Volumen 30: Capítulo 6, Juramento 121–130
Juramento 121
Al emprender actividades humanitarias, es necesario contar con la cooperación de diferentes instituciones trascendiendo el marco de la afiliación religiosa. Esta es una inclinación natural como ser humano y una actitud esencial para cumplir nuestra misión social como individuos que poseemos una convicción religiosa definida y anhelamos la felicidad de nuestros semejantes.
Para trabajar en colaboración avizorando objetivos en común, es imprescindible el respeto mutuo y la aceptación de las respectivas creencias y trasfondos culturales. De hecho, el deseo original de los fundadores de los grandes credos ha consistido en mitigar los sufrimientos de la gente y ofrecer paz y felicidad. Este es el espíritu que se debe apreciar y respetar.
Hay personas que señalan que la actitud de Nichiren Daishonin hacia las escuelas budistas del Japón, tales como Zen, Palabra Verdadera, Preceptos o Tierra Pura (también conocida como Nembutsu) denota intolerancia y exclusivismo. Pero el Daishonin no niega de ninguna manera la validez de las escrituras en las que se fundamentan estas escuelas religiosas. Es más, incluso cita estos sutras dentro de sus escritos para explicar sobre la naturaleza de la existencia humana.
El Sutra del loto es la enseñanza que abre el camino de la iluminación a todos los seres. Es el «rey de los sutras», la enseñanza plena y perfecta que elucida la realidad esencial de la vida. En cuanto a los demás sutras, no mencionan la iluminación como una posibilidad abierta a todos los seres; no describen la vida en su total dimensión, sino que se limitan a hacer revelaciones parciales sobre ella. Las escuelas budistas establecidas de los tiempos del Daishonin cometieron el error de considerar estas escrituras budistas, que solo muestran la realidad parcial [de todos los fenómenos], como una verdad completa y absoluta, y rechazaron el Sutra del loto. Lo que hizo el Daishonin fue señalar y exponer este error fundamental de manera contundente.
Y para esclarecer cuáles eran las enseñanzas que describían la verdadera intención de Shakyamuni, él solicitó oportunidades para dialogar y debatir sobre este asunto con las demás escuelas. El afán que lo impulsaba era solo su deseo de librar al pueblo del sufrimiento en que estaba sumido. Sin embargo, los sacerdotes que gozaban de una posición acomodada dentro del gobierno militar de Kamakura rechazaron esta petición. Además, utilizaron sus conexiones para hacer correr rumores y acusaciones falsas induciendo a las autoridades a tomar medidas contra el Daishonin sometiéndolo a persecuciones que atentaron contra su vida.
A pesar de todo ello, el Daishonin declara: «Oro, antes que ninguna otra cosa, para poder guiar y orientar al gobernante y a todos aquellos que me persiguieron».1 Es decir, su propósito era guiar a la Budeidad, en primer lugar, a los dirigentes de la nación y a los sacerdotes que lo persiguieron. Su actitud es un ejemplo de amor compasivo y espíritu de tolerancia con que debe vivir un genuino practicante budista.
Este espíritu que animó al Daishonin —de mitigar los padecimientos de la gente y alentarla a ser feliz— constituye la base de nuestras acciones como miembros de la SGI.
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Tener convicción en la fe y sentirse orgulloso de su credo constituyen, junto con el deseo de transmitir a los demás sus enseñanzas, inclinaciones naturales en el ser humano. No obstante, es imprescindible también tener modestia y afán de desarrollo, la disposición de escuchar diferentes opiniones y ver nuevas perspectivas para aprender de ellas y aspirar a una autosuperación permanente. La religión no debe convertirse de ninguna manera en motivo de odio ni de confrontación entre los semejantes.
La gran misión y responsabilidad de los individuos que profesan una fe hoy día consisten en fortalecer su compromiso de crear un mundo libre de la tragedia de las guerras y buscar la unión de los pueblos en torno al anhelo común de realizar la paz y la felicidad del género humano. Para alcanzar este objetivo, es preciso que las personas de diferentes religiones se dispongan a trabajar en colaboración y a emprender una «competencia humanitaria» —tal como mencionó el primer presidente de la Soka Gakkai, Tsunesaburo Makiguchi— inspirándose mutuamente para contribuir al bienestar de todos.
Después de dejar asentado en la Carta Orgánica su propósito de trabajar por la paz mundial, la SGI dio grandes pasos como auténtico movimiento religioso global y humanístico.
