Parte 2: La revolución humana
Capítulo 14: «¡Sean buenos ciudadanos!» [14.3]
14.3 Sean ciudadanos buenos y responsables
En diálogo con miembros de Suecia, el presidente Ikeda esboza la postura fundamental con que debemos practicar el budismo Nichiren: ser considerados con los vecinos; respetar la cultura y las costumbres del lugar donde vivimos, y propagar el budismo a paso firme, pero sin apresuramiento.
Ya que esta es mi primera visita a Suecia, hoy quisiera compartir algunas reflexiones sobre aspectos básicos.
En primer lugar, les pido que sean considerados y atentos con sus vecinos. No vivimos aislados; somos parte de una comunidad. Por ende, necesitamos tratarnos bien unos a otros. Es una cuestión de sentido común. No se trata únicamente de afirmar nuestros derechos individuales o de hacer lo que nos place o nos conviene; así no estamos actuando como miembros responsables de la sociedad.
Nichiren Daishonin escribe: «El budismo es razón».1 Los miembros de la Soka Gakkai ponemos en práctica la enseñanza del Daishonin; así pues, es importante que seamos razonables y que obremos con sensatez y buen juicio.
Les pido no solo que sean respetuosos y amables con quienes viven en su vecindario, sino también con la gente cercana a los centros comunitarios donde se llevan a cabo las actividades budistas. Cuando se crucen con los residentes del lugar, salúdenlos con actitud cálida y agradable. Espero que tomen todos los recaudos necesarios para no preocupar ni incomodar a otros. A través de estos sinceros cuidados, seguramente, con el tiempo, conseguirán que los demás valoren el budismo Nichiren y harán de este centro cultural un genuino castillo de felicidad en beneficio de toda la zona.
Es importante crear lazos de confianza con los demás. Nunca se crean dueños exclusivos de la rectitud. Recuerden que la forma de asegurar la corriente del kosen-rufu en la comunidad es a través de su conducta considerada como practicantes budistas, tranquilizando a los demás y mereciendo su aceptación y reconocimiento.
A la inversa, estarán transgrediendo las normas de la convivencia si nunca saludan a los vecinos, o si los molestan muy temprano o muy tarde con toda clase de ruidos; por ejemplo, hablando en voz alta al entrar o salir del centro cultural, arrancando con fuerza los motores de los vehículos y motocicletas, o dejando sonar los teléfonos móviles. Espero que en las inmediaciones de nuestros centros culturales se conduzcan de manera educada y silenciosa, y que eviten ensuciar las calles con colillas u otros residuos.
No importa cuán justas sean sus palabras o cuán significativas sean sus actividades, recuerden que, en definitiva, la gente los juzgará a través de sus actos cotidianos. Esto es válido en cualquier lugar. La negligencia en este aspecto ha obstaculizado en gran medida el avance del kosen-rufu.
En el budismo, el término «sutra» [en japonés, kyo] significa «escritura» o «enseñanza». En sentido amplio, denota lo que expresa la vida de los seres humanos; es decir, nuestras voces y acciones. Cada uno de nosotros, con sus propios actos y palabras, está «recitando» su propio sutra.
En tal sentido, Nam-myoho-renge-kyo es el sutra supremo. Ya que practicamos esta enseñanza sin parangón, debemos esforzarnos en todos los sentidos posibles por mejorar y refinar la forma en que hablamos y actuamos.
Con respecto al segundo punto, quiero pedirles que respeten la cultura y las costumbres del lugar donde viven.
El budismo de Nichiren Daishonin abarca el universo entero e ilumina por igual la vida de todas las personas, sin discriminación. No es una religión japonesa, sino una filosofía para toda la humanidad. Por lo tanto, no hay ninguna necesidad de que usemos costumbres, formas de pensar o palabras japonesas como practicantes de la Ley Mística.
Desde luego, debemos ser rigurosos con los fundamentos básicos de la fe y la práctica. Pero Suecia tiene su propia cultura y tradición, que son el producto de una larga evolución histórica. En la medida en que estos usos y costumbres no contradigan las enseñanzas esenciales del budismo, es natural que los miembros suecos valoren su herencia cultural. Porfiar o tener una actitud intransigente o cerrada con respecto a estas cuestiones va en contra del espíritu abierto y tolerante que caracteriza el budismo Nichiren.
