar a los miembros e infundirles ánimo.

Dispuesto a darlo todo, luchó sin desmayo por la felicidad y el desarrollo de sus compañeros. Hizo lo posible para instilar en ellos el espíritu del kosen-rufu, con el anhelo de que cada uno se pusiera de pie solo como un valiente campeón.

Como resultado, los jóvenes sucesores demostraron un magnífico crecimiento, y fue consolidado el gran bastión de la Soka, donde impera la unión basada en el vínculo de mentor y discípulo, indestructible incluso ante las más terribles adversidades. Fue también este mismo lazo de maestro y discípulo lo que unió a los compañeros miembros del mundo entero.

Las acciones en las que uno pone alma y vida mueven el corazón de las personas.

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Cada vez que Shin’ichi participaba en las reuniones mensuales de la sede central para responsables u otras actividades de la Soka Gakkai, hablaba sobre el espíritu de Nichiren Daishohin, quien anheló la felicidad de todas las personas, y sobre cómo debe conducirse un practicante de las enseñanzas del Daishonin.

En uno de sus discursos, por ejemplo, se refirió a las palabras del gran actor y comediante Charles Chaplin y habló sobre la importancia de tener la valentía de luchar por la libertad. En otra ocasión, citando Los miserables, de Víctor Hugo, transmitió el mensaje contenido en la obra que insta a las personas a ser más fuertes y sabias, y a ponerse de pie por la verdad y la justicia.

Shin’ichi señaló también que los ataques y los obstáculos que enfrentaba la Soka Gakkai concordaban de manera perfecta con los escritos del Daishonin, y, por consiguiente, demostraban que la organización estaba avanzando por la senda correcta del kosen-rufu. Enfatizó que, a la luz de los principios fundamentales del budismo, todo aquel que se dedica al kosen-rufu, tiene fe en el Gohonzon y persevera en su práctica budista es un buda, y que la búsqueda de una reforma religiosa centrada en el ser humano era el rumbo que se debía tomar. Asimismo, hizo hincapié en algunos conceptos esenciales del budismo del Sol de Nichiren Daishonin, señalando que era una religión al servicio de la felicidad de cada individuo y una enseñanza universal e igualitaria, y, en cuanto al gran movimiento del kosen-rufu mundial, puntualizó que debía basarse siempre en el Gohonzon y en las enseñanzas del Daishonin.

En la primera reunión general de Tokio, celebrada el 24 de agosto de 1989, se iniciaron las transmisiones del encuentro vía satélite en todo el país. Desde ese momento, estas reuniones transmitidas por circuito cerrado jugaron un papel crucial para consolidar la unión y hacer frente la opresión de Nikken y la Nichiren Shoshu. Antes, los miembros del Japón podían escuchar las transmisiones de audio, pero ahora ellos podían verlas en las grandes pantallas de los principales centros del país.

Durante esos encuentros, Shin’ichi ofrecía sus palabras como si estuviese manteniendo un diálogo con todos sus compañeros de fe. Basado en los principios del budismo y las orientaciones de Nichiren Daishonin explicaba desde diferentes ángulos sobre lo correcto y lo incorrecto; la naturaleza esencial de los recientes problemas con el clero; y cómo conducirse en la vida como ser humano.

Tener los mismos conocimientos de los hechos permite establecer una verdadera unión.

A través de estas transmisiones, los miembros adquirieron una profunda y precisa comprensión de la realidad y el trasfondo de los acontecimientos ocurridos con el clero. Y conocieron también el fuerte compromiso de Shin’ichi por realizar el kosen-rufu y su firme determinación de consagrar su vida entera al cumplimiento de esta misión. Los miembros estaban firme y sólidamente unidos por su decisión de no dejarse vencer por las maquinaciones de los sacerdotes corruptos ni ante cualquier obstáculo que se les presentase, y de seguir luchando juntos por el kosen-rufu.

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El 8 de noviembre de 1991, llegó a la sede central un documento de la Nichiren Shoshu en cuyo encabezamiento decía «Orden de disolución de la Soka Gakkai». Los remitentes del escrito fechado el 7 de noviembre eran el administrador en jefe y sumo prelado, Nikken Abe, y el administrador general, Nichijun Fujimoto. Y los destinatarios: el presidente honorario de la Soka Gakkai y presidente de la SGI, Shin’ichi Yamamoto; el presidente de la Soka Gakkai y director general de la SGI, Eisuke Akizuki; y el director general de la Soka Gakkai, Kazumasa Morikawa.