Al año siguiente, 1996, Shin’ichi Yamamoto continuó sus viajes por el logro de la paz visitando Hong Kong en el mes de marzo y, Norteamérica, América Central y el Caribe desde finales de mayo hasta comienzos de julio.
En los Estados Unidos, le fue conferido por la Universidad de Denver del estado de Colorado un doctorado honorario en Educación, el 8 de junio.
El 13 del mismo mes, Shin’ichi dio una conferencia en el Instituto de Educadores de la Universidad de Columbia en Nueva York. En ella, se refirió al concepto de «ciudadano del mundo», al que describió como persona cuyas cualidades se caracterizan por la sabiduría de reconocer las interconexiones existentes en la vida, la valentía de respetar las diferencias, la benevolencia solidaria de condolerse del sufrimiento ajeno. Y afirmó que el bodhisattva descrito en las enseñanzas budistas constituía un ejemplo en tanto reúne estas virtudes y que la labor educativa representaba, en cierto modo, la función de los bodhisattvas que trabajan en bien de sí mismos y de los semejantes.
Al día siguiente, Shin’ichi fue a la sede de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York y, durante el almuerzo, intercambió opiniones con el subsecretario general Yasushi Akashi y con varios embajadores de la ONU de diversas naciones.
Desde el 24 de junio, tenía programado visitar Cuba por invitación del Ministerio de Cultura de dicho país.
Shin’ichi siguió emprendiendo acciones con audacia. Sabía que era la única manera de abrir una nueva era.
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Con el fin de la Guerra Fría, el colapso de los regímenes comunistas de Europa del Este y la disolución de la Unión Soviética, Cuba había perdido a su mayor apoyo y aliado, la Unión Soviética. Como consecuencia, se veía aislada y enfrentaba un desafío en el ámbito económico y de la política internacional. En febrero de 1996, ocurrió un incidente en el que dos avionetas civiles de los Estados Unidos fueron derribadas por la Fuerza Aérea cubana. Esto dio lugar a que el Congreso estadounidense promulgara la Ley para la libertad y solidaridad democrática cubana —conocida como Ley Helms-Burton— que implementaba sanciones económicas más severas contra Cuba. Las tensiones entre ambos países se habían acrecentado más aún.
Sin embargo, Shin’ichi tenía ya una decisión tomada. Se dijo: «Precisamente por eso iré a Cuba…, como un ciudadano más que desea la paz mundial. ¡Allí hay personas…, y quiero abrir, de alguna forma, un camino que permita intercambios educativos y culturales con esta nación!».
El 17 de junio, a una semana de su viaje a Cuba, Shin’ichi se reencontró en la ciudad de Nueva York con el ex secretario de Estado, Henry Kissinger, con quien mantuvo una amena conversación. En dicha oportunidad, el doctor Kissinger le habló de sus pensamientos para subsanar las relaciones bilaterales. A esto, Shin’ichi respondió: «Estoy convencido y creo firmemente que, en lugar de dejarnos llevar por opiniones públicas pasajeras y los intereses creados, es preciso que actuemos con convicción resuelta y una visión prospectiva, que tendamos puentes de paz hacia el siglo XXI».
Ambos intercambiaron sus pareceres con total franqueza.
Antes de dirigirse a Cuba, Shin’ichi fue a Miami. Visitó por primera vez el Centro Cultural y Natural de Florida de la SGI-USA y participó junto con representantes de cincuenta y dos países y territorios en la vigésima primera reunión general de la SGI.
El 24 de junio por la tarde, se trasladó también por primera vez a las Bahamas, un país constituido por más de setecientas islas en el océano Atlántico Norte. En ese entonces, no había vuelos directos desde los Estados Unidos a Cuba, y la única manera de llegar a este último país era haciendo escala en otra nación. Bahamas sería el país número cincuenta y dos que Shin’ichi visitaba.
En el aeropuerto lo esperaban dos miembros, un hombre y una mujer.
Shin’ichi tan solo permanecería allí unas cuatro horas, pero entregó todo su ser para brindarles aliento. Escribió y obsequió a estos compañeros las siguientes palabras: «Aquí también está presente la SGI. ¡Viva la SGI de las Bahamas!».
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Shin’ichi Yamamoto y su comitiva partieron de Bahamas en el avión de fabricación soviética proporcionado por el gobierno cubano para dirigirse hacia el Aeropuerto Internacional José Martí en La Habana, Cuba.