Espero que, a la par de basarse en las enseñanzas del Daishonin, sean todos buenos ciudadanos que respeten las leyes y las costumbres del lugar donde residen, y que se ganen la confianza y la aceptación de quienes se encuentran a su alrededor.
El tercer punto que quiero recalcar es que no propaguen el budismo con actitud impaciente.
La enseñanza de Nichiren Daishonin es el budismo de la siembra,2 implícito en el Sutra del loto. Los cimientos de nuestra práctica son entonar Nam-myoho-renge-kyo a título personal, y estar abiertos o dispuestos a compartir la Ley Mística en nuestras interacciones con los demás. Que ellos decidan empezar a practicar, o prefieran no hacerlo, es una cuestión enteramente distinta. Hay dos formas de sembrar las semillas de la Ley: «sembrar las semillas haciendo que la gente escuche la enseñanza», lo cual significa dar a conocer el budismo a los demás, y «sembrar las semillas haciendo que la gente tenga fe en la enseñanza»,3 lo cual significa guiar a recibir el Gohonzon y a tener fe en él. Ambas son excelentes formas de propagación. Y producen los mismos beneficios.
La mayor parte de la población mundial desconoce totalmente las enseñanzas del budismo Nichiren; incluso hay gente que ni siquiera conoce su nombre. Nuestra misión es sembrar las semillas de la Ley Mística; en otras palabras, inculcar en la vida de las personas las semillas de la paz y de la felicidad. En la mayoría de los casos, ayudamos a la gente a crear lazos con el budismo mediante nuestra interacción natural, hablando con apertura y franqueza como buenos amigos. También es importante que hagamos daimoku por la felicidad de todas las personas a quienes les transmitimos el budismo. Luego, tal vez tengamos oportunidad de hablar con ellas de manera espontánea sobre nuestro budismo de la siembra.
Pero nunca discutan con los demás a causa de la fe, ni sean insistentes hasta el punto de irritar o de fastidiar a la gente. Sigan abrigando el sincero deseo de que la persona a quien transmiten la Ley acepte algún día este budismo. No hay ninguna necesidad de que se impacienten ni tienen por qué presionar a la gente a practicar. Una vez que hayan ayudado a alguien a crear lazos con el budismo, sin falta llegará el momento en que esas semillas germinarán y darán flor.
Del discurso pronunciado en la inauguración del Centro Cultural de Suecia, en dicho país, el 3 de junio de 1989.
La sabiduría para ser feliz y crear la paz es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.
- *1El Héroe del Mundo, en Los escritos de Nichiren Daishonin, pág. 880.
- *2Budismo de la siembra: Es el budismo que planta la semilla de la budeidad —o causa para el logro de dicho estado— en la vida de las personas. En las enseñanzas de Nichiren, el término «budismo de la siembra» es sinónimo de «budismo Nichiren», a diferencia de las de Shakyamuni, que se llaman «budismo de la cosecha». El budismo de la cosecha es el que puede guiar a la iluminación solamente a quienes ya habían recibido las semillas de la budeidad practicando, en existencias anteriores, la enseñanza del Buda. En cambio, el budismo de la siembra es el que implanta las semillas de la budeidad, o Nam-myoho-renge-kyo, en la vida de quienes no habían tenido contacto previo con las enseñanzas del Buda en existencias pasadas; es decir, las personas del Último Día de la Ley.
- *3Hay dos formas de sembrar las semillas de la budeidad: una es permitir que alguien escuche la enseñanza y la otra es guiar a la persona a tener fe en la enseñanza. En Comentario sobre «Palabras y frases del “Sutra del loto”», el gran maestro Miao-lo de la China señala: «Ya sea que uno acepte o rechace la enseñanza, de todas formas crea un lazo con ella, por el solo hecho de que entre por los oídos. A la larga, este vínculo le permitirá lograr la liberación, tanto por adhesión como por oposición». «Sembrar las semillas permitiendo que alguien escuche la enseñanza» significa que al dar a conocer la Ley a otros, uno crea la causa o semilla para que, con el tiempo, esa persona logre la budeidad, aunque inicialmente se muestre reacio a aceptarla.