Parte 1: La felicidad; Capítulo 9: Dar a nuestra vida un brillante capítulo final [9.5]
9.5 Construir un «palacio eterno» en nuestra vida
El presidente Ikeda enseña la importancia de nuestros últimos años como oportunidad para hacer valer toda nuestra experiencia acumulada en aras de impulsar la felicidad de los semejantes y de perseverar en nuestro propio esfuerzo por coronar magistralmente nuestra existencia.
Durante sus años de residencia en Minobu, Nichiren Daishonin les envió cartas de aliento al anciano sacerdote laico de Ko y a su esposa, la monja laica de Ko, quienes vivían muy lejos, en la isla de Sado.
Una de las cartas a este matrimonio concluye con estas palabras: «Ningún lugar es seguro. Tengan la certeza de que la Budeidad es la morada final».1 ¿Dónde está nuestra morada final, nuestro hogar esencial, nuestro refugio seguro? Aquí mismo. Se encuentra en nosotros mismos. Ese refugio seguro es el estado de budeidad que hacemos surgir desde nuestro interior.
Las circunstancias externas no determinan nuestra paz espiritual. Aunque habitemos en una casa hermosa, si estamos solos y tristes no podremos decir que nuestra vida sea feliz. Aunque nuestras circunstancias actuales sean buenas, no hay garantía de que permanezcan siempre de esa manera. Solo el «palacio» de paz y de seguridad que construimos en nuestra propia vida a través de la práctica budista es eterno.
El sacerdote laico y la monja laica de Ko practicaban el budismo junto a Abutsu-bo y su esposa, la monja laica Sennichi, en la isla de Sado. El Daishonin observaba la relación de amistad que unía a ambos matrimonios y les brindaba cálido aliento para que pudieran trabajar juntos en unión armoniosa.
Sin duda alguna, cuanto más pasan los años, más uno valora la buena fortuna de tener amigos con quienes cultivar lazos de apoyo y de aliento mutuo. Los miembros de la Soka Gakkai están creando una red de vínculos de esta naturaleza en cada comunidad y en todo el ámbito social.
Shakyamuni dijo: «Los que son siempre amables y respetuosos con los mayores, ganan cuatro cosas: vida, belleza, felicidad y fortaleza».2 Esto tiene sentido, si lo vemos desde el punto de vista de causa y efecto.
Una sociedad que respeta a los ancianos también respeta la vida humana; y si adhiere a estos principios, florecerá y se desarrollará siempre.
En uno de sus escritos, el Daishonin cita este pasaje del Sutra del loto: «Usemos nuestras vidas longevas para salvar a los seres vivos».3 «Vidas longevas», en este contexto, se refiere a la extensión incalculablemente larga del Buda, tal como revela el capítulo «La duración de la vida de El Que Así Llega» (16.º) del Sutra del loto. El estado eterno de la budeidad brota y fluye en la vida de los que practican la enseñanza de este sutra.
Asimismo, basados en el principio budista de «prolongar la vida a través de la fe»,4 podemos incrementar nuestra fuerza vital y extender nuestros años de existencia.
Es más, los bodisatvas no procuran vivir una existencia larga solo en beneficio propio. Lo hacen para poder servir mucho más a los otros, valiéndose de su abundante experiencia, amor compasivo y sabiduría. Esta diferencia es sutil pero fundamental.
En uno de sus escritos, el Daishonin se refiere al líder de los Bodisatvas de la Tierra5 diciendo que era «un honorable anciano conocido como el bodisatva Prácticas Superiores6».7 Este pasaje tiene una importancia fundamental desde el punto de vista del budismo. Pero lo que quiero hacer notar hoy es que la palabra «anciano» no tiene ningún matiz despectivo o desfavorable. Sugiere una venerable majestad y nos hace pensar en una persona dueña de cualidades magistrales o eméritas; por ejemplo, la fe firme e inamovible; una conducta siempre bondadosa y compasiva; su valentía indómita; una excelente capacidad de comunicación; una paciencia inquebrantable; su nobleza y dignidad supremas; una reserva enorme e inagotable de sabiduría para resolver cualquier problema.
Podríamos decir que esto describe perfectamente a los Bodisatvas de la Tierra, quienes difunden los principios del humanismo en esta época convulsionada.
Del discurso pronunciado en un curso nacional de capacitación de líderes, en Shizuoka el 1.º de febrero de 1997.
La «sabiduría para ser feliz y crear la paz» es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.
- *1Respuesta al sacerdote laico de Ko, en Los escritos de Nichiren Daishonin (END), pág. 514.
-
*2DHAMMAPADA: Sayings of the Buddha (El Dharmapada, la prédica del Buda). trad. ingl. Thomas Cleary, Nueva York: Bantam Books, 1995, pág. 40.
- *3Citado en el escrito «Shaka ichidai goji keizu» (Esbozo de los cinco períodos en la vida de prédica de Shakyamuni»); no incluido en Los escritos de Nichiren Daishonin ni en el volumen 2 de The Writings of Nichiren Daishonin. Véase Gosho zenshu, pág. 657.
- *4Prolongar la vida a través de la fe: Este principio se basa en un pasaje del Sutra del loto, en el capítulo 16.º, «La duración de la vida», donde se lee: «Te pedimos que nos cures y nos permitas seguir viviendo». (Véase El Sutra del loto, cap. 16, pág. 226). Esto aparece en la parte que explica la parábola del médico excelente; este da un «buen remedio» a sus hijos que han bebido un «veneno» (es decir, han sucumbido a la ilusión) y le suplican que los cure de su intoxicación. Cuando aceptan y beben el remedio (es decir, cuando adoptan la fe en la Ley prodigiosa del Sutra del loto) se curan y pueden disfrutar de una larga vida.
- *5Bodisatvas de la Tierra: Hueste inmensurable de bodisatvas que irrumpen del seno de la tierra y a quienes el buda Shakyamuni confía la propagación de la Ley Mística o esencia del Sutra del loto en el Último Día de la Ley.
- *6Cuando, en el capítulo «Surgir de la tierra» del Sutra del loto, Shakyamuni declara que la legión inmensa de Bodisatvas de la Tierra que se han presentado en la asamblea son sus discípulos desde el pasado primigenio, el bodisatva Maitreya se permite dudar. Dice que es como si un hombre de veinticinco años señalara a un anciano de cien y dijera: «¡Este es mi hijo!». (Véase El Sutra del loto, cap. 15, pág. 220).
- *7Véase Respuesta al sacerdote laico Takahashi, en END, pág. 634.