Llegaron pasadas las cinco y media de la tarde del 24 de junio. En el aeropuerto fueron recibidos por el Ministro de Cultura y su esposa, y varios funcionarios del gobierno.
Shin’ichi expresó su agradecimiento y dijo: «Soy un simple ciudadano, pero estoy decidido a transformar en unión las disgregaciones humanas y divisiones existentes entre las naciones con valor y acciones concretas. Quiero hacer todo lo que esté a mi alcance para abrir el camino de la paz en el siglo XXI».
Aunque su estadía en este país sería de tan solo tres días y dos noches, él había formulado en lo profundo de su corazón el firme compromiso de entablar lazos de amistad con la mayor cantidad de personas posibles. Fue así como entregó alma y vida en cada actividad y en cada encuentro.
A las cuatro de la tarde del día 25, Shin’ichi visitó la Universidad de La Habana. En una ceremonia realizada en el auditorio del campus, recibió la Orden Félix Varela de Primer Grado de manos del ministro de Cultura, Armando Hart Dávalos, en reconocimiento por sus contribuciones al intercambio cultural. En sus palabras, el doctor Hart describió a Shin’ichi como un incansable activista por la paz y manifestó que la condecoración era muestra de solidaridad de un pueblo que anhela la paz.
Posteriormente, la Universidad de la Habana confirió el título de doctor honoris causa en Letras a Shin’ichi quien seguidamente dio una disertación que se tituló: «Martí y un nuevo heroísmo espiritual».2
Cuando se desarrollaba el acto, el cielo se nubló y comenzó a caer una lluvia torrencial. Se escucharon ensordecedores estallidos de truenos y las descargas eléctricas parecían rasgar los ventanales del auditorio. En Cuba, de clima tropical, son lluvias benevolentes que traen frescura. ¡Pero se había desatado tan repentinamente y con tanta fuerza!
Shin’ichi se dirigió al micrófono y dijo: «¡Qué trueno magnífico! Es la música de los cielos, el tambor resonante, la sinfonía restallante de los cielos, que saludan el progreso de la humanidad hacia la victoria de la paz. ¡Y qué lluvia fabulosa! ¡El firmamento nos dice que no debemos dejarnos vencer por ninguna dificultad! ¡Tenemos que avanzar valientemente y atravesar las tempestades adversas!».
Los presentes aplaudieron esbozando una sonrisa; una profunda empatía parecía llenar el salón.
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En su disertación, Shin’ichi Yamamoto manifestó: «El arribo del siglo XXI nos pondrá a las puertas de un milenio nuevo; cuando reflexiono sobre la transición que tenemos por delante, me conmueve una certeza: nada hay tan imperioso como crear una civilización de esperanza y armonía para los mil años».3
Y propuso tender tres «puentes espirituales» o caminos que conectan a esa meta. El primero es la restauración de la integridad de la vida cultivando un espíritu poético que enlaza al hombre con la sociedad y el universo. El segundo es unir a las personas despertando en ellas la empatía que lleva a compartir las desdichas de los demás. Y el tercero es construir un puente hacia un futuro de esperanza impulsando la educación.
Esa noche, Shin’ichi se reunió con el presidente Fidel Castro en el Palacio de la Revolución y mantuvo una conversación que duró unos noventa minutos. El presidente Castro lo recibió con una sonrisa. Lucía traje y corbata, en lugar de su habitual uniforme militar. En ese gesto Shin’ichi sintió su deseo de amistad y paz.
Hablaron sobre temas tales como la sucesión del liderazgo, la forja de individuos capacitados, la política, la filosofía de la vida, la visión del mundo, etc. Ambos concordaron que el poder del diálogo y de la cultura eran de vital importancia para el logro de la paz en el siglo XXI.
Shin’ichi se refirió al importante papel que cumple la educación para el futuro de Cuba y del mundo. Explicó sobre el movimiento de la SGI, que trasciende los sistemas políticos y dirige su atención al ser humano, un movimiento que canaliza la filosofía budista según la cual todas las personas son, por igual, preciadas y dignas de respeto.
El presidente Castro se mostró feliz de poder dar acogida a Shin’ichi y su comitiva, y expresó su deseo de participar activamente en la promoción de los intercambios entre Cuba y Japón para fomentar la comprensión mutua.
Después de la entrevista, el presidente Castro recibió un doctorado honorario de la Universidad Soka. En su discurso de aceptación, dijo que apreciaba la visita de la delegación de la SGI, reconociendo sus actividades en pro de la paz basadas en el humanismo. Manifestó que, Japón con su notable desarrollo había demostrado lo que el ser humano puede hacer, pese a los pocos recursos naturales y su reducida superficie, y a los frecuentes azotes de los tifones y terremotos.