Dicho documento declaraba que entre los sacerdotes y los seguidores laicos de la Nichiren Shoshu había una rotunda diferencia establecida por los papeles que desempeñan: unos eran maestros y otros, discípulos. Pero la Soka Gakkai —indicaba el texto— no reverenciaba al Sumo Prelado ni a los demás sacerdotes como maestros y, en cambio, sostenía que los sacerdotes y los creyentes tenían igualdad de condiciones. El clero calificó este alegato de la organización como «una equivocada percepción que destruye la relación de mentor y discípulo que debe existir entre el clero y el laicado» y citó las mismas razones como argumento para ordenar la disolución de la Soka Gakkai y de todas las organizaciones de la SGI.

Sin embargo, la Soka Gakkai ya era una entidad religiosa independiente de la Nichiren Shoshu desde 1952. Este paso se había dado gracias a la sagaz visión de futuro del segundo presidente Josei Toda quien estaba decidido a cumplir su misión en aras del kosen-rufu. Por consiguiente, la Nichiren Shoshu no tenía ningún poder legal para obligar a la Soka Gakkai su disolución. De hecho, no poseía autoridad alguna sobre la organización.

Josei Toda había anticipado con agudeza que la Nichiren Shoshu se desharía de la Soka Gakkai una vez que hubiera acumulado suficiente riqueza, por lo que se ocuparía de disponer todo para hacerle frente llegado ese momento. Su sabio juicio y la medida que tomó entonces protegieron a la organización que vino sosteniendo la enseñanza y la práctica correcta del budismo Nichiren.

Para los miembros, los argumentos contenidos en la Orden de disolución eran absurdos.

«¡Dicen que los creyentes laicos debemos obedecer al Sumo Prelado, que los sacerdotes son nuestros maestros en la fe, además de un montón de cosas según su conveniencia, pero lo que debemos cuestionar es lo que han hecho ellos hasta ahora!» «Vaya a saber a cuántas personas habrán enseñado el budismo y a cuántos habrán visitado con paciencia y tesón para ofrecerles orientaciones personales e inspirarlos en el plano de la fe. ¿Cómo pretenden guiar a los miembros de la Soka Gakkai que han dado alma y vida a la lucha por el kosen-rufu, cuando ellos solo se han interesado en buscar placeres frívolos?». Estas fueron algunas de sus opiniones.

Ese mismo día, las integrantes de la División Femenina de Tokio realizaron un encuentro que denominaron «Reunión de renacimiento». En dicha actividad, las miembros que habían trabajado anteriormente en los templos de la Nichiren Shoshu informaron sobre la vida corrupta y el comportamiento arrogante de los sacerdotes y sus familias, en quienes no se podía apreciar ni la menor señal de fe. Todas las participantes fortalecieron su convicción de que estaban en los albores de una nueva era del renacimiento humanístico y de que había llegado el momento de romper la atadura de la autoridad clerical, de regresar al punto primordial del budismo como religión centrada en el ser humano.

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El mismo 8 de noviembre en que llegó la «Orden de disolución» por parte de la Nichiren Shoshu, el presidente Eisuke Akizuki y otros líderes de la organización ofrecieron una conferencia de prensa.

En dicha ocasión, ellos declararon que el contenido del documento y las exigencias del clero no tenían sentido alguno y que la Nichiren Shoshu se estaba desviando considerablemente de las enseñanzas y del espíritu del budismo Nichiren.

Se refirieron también a la arraigada tendencia de los sacerdotes a menospreciar a los creyentes, a su negativa a dialogar pese a las reiteradas propuestas de la Soka Gakkai, a la estrechez de miras que los llevaba a criticar a la organización laica incluso ante el simple hecho de haber realizado presentaciones corales del «Himno a la Alegría» de Beethoven en alemán. Explicaron que la organización estaba intentando hacer que la Nichiren Shoshu reflexionara sobre su postura intolerante y autoritaria, y llevar a cabo una reforma religiosa en este momento en que el budismo Nichiren se estaba propagando ampliamente como religión universal.

Asimismo, informaron que los miembros, indignados por las acciones del clero, habían comenzado a recolectar firmas pidiendo la renuncia del Sumo Prelado.

La corrupción y la actitud disoluta eran moneda corriente dentro de la Nichiren Shoshu. Los sacerdotes se valían de los funerales y las tablillas de madera recordatorias de los difuntos para llenar sus bolsillos. Y en repetidas ocasiones, habían amenazado a los miembros de la Soka Gakkai —ostentando su autoridad con el fin de ejercer control y dominarlos— diciéndoles que estaban calumniando la Ley y que caerían en el infierno.

