Capítulo 5: Los tres mil estados contenidos en cada instante vital
El concepto de los «tres mil estados contenidos en cada instante vital» es una enseñanza budista que revela de qué manera las personas comunes alcanzan la budeidad. El estudio de esta enseñanza permite comprender cómo el budismo Nichiren posibilita el logro de la iluminación a todos los seres.
1. Los tres mil estados contenidos en cada instante vital
Uno de los principios filosóficos en los cuales se sustentó Nichiren Daishonin para la inscripción del Gohonzon de Nam-myoho-renge-kyo —el objeto de devoción para posibilitar el logro de la budeidad de todas las personas en el Último Día de la Ley— es la doctrina de los «tres mil aspectos contenidos en cada instante vital».
Dicho principio fue postulado por el gran maestro T’ien-t’ai (Chih-i) de la China en su obra Gran concentración e introspección, para ayudar a la gente a poner en práctica la enseñanza del Sutra del loto según la cual todas las personas pueden alcanzar la budeidad.
El término «cada instante vital» denota la vida de uno, tal como existe momento a momento. Los «tres mil aspectos» se refieren a todos los fenómenos, a todo cuanto existe con sus múltiples funciones. El principio de los tres mil aspectos contenidos en cada instante vital enseña que un momento de la vida incluye tres mil estados posibles, y que la vida, en momento, permea y atraviesa esos aspectos en su totalidad.
La vida, a cada instante, contiene un potencial ilimitado. Cuando uno transforma su estado de vida en el momento actual, también cambia su entorno, y esto puede redundar en una transformación del mundo entero. Así pues, la doctrina de los «tres mil aspectos contenidos en cada instante vital» es una enseñanza de esperanza y de transformación. El presidente Ikeda expresa el significado de este principio cuando define el tema de su novela La revolución humana: «La gran revolución humana de un solo individuo puede generar un cambio en el destino de un país y, más aún, propiciar un cambio en el rumbo de toda la humanidad».
En su escrito El objeto de devoción para observar la vida, Nichiren Daishonin cita un pasaje de Gran concentración e introspección, la obra de T’ien-t’ai antes mencionada, donde se describen los tres mil aspectos contenidos en cada instante vital:
La vida a cada momento está dotada de diez estados. Al mismo tiempo, cada uno de esos diez estados está dotado de la totalidad de estos diez estados, de tal forma que cada entidad de vida posee, en realidad, cien estados. Cada uno de estos estados, a su vez, posee treinta principios de individualización o aspectos, lo cual significa que en los cien estados hay tres mil aspectos. Los tres mil aspectos están contenidos en cada instante vital. Si no hay vida, ahí termina la cuestión. Pero si existe la menor traza de vida, ella contiene la totalidad de los tres mil aspectos.1
En otras palabras, mientras uno exista, su vida a cada instante posee «tres mil aspectos», cada uno de los cuales es único y distinto de los demás.
El número 3000 se genera multiplicando la posesión mutua de los diez estados (10 estados × 10 estados = 100 estados) por los diez factores de la vida y, luego, por los tres principios de individualización (100 × 10 × 3 = 3000). Los diez estados, los diez factores y los tres principios de individualización son conceptos que abordan desde diferentes perspectivas la vida y la ley de causalidad que opera en ella. Así pues, el principio de los «tres mil aspectos contenidos en cada instante vital» incorpora todos estos enfoques y representa una visión integral de la vida y del mundo en su conjunto.
1) La posesión mutual de los diez estados
El principio central que subyace a la enseñanza de los tres mil aspectos contenidos en cada instante vital es la posesión mutua de los diez estados. El Daishonin escribe: «La doctrina de los tres mil aspectos contenidos en cada instante vital comienza con el concepto de la posesión mutua de los diez estados»,2 y «[El Buda] también expuso la doctrina sobre los tres mil aspectos contenidos en cada instante vital, y explicó que los nueve estados poseen el potencial de la budeidad, y que la budeidad conserva los nueve estados».3
Los diez estados representan diez condiciones de la vida. En orden ascendente, son el: 1) estado de infierno; 2) estado de los espíritus hambrientos; 3) estado de los animales; 4) estado de los asuras; 5) estado de los seres humanos; 6) estado de las deidades o seres celestiales; 7) estado de los que escuchan la voz; 8) estado de los que toman conciencia de la causa; 9) estado de los bodisatvas; 10) estado de los budas.