Shin’ichi y el presidente Castro entablaron un fuerte lazo de amistad.
Juramento 126
Después de la visita de Shin’ichi, Cuba siguió manteniendo activos intercambios culturales y educativos con Japón.
El 6 de enero de 2007, se llevó a cabo el Acto de Reconocimiento Jurídico de la Soka Gakkai de la República de Cuba en el que fue acreditada oficialmente por el gobierno como institución religiosa.
Los Estados Unidos fue reduciendo gradualmente las sanciones económicas contra Cuba y, en 2015, se restablecieron las relaciones diplomáticas entre ambas naciones.
El 26 de junio de 1996, luego de su viaje a Cuba, Shin’ichi pisó por primera vez suelo costarricense. Este país situado al norte de Panamá y admirado como un paraíso natural sería la nación número cincuenta y cuatro que recorrería. Costa Rica incorporó a su Constitución Política la abolición del ejército y proclamó su neutralidad perpetua, activa y desmilitarizada.
Al día siguiente, 27 de junio, Shin’ichi se encontró con el presidente José María Figueres Olsen en la Casa Presidencial, en San José. Posteriormente, participó en un encuentro con los miembros de la SGI de Costa Rica, a quienes obsequió el siguiente poema:
He aquí también,
en este suelo costarricense,
los «Amigos emergidos de la Tierra»…
¡Para ellos mis mejores augurios
de una vida pletórica
de eternidad, felicidad, verdadera identidad y pureza!
El 28 de junio, tuvo lugar la ceremonia inaugural de la exposición «Armas nucleares: Una amenaza para la humanidad». Esta era la primera vez que la muestra se exhibía en América Latina. Al acto, asistieron el presidente Figueres junto con la Primera Dama, el expresidente y Premio Nobel de la Paz Óscar Arias Sánchez, entre otros distinguidos invitados.
La exhibición se llevó a cabo en el Centro Costarricense de Ciencia y Cultura que alberga también el Museo de los Niños, y las animadas voces de los chicos que jugaban allí llegaban hasta el salón donde se realizaba la ceremonia. Shin’ichi se puso de pie y empezó sus palabras esbozando una sonrisa: «Las voces de estos niños, llenas de energía, y su presencia en sí son la imagen viva de la paz. Es aquí donde se encuentra la fuerza para frenar la escalada de la amenaza nuclear, donde está la esperanza. Los niños representan la pujanza de la vida, mientras las armas nucleares simbolizan la muerte y la destrucción».
«¿Qué hacer para que el poder de la vida supere infinitamente la fuerza de las armas nucleares? ¿Cómo hacer que la solidaridad humana desplace para siempre la sombra de la destrucción atómica?», planteó Shin’ichi. Y agregó que estas debían ser las metas de la educación humanística, de la educación dirigida a todas las personas.
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En febrero de 1997, un año después de su gira por Norteamérica, América Central y el Caribe, Shin’ichi Yamamoto viajó a Hong Kong. En mayo, realizó su décima visita a la China y fue a la India en el mes de octubre. Cada día era una lucha contra el tiempo.
En febrero de 1998, se dirigió a las Filipinas y a Hong Kong, y en mayo, a Corea del Sur donde visitó por primera vez la sede de la SGI.
Al año siguiente, en mayo de 1999, realizó su tercer viaje a Corea del Sur en cuya oportunidad visitó la isla de Jeju.
En 2000, viajó nuevamente a Hong Kong en febrero y en los meses de noviembre y diciembre recorrió sucesivamente Singapur, Malasia y Hong Kong.
El 23 de noviembre, Shin’ichi se encontró con el presidente singapurense S. R. Nathan en su residencia oficial. El Presidente era un hombre afable y de firmes convicciones.
En 1974, un grupo de cuatro terroristas, entre ellos miembros del Ejército Rojo Japonés, habían cometido un atentado provocando una explosión en una refinería petrolera en Singapur. Asimismo, habían tomado como rehenes a cinco empleados. El presidente Nathan, en ese entonces director de la División de Seguridad e Inteligencia del Ministerio de Defensa, dirigió las negociaciones con mente lúcida y determinación inquebrantable. La demanda de los terroristas era obtener garantías para trasladarse a Kuwait y exigían el acompañamiento de oficiales gubernamentales de Japón y de Singapur. El señor Nathan se ofreció ir a bordo del avión como rehén. Finalmente, este incidente llegó a su fin sin una sola víctima.
