Parte 1: La felicidad; Capítulo 4:
«Lo importante es el corazón» [4.5]
4.5 Ser maestros de nuestra mente
Para lograr un cambio fundamental en nuestro estado interior, debemos liberarnos de la sujeción a nuestra mente débil y fluctuante; en suma, debemos ser maestros de nuestra mente y vivir de este modo.
«Lo importante es el corazón».1 Las funciones de nuestro espíritu o de la mente son inescrutables y asombrosas. El mundo interior del ser humano no tiene límites. Pero, a la vez, podemos desarrollarlo infinitamente.
La mente puede elevarse hacia un estado de alegría exultante, como si volara libremente y sin esfuerzo por el inmenso cielo azul. Puede irradiar un amor cálido y reconfortante como la luz del sol, que todo lo ilumina, y envolver de tibieza a las personas que sufren. Puede estremecerse de ira legítima y derrotar el mal y la injusticia con la ferocidad de un león indómito. En suma, cambia a cada instante, como las veloces escenas de un drama o los paisajes que vemos pasar en la ruta.
Pero lo más prodigioso de la mente es que puede manifestar el estado de budeidad. Aun las personas exhaustas por el sufrimiento y desencantadas al máximo pueden hacer surgir desde lo profundo de su vida la fuerza de una budeidad idéntica a la del universo. Esta epopeya colosal de transformación es, en verdad, la mayor de todas las maravillas.
El budismo reconoce la nobleza suprema y el potencial de cambio impresionante que encierra la vida humana. Basado en esta comprensión, Nichiren Daishonin enseña que cualquier persona puede revelar su budeidad y convertir incluso el lugar más impuro y malvado en una tierra pura, perfeccionando su vida mediante la práctica del daimoku.
Myoho-renge-kyo es «la verdad mística que existe en todos los seres vivos en forma inherente y primigenia2».3
Por eso, «a través de entonar Nam-myoho-renge-kyo, podemos bruñir el espejo percudido de una mente nublada por las ilusiones provenientes de la oscuridad fundamental de la vida que, una vez lustrado, refulge como una joya y refleja la naturaleza esencial de los fenómenos4 y el verdadero aspecto de la realidad».5 En otras palabras, revela nuestra budeidad interior y nos permite manifestar la «verdad mística que existe en todos los seres vivos en forma inherente y primigenia».6
Myoho-renge-kyo es la Ley inmanente a nuestra vida. La transformación interior que logramos, a cada momento, recitando Nam-myoho-renge-kyo no solo conduce a un cambio fundamental en nuestro enfoque mental, sino a una revolución que afecta toda nuestra forma de vivir, una vez que entramos en el camino hacia el logro de la budeidad en esta existencia. Además, ese cambio genera olas concéntricas que se expanden y abarcan a toda la humanidad, en un proceso que denominamos «kosen-rufu». Dicha ley es el latido dinámico del cambio que palpita en todos los fenómenos.
Que Myoho-renge-kyo sea la Ley inherente a nuestra vida implica otra cuestión que debemos considerar: la relación entre la vida sujeta a las ilusiones —una mente nublada por las ilusiones provenientes de la oscuridad fundamental de la vida— y el corazón de la iluminación o myo; es decir, la mente iluminada por la naturaleza esencial de los fenómenos y el verdadero aspecto de la realidad.7
Si vivimos siguiendo el movimiento voluble e inestable de la mente no iluminada, nuestro potencial se frustrará sin llegar a desplegarse. O, peor aún, quedaremos a merced de nuestros impulsos negativos y destructivos. Así operan las funciones sutiles de la mente. Como nuestra postura interior es la clave para lograr la budeidad en esta existencia, es primordial superar nuestra flaqueza interior. De eso se trata nuestra práctica budista.