En las escrituras anteriores al Sutra del loto, se enseñaba que los diez estados eran mundos distintos y separados; esto es, una condición estática de vida en que la persona permanecía toda la existencia hasta la muerte, tras lo cual podía volver a nacer en alguna otra de esas diez condiciones.
Pero el Sutra del loto significó un giro copernicano en esta idea, al revelar que las personas que estaban en cualquiera de los nueve estados poseían también la budeidad, y que el estado de budeidad, complementariamente, también contenía en sí mismo los otros nueve.
La posesión mutua de los diez estados significa que la vida, aunque ahora manifieste alguno de los diez estados, posee los diez en su totalidad. En tal sentido, los budas y los seres en los nueve estados son iguales, pues unos y otros están dotados por igual de estas diez condiciones.
Asimismo, si la vida de alguien, en un momento dado, manifiesta alguno de los diez estados, conserva a la vez el potencial de revelar cualquier otro al instante siguiente, según las circunstancias o influencias. Se desprende de ello que toda persona, en cualquiera de los diez estados, puede manifestar el estado de budeidad y ser un buda, en respuesta a las condiciones propicias.
De tal manera, el principio sobre la posesión mutua de los diez estados explica que uno puede elevar su estado de vida en esta existencia, hasta manifestar incluso los estados de bodisatva y de budeidad.
2) Los diez factores de la vida
Hay diez aspectos o factores comunes a todas las formas de vida, en cualquiera de los diez estados. Desde el estado de infierno hasta el de Budeidad, todos los seres poseen por igual estos diez factores de la vida, cualquiera sea el estado en que se encuentren. Estos diez factores describen la ley de causalidad que opera en el cambio de un estado de vida al otro.
En el capítulo «Medios hábiles» (2.°) del Sutra del loto, que recitamos cada día durante la práctica del gongyo, se describe del siguiente modo el «verdadero aspecto de todos los fenómenos»: «El verdadero aspecto de todos los fenómenos solo puede ser comprendido y compartido por budas. Esta realidad consiste en apariencia, naturaleza, entidad, poder, influencia, causa interna, relación, efecto latente, efecto manifiesto y su coherencia del principio al fin».4
Para ayudar a entender el verdadero aspecto de todos los fenómenos, el sutra expone diez atributos o factores. Cada uno aparece precedido de un término que, en japonés, se pronuncia nyoze, y significa «así», «como tal», «de este modo».
En el conjunto de los diez factores, la «apariencia» es la forma o aspecto exterior de un ser vivo que está sujeto al cambio de un momento al otro.
La «naturaleza» define los atributos intrínsecos o el carácter innato y consistente de un ser.
La «entidad» es la cosa o el ser en sí mismo, que posee los aspectos de apariencia y naturaleza.
Los primeros tres factores —apariencia, naturaleza y entidad— constituyen la existencia y la esencia de un ser vivo. Los otros siete factores, por su parte, expresan las funciones de esa vida.
El «poder» denota el potencial interior o la energía interna.
La «influencia» es la expresión externa de ese poder interno; es la influencia que ese poder ejerce sobre otras vidas o fenómenos.
Los cuatro factores siguientes —causa interna, relación, efecto latente y efecto manifiesto— expresan la ley de causalidad que gobierna las funciones de la vida.
La «causa interna» es una causa primaria o directa, inherente a la vida, que produce un efecto o resultado.
La «relación» se refiere a una condición externa o influencia que estimula la causa interna y funciona como una causa auxiliar o conducente para producir un efecto.