Estar preparado para dar todo de sí y asumir la total responsabilidad en los momentos claves es una de las cualidades más importantes en un líder.
Si su máxima prioridad es protegerse a sí mismo o al pueblo y a sus conciudadanos se evidencia en las situaciones críticas y con el paso del tiempo. Hoy, más que nunca, el mundo requiere líderes que tengan integridad y actúen con dedicación.
Durante su reunión con Shin’ichi, el presidente Nathan manifestó: «Singapur es un país pequeño y nuevo. Una nación con una diversidad de grupos étnicos, religiones y lenguas. En medio de difíciles circunstancias, nuestro pueblo ha venido avanzando hacia un objetivo en común».
Shin’ichi creyó ver que el sentido de responsabilidad con que el Presidente encaraba su vida no era ajeno al espíritu que impulsaba el dinámico desarrollo de Singapur.
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Cuando Shin’ichi pidió al presidente Nathan un mensaje para los jóvenes que serán los protagonistas del siglo XXI, él elogió sin reservas a los integrantes de las divisiones juveniles de la SGI: «He visto varias veces las actuaciones de los miembros de la Asociación Soka de Singapur durante los desfiles del Día Nacional, y son realmente estupendos. He quedado admirado también por las presentaciones artísticas de la Soka Gakkai de Malasia. La coordinación y disciplina que muestran es perfecta, es una belleza que cautiva a los espectadores. Siempre quedo asombrado y me pregunto cómo pueden hacer semejante maravilla.
»Es más, esos jóvenes participan por propia iniciativa. En sus interpretaciones están plasmadas las enseñanzas del budismo. En mi país, cada vez se repara más en la importancia de la calidad humana. En ese sentido, es significativamente grande la contribución que está haciendo la Soka Gakkai a nuestra sociedad y a la nación».
Shin’ichi se sintió feliz de escuchar estas palabras del Presidente. Lo que le llenaba de regocijo era el hecho de que la Soka Gakkai fuese merecedora de tal confianza de parte de la sociedad singapurense y fuese vista con tantas expectativas, y que hubieran sido los jóvenes sucesores quienes cosecharon esos elogios.
Para el mentor no hay motivo de mayor alegría, dicha y esperanza como saber del desarrollo de la juventud que se hará cargo de la próxima generación, ver la victoria del discípulo. Este es el corazón del mentor, la naturaleza del lazo que une al maestro y el discípulo.
Al día siguiente, 24 de noviembre, la Universidad de Sídney confirió a Shin’ichi el título honorífico de Doctor en Letras. El acto de imposición tuvo lugar junto con la ceremonia de graduación para los estudiantes provenientes de Singapur y los países vecinos, que habían cursado sus estudios en dicho establecimiento. Se realizó en un hotel en el centro de Singapur.
La Universidad de Sídney es la más antigua dentro de la nación australiana. Cuenta con aproximadamente tres mil estudiantes internacionales, muchos de ellos originarios de países asiáticos como Singapur. Se realizaron también actos de graduación en Singapur y Hong Kong para que los familiares y amigos de los estudiantes internacionales puedan compartir ese momento. En esta sensible y cálida preocupación por el alumnado se aprecia la filosofía educativa centrada en el estudiante que palpita en esta institución.
La creencia de que las universidades existen en bien de los alumnos es la base de una educación humanística.
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Shin’ichi Yamamoto ingresó al salón junto con la Rectora, la Vicerrectora adjunta y otras autoridades precedido de la fanfarria que dio apertura a la ceremonia de graduación.
La rectora Leonie Kramer y la vicerrectora adjunta Judith Kinnear eran académicas de reconocido prestigio. La Rectora era respetada también por sus amplias contribuciones en la sociedad y había sido distinguida como uno de los Tesoros Humanos Vivos de Australia.
La Vicerrectora dio lectura a la mención del título y Shin’ichi recibió el diploma correspondiente de manos de la Rectora.
Seguidamente, se otorgaron diplomas a los cuarenta y cinco egresados, quienes pasaron al frente uno por uno al ser nombrados. La Rectora les dirigía cálidas palabras mientras hacía la entrega: «¿Cuál será tu siguiente desafío?» «¡Sé alguien capaz de contribuir a la sociedad!» «¡Sigue perseverando, pero también disfruta de la vida!».