Los integrantes de la organización señalaron que su proceder era inadmisible y solo degradaba la enseñanza y la práctica correctas del budismo Nichiren. El clero había caído en una lamentable situación que recordaba a la de los clérigos del Medioevo en Europa.

Los miembros comenzaron a preguntarse cuál era el propósito del budismo y a quiénes buscaba beneficiar.
Shin’ichi Yamamoto había disertado constantemente sobre el camino correcto de la fe, subrayando la importancia de retornar siempre «al Gohonzon, donde está la esencia de la fe», «al espíritu del Daishonin» y «a los escritos, donde están compiladas sus enseñanzas originales».

Mientras se hacía cada vez más evidente el autoritarismo coercitivo de la Nichiren Shoshu, los miembros fueron tomando conciencia de la necesidad de restablecer el espíritu original del Daishonin, emprendiendo una revolución religiosa en bien del ser humano, y continuar sus esfuerzos por impulsar el kosen-rufu mundial. El poder de estas personas dio un nuevo ímpetu a la reforma que, al reafirmar los valores espirituales del Daishonin, llevó a revaluar los ritos y usanzas tradicionales tales como los funerales y la práctica de asignar nombres póstumos a los difuntos.

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En cuanto a los funerales, luego de realizar investigaciones sobre las formalidades y el desarrollo histórico de los ritos fúnebres, la Soka Gakkai empezó a celebrar exequias conducidas por familiares y los compañeros de fe, sin la presencia de sacerdotes, retornando a las enseñanzas originales de Nichiren Daishonin.

El Daishonin escribe: «Ya que su amado padre entonó Nam-myoho-renge-kyo durante su existencia, fue una persona que logró la Budeidad con su propia forma física»;5 y «Ya que su fallecido esposo fue un devoto de este sutra, sin duda pudo lograr el estado de Buda con su propia forma física».6

Según estas palabras, la Budeidad se obtiene a través de la fe y del daimoku entonado a lo largo de la vida. El Daishonin no menciona en ningún escrito que para manifestar la Budeidad los servicios funerarios deben ser oficiados por los clérigos.

Por otra parte, la usanza de conceder nombres budistas póstumos a los fallecidos deriva de la tradición de otorgar un nombre religioso a aquellos que toman hábitos sacerdotales y acatan los preceptos —naturalmente, mientras están con vida. Esta práctica no existía en la época del Daishonin; fue desarrollándose en años posteriores, y la Nichiren Shoshu simplemente la había adoptado. Por lo tanto, el hecho de recibir un nombre budista póstumo no tiene nada que ver con el logro de la Budeidad.

A diferencia de muchas confesiones religiosas budistas en Japón, la preocupación del budismo Nichiren no se dirige a los servicios funerarios sino a cómo hacer posible que todas las personas lleven vidas dichosas a través del pasado, presente y futuro.

Los cementerios parques de la Soka Gakkai, que se construyeron en las diferentes localidades del Japón basados en la perspectiva budista de la vida y la muerte, muestran una estructura que inspira luminosidad e igualdad.

Cuando la organización comenzó a ofrecer las ceremonias fúnebres dirigidas por los miembros, la opinión general fue muy favorable, no solo de parte de los integrantes de la Soka Gakkai sino también de personas de diferentes convicciones religiosas.

Llegaron los siguientes comentarios: «Los funerales tienden a ser apagados, tristes y sombríos, pero las ceremonias de la Soka Gakkai son inspiradoras, optimistas, y hasta hacen sentir cierta esperanza al partir de este mundo. Son una expresión de la actitud positiva que tienen sus integrantes hacia la vida y la muerte»; «Hoy en día, las personas buscan suplir todo. El hecho de pedir a los sacerdotes que reciten los pasajes de sutras en un funeral podría decirse que es uno de los ejemplos más antiguos. Pero en las ceremonias de la Soka Gakkai, la familia y los amigos recitan el sutra y entonan Nam-myoho-renge-kyo por la eterna paz y felicidad del difunto. Sentí una gran calidez en esas oraciones. Y pensé que era así como debíamos despedir a los fallecidos».

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Un académico dijo que los funerales laicos oficiados por la Soka Gakkai representaban «un cambio revolucionario en las prácticas funerarias del Japón», y agregó: «por su carácter progresista, posiblemente deberá hacer frente la resistencia de los más apegados a las viejas usanzas, pero serán sin duda las exequias del futuro, pues al fin serán ampliamente aceptadas». También señaló: «El desarrollo de la Soka Gakkai y el ritmo de avance que lleva son realmente sorprendentes. En apenas tres décadas, han dejado atrás al sistema parroquial de danka7 que fue consolidándose a lo largo de tres centurias».