El «efecto latente» es el resultado intrínseco o imperceptible que surge de la interacción entre la causa interna y la relación (o causa externa).
El «efecto manifiesto» es el resultado evidente que surge del efecto latente, en respuesta al tiempo y a las condiciones o causas externas.
Por último, la «coherencia del principio al fin» significa que todos los demás factores mantienen una congruencia desde el comienzo —el primer factor, apariencia— hasta el fin —el noveno factor, efecto manifiesto—. Por ejemplo, una vida que se encuentra en estado de budeidad tendrá la apariencia de la budeidad, la naturaleza de la budeidad, y así sucesivamente hasta el efecto manifiesto de la budeidad. Y este mismo principio se aplica a cada uno de los diez estados.
La vida, en cualquiera de los diez estados, está igualmente dotada de los diez factores; es decir, está dotada de la ley causal que rige los cambios en nuestro estado de vida. Nuestra vida, a la vez que despliega un estado particular, tiene el potencial de manifestar cualquier otro de los diez estados, en respuesta a una condición o influencia. Se desprende de ello que toda persona, en cualquiera de los diez estados, puede manifestar el estado de budeidad y ser un buda, en respuesta a las condiciones propicias.
3) Los tres principios de individualización
Los tres principios de individualización son el ámbito de los cinco componentes, el ámbito de los seres vivos y el ámbito del medio ambiente. Cada uno de los diez estados se expresa de manera individualizada en estos tres planos.
Es posible clasificar a los seres vivos de acuerdo con sus estados de vida —es decir, los diez estados— de un momento a otro. El ámbito de los seres vivos refleja estas diferencias entre estados de vida de un individuo a otro.
El budismo considera que un ser vivo individual es el resultado de la unión temporal de los cinco componentes. En tal sentido, los seres vivos no poseen una existencia fija que sea permanente e invariable; están en un estado de cambio o transformación constante.
Por ende, es natural que los cambios o distinciones en el estado de vida de los seres —es decir, cuál de los diez estados manifiestan— también se reflejen en los cinco componentes que forman a esos seres individuales.
Los cinco componentes son: forma, percepción, conceptualización, volición y conciencia.
La «forma» es el aspecto físico de la vida: el cuerpo y sus atributos físicos.
La «percepción» es la función que recibe y percibe información del mundo exterior a través de los seis órganos sensoriales (ojos, nariz, oídos, lengua, cuerpo y mente).
La «conceptualización» es la función que crea ideas o conceptos a partir de lo percibido.
La «volición» es lo que conecta la conceptualización de lo percibido con la acción. Corresponde a diversas funciones del cuerpo y de la mente, como la voluntad o el deseo.
Finalmente, la «conciencia» describe la función del discernimiento que reconoce y diferencia las cosas.
En el estado de infierno, los cinco componentes poseen las características específicas del estado de infierno, mientras que en el estado de budeidad adquieren las cualidades o atributos propios de dicho estado. Así pues, el «ámbito de los cinco componentes» manifiesta los diez estados de la vida.
Las diferencias en el estado de vida de los seres individuales —es decir, cuál de los diez estados manifiestan— también se reflejan en el entorno o mundo circundante en que ellos habitan. Esto corresponde al ámbito del medio ambiente.
Desde el punto de vista de los tres principios de individualización, vemos que cuando cambia el estado de los cinco componentes, también cambia el de los seres vivos y el de su entorno. Un cambio en nuestra mentalidad o corazón producirá un cambio en cada aspecto de nuestra vida y de nuestro medio ambiente.
Tomados en conjunto, los principios de la posesión mutua de los diez estados, los diez factores de la vida y los tres principios de individualización forman lo que se conoce como «tres mil aspectos contenidos en cada instante vital». Esta enseñanza brinda una visión integral de la ley de causalidad que permea la vida y el mundo circundante, y esclarece que todas las personas son igualmente capaces de lograr la budeidad.