Era una escena enternecedora que evocaba a la de una madre que alienta a sus hijos con infinito afecto. Shin’ichi percibió en ese gesto el inmenso poder que tiene una educación impregnada de amor y consideración.
En su discurso de aceptación, habló sobre el fundador de la educación Soka, Tsunesaburo Makiguchi, quien se había referido a Australia en su obra Geografía de la vida humana, publicada en 1903. Señaló que Makiguchi había citado el ejemplo de la chaqueta de lana australiana que tenía para explicar que nuestra vida está estrechamente conectada con el trabajo de incontables personas del mundo. Mencionó también que Makiguchi había fallecido en prisión haciendo frente a la persecución del gobierno militarista del Japón durante la Segunda Guerra Mundial.
Y luego agregó: «En una época en que los principios del imperialismo estaban en pleno apogeo, Tsunesaburo Makiguchi proclamó la importancia de tomar conciencia de la “interdependencia universal” de todos los seres, y de una filosofía sustentada en la cooperación altruista, avizorando la coexistencia creativa y la prosperidad del género humano.
»Sostuvo, asimismo, que la humanidad debía dejar su afán de imponerse haciendo uso de lo que podríamos denominar “poder duro”, representado por el empleo de la fuerza militar, política y económica. En cambio, instó a atenerse a los valores humanísticos y a buscar la superación mediante el “poder blando” de los valores culturales, espirituales y humanos».
Shin’ichi confiaba en que el siglo XXI debía ser una centuria en la que, basados en el humanismo y la consideración hacia los demás, las personas se esforzaran por una convivencia armoniosa que permita la prosperidad personal y la de los semejantes.
Juramento 130
El 25 de noviembre, Shin’ichi Yamamoto se dirigió al Jardín de Infantes Soka de Singapur. Era su segunda visita, pero era la primera vez que lo hacía a su nueva instalación en Tampines.
Dos niños entregaron ramos de flores a Shin’ichi y a su esposa, Mineko. Shin’ichi expresó su agradecimiento e intercambió un apretón de manos con cada uno de los pequeños. Algunos manifestaban abiertamente su alborozo y otros se mostraban tímidos.
«Estoy muy feliz de conocerlos —les dijo Shin’ichi—. Ayer, me enseñaron un álbum con sus dibujos. ¡Todos eran muy bonitos!».
Luego, los niños interpretaron con gran dulzura una tonada japonesa mientras se mecían al ritmo de la música. Shin’ichi los acompañó con las palmas y los felicitó: «¡Qué bien pronuncian el japonés!».
Todos sonrieron con orgullo.
La Directora que presenció esta escena comentó posteriormente: «Noté que los rostros de los chicos se iluminaron. Estaban felices de ver esa muestra de cariño».
En las paredes de todo el establecimiento había tarjetas con mensajes en inglés: «Sensei, usted está creando la paz del mundo. Por eso, quiero convertirme en un piloto de avión y transportar a las personas a diferentes países», «Sensei, usted está trabajando demasiado. Muchas gracias. Yo también me esforzaré en mis estudios para corresponder a su afecto».
Shin’ichi le dijo a Mineko: «¡Qué maravilloso! ¡Ellos prometen un siglo XXI lleno de expectativas!». Sus ojos estaban puestos en el arcoíris de esperanza que se extendía hacia el porvenir.
Después de esta visita, se trasladaron a la sede de la Asociación Soka de Singapur y conocieron por primera vez el centro. Allí, participaron en una reunión conmemorativa de los cuarenta años del inicio del movimiento de la SGI por el kosen-rufu mundial.
En su discurso para esa ocasión, Shin’ichi citó las palabras de Nichiren Daishonin: «La semilla para el logro de la Budeidad solo existe en los siete caracteres de Nam-myoho-renge-kyo».4 Y agregó: «Pase lo que pase, mantengan su fe en el Gohonzon y continúen entonando Nam-myoho-renge-kyo. Piensen en el Gohonzon como si fuera su madre o su padre con quien pueden compartir todas sus penas y alegrías. Tienen la libertad de contar todo lo que está en su corazón. El Gohonzon comprenderá todo».
- *1Los escritos de Nichiren Daishonin, Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 423.
- *2IKEDA, Daisaku: El nuevo humanismo, México: Fondo de Cultura Económica, 1999, pág. 124.
- *3IKEDA, Daisaku: El nuevo humanismo, México: Fondo de Cultura Económica, 1999, pág. 126.
- *4The Writings of Nichiren Daishonin, vol. 2, pág. 804.