La mente de las personas comunes, sujeta a las ilusiones, es proclive a fluctuar. Pero no es sabio adoptar como guía o base de la existencia esa dimensión cambiante e inestable de la mente. A esto se refiere el célebre pasaje del sutra que indica: «ser maestros de nuestra mente en lugar de permitir que ella nos domine».8
El Daishonin cita este pasaje sobre el dominio de la propia vida en muchos de sus escritos y lo destaca como valiosa exhortación para sus seguidores. Ser maestros de nuestra mente significa tener un sólido compás en la vida y un luminoso faro en la fe.
No nos dejemos manejar por los aspectos no iluminados de nuestra mente, que cambian y se agitan en respuesta a las circunstancias. Necesitamos un maestro o mentor que nos ofrezca guías certeras para mantener un rumbo correcto. En tal sentido, los verdaderos maestros de la mente son la Ley budista y las enseñanzas del Buda. Shakyamuni juró adoptar como maestro o guía de su mente la Ley con respecto a la cual se había iluminado, y su orgullo era mantener fielmente esa determinación. De esto se trata vivir «confiando en la Ley», advertencia que Shakyamuni propuso como consejo final a sus discípulos antes de morir.
Dejarnos manejar por la mente cambiante es adoptar las pulsiones del yo como base de la conducta. En definitiva, la dinámica extenuante de la mente nos paseará de un lado al otro, nos hará sucumbir al egoísmo y nos empujará a lo más hondo de la ignorancia o la oscuridad.
A la inversa, ser maestros de nuestra mente es adoptar la Ley como basamento.
Un maestro budista es quien conduce a las personas hacia la Ley y las conecta con ella; quien les enseña que esa Ley en la cual deben confiar existe en el interior de cada ser. Por su parte, los discípulos buscan a un maestro que corporifique esa Ley y sea inseparable de ella. Se esfuerzan en su práctica budista tomando como inspiración y modelo de fe a su mentor. De esa forma, construyen una vida que les permite ser maestros de su propia mente.
En otras palabras, para lograr la budeidad en esta existencia es indispensable la presencia de un maestro que viva de acuerdo con la Ley, la encarne en su conducta y enseñe a la gente el enorme potencial de la vida humana.
Yo le debo lo que soy a mi maestro Josei Toda, el segundo presidente de la Soka Gakkai, quien practicó de acuerdo con las enseñanzas del Buda y dedicó su vida a propagar ampliamente el budismo Nichiren en la época contemporánea. El señor Toda es mi maestro espiritual y por eso siempre vive en mí; yo sigo celebrando con él un diálogo interior permanente, todos los días, a cada minuto. Esta es la esencia de la inseparabilidad entre maestro y discípulo…
Quienes jamás se separan de su mentor espiritual y lo tienen siempre presente como modelo y compás, quienes se esfuerzan como exhorta el maestro, son personas que viven basadas en la Ley. El budismo Nichiren es una enseñanza basada en la inseparabilidad de maestro y discípulo.
De la disertación del presidente Ikeda sobre El logro de la budeidad en esta existencia, publicada en japonés en enero de 2007.
La «sabiduría para ser feliz y crear la paz» es una selección de las obras del presidente Ikeda sobre temas clave.
- *1La estrategia del «Sutra del loto», en Los escritos de Nichiren Daishonin (END), págs. 1045-1046.
- *2Verdad mística que existe en todos los seres en forma inherente y primigenia: Alusión a la Ley Mística o Nam-myoho-renge-kyo, innata en todas las formas de vida. Al tomar conciencia de esta Ley, activamos el gran estado de vida de la budeidad. La verdad mística también se refiere a la budeidad o naturaleza de Buda inherente.
- *3El logro de la budeidad en esta existencia, en END, pág. 3.
- *4Naturaleza esencial de los fenómenos: También, naturaleza del Dharma o iluminación.
- *5Véase El logro de la budeidad en esta existencia, en END, pág. 3.
- *6Ib.
- *7Véase ib.
- *8Frase del Sutra de los seis paramitas, citada en Carta a los hermanos, en END, pág. 526.