En los años posteriores al «primer incidente con el clero», la naturaleza autoritaria de la Nichiren Shoshu volvió a surgir con mayor fuerza. En respuesta, los integrantes de la Soka Gakkai de las diferentes localidades del Japón se pusieron de pie para llevar a cabo lo que se dio en llamar «la reforma de Heisei8» [que se inició a finales de 1990 y continúa aun hoy día], un movimiento dirigido a retornar a los principios originales y los propósitos fundamentales del budismo Nichiren.

La «Orden de disolución de la Soka Gakkai» enviada por la Nichiren Shoshu [el 8 de noviembre de 1991] avivó la determinación de los miembros de conducir dicha reforma. Ellos iniciaron una campaña de petición de firmas para exigir la renuncia de Nikken Abe como sumo prelado, por traicionar las enseñanzas correctas de Nichiren Daishonin e intentar destruir la comunidad armoniosa de practicantes que luchan en pos del kosen-rufu.

Ya antes del 18 de noviembre —aniversario de la fundación de la Soka Gakkai— se habían recolectado cerca de cinco millones de firmas en tan solo diez días de haber empezado el desafío. La magnitud de respuestas obtenidas en ese corto tiempo describió con elocuencia la indignación de los miembros ante las irracionales e inadmisibles acciones que tomó la Nichiren Shoshu contra la Soka Gakkai.

Los miembros tenían la fuerte sensación de que había llegado el momento en que la enseñanza humanística de Nichiren Daishonin mostraría un gran despliegue en el mundo entero. El Daishonin había predicho que «los tres enemigos poderosos se manifestarían sin falta»,9 y ahora sus palabras se estaban haciendo realidad.

Antes de 1991, la Soka Gakkai había sido objeto de numerosas calumnias y abusos por parte de los «laicos arrogantes» —la primera categoría de los «tres enemigos poderosos»— es decir, personas que ignoran el budismo. También había sufrido acosos y ataques a manos del segundo de ellos, «sacerdotes arrogantes» que no buscan las verdaderas enseñanzas del budismo y se aferran a su propio criterio.

Pero aun no había surgido el tercero de los enemigos temibles: «falsos venerables arrogantes», sacerdotes de rango elevado que albergan malos sentimientos en sus corazones y persiguen a los practicantes del Sutra del loto. Sin embargo, ahora, este último había aparecido representado en el sumo prelado Nikken, oprimiendo a la Soka Gakkai que estaba trabajando por el kosen-rufu de acuerdo con la intención del Buda. Esta era una prueba clara de que esta organización laica estaba poniendo en práctica las enseñanzas del Sutra del loto en la actualidad tal como señaló el Daishonin.

  • *1Artículo del Seikyo Shimbun del 10 de febrero de 1991.
  • *2Los escritos de Nichiren Daishonin, Tokio, Soka Gakkai, 2008, pág. 798.
  • *3Toda, Josei: Toda Josei Zenshu (Obras completas de Josei Toda), Tokio: Seikyo Shimbunsha, 1981, vol. 1, pág. 52.
  • *4Cinco faltas capitales: Cinco ofensas más graves que postula el budismo. Las explicaciones varían de acuerdo con los sutras y tratados, pero la versión más común considera que son: 1) matar al padre; 2) matar a la madre; 3) matar a un arhat ; 4) herir a un buda y 5) provocar desunión en la Orden budista. Se dice que la persona que comete cualquiera de las cinco faltas capitales invariablemente cae en el infierno del sufrimiento incesante.
  • *5Los escritos de Nichiren Daishonin, Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 1110.
  • *6Ib., pág. 481.
  • *7En el Japón del siglo XVII el gobierno de Tokugawa introdujo el sistema danka (parroquial), bajo el cual, todos los ciudadanos que residían en la jurisdicción territorial debían registrarse obligatoriamente en el templo asignado, como medio para asegurar la autoridad suprema del Shogun. La función de los templos era realizar rituales funerarios; pero como sustento financiero pusieron en venta a sus feligreses parcelas de terreno para erigir la tumba de sus ancestros. Con el tiempo, este modo de mantenerse se convirtió en un ingreso necesario para el soporte económico de los templos. Los familiares que poseían tumbas en los diferentes santuarios budistas no necesariamente debían profesar el mismo credo religioso que el templo. Esta tradición, continuó incluso después de la disolución oficial del sistema danka , luego de la Segunda Guerra Mundial.
  • *8Se refiere a la era Heisei que se inició oficialmente el 8 de enero de 1989 y finalizará el 30 de abril de 2019 con la abdicación del actual Emperador.
  • *9Los escritos de Nichiren Daishonin , Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 416.