El despliegue de una historia
Yoshiko Isoda cuenta cómo, a través de su práctica budista, pudo convertir las dificultades e infortunios en una misión que consiste en infundir alegría mediante canciones y cuentos.
De pequeña, mis padres invitaban a nuestra casa a niños del vecindario con quienes cantábamos y leíamos cuentos. Conservo muy gratos recuerdos de aquella época. Actualmente, como una cuentacuentos, siento que estoy transitando el camino que ellos abrieron.
Ingresé a la Soka Gakkai cuando tenía 28 años, poco después del fallecimiento de mi amado padre. Estaba buscando el sentido a la vida y una mujer del barrio me invitó a una reunión de la Soka Gakkai. Recuerdo que quedé impresionada por la visión de Daisaku Ikeda al afirmar que «La gran revolución interior de un solo individuo puede generar un cambio en el destino de un país y, más aún, propiciar un cambio en el rumbo de toda la humanidad».
Oraba para darle sentido a mi experiencia, para ‘convertir el karma en misión’, y vivir fiel a mí misma
Al poco tiempo de ingresar a la Soka Gakkai, experimenté una serie de duros desafíos. Perdí a mi primera hija de cuatro meses debido a una enfermedad. Entré en un estado de conmoción y padecí además parálisis facial y una hemorragia renal, cosa que los médicos no se explicaban.
En ese periodo, los miembros de la Soka Gakkai de mi localidad estuvieron a mi lado en todo momento, apoyándome y alentándome una y otra vez. Mi madre, preocupada por mí, también empezó a practicar el budismo Nichiren. Al entonar Nam-myoho-renge-kyo con ella fui recuperando poco a poco mi salud y energía.
Oraba para darle sentido a mi experiencia de «transformar el karma en misión» y vivir fiel a mí misma, y decidí en ese momento unirme al coro de mujeres de la Soka Gakkai. Al cantar canciones que me encantaban, pude desarrollar nuevamente una perspectiva de la vida con miras al futuro. También di a luz a mi segunda hija, que era mi más profundo deseo al que casi había renunciado. Al mismo tiempo, mi marido también decidió empezar a practicar el budismo. Asumí la responsabilidad de mujeres de la Soka Gakkai en mi distrito y, con profundo agradecimiento en mi corazón por mis compañeros de fe, me esforcé al máximo para apoyar a otras mujeres.
Un día, decidí leer un cuento a los niños que participaban en una reunión. Fue una gran alegría ver sus caras sonrientes, y surgió en mí la idea de empezar a contar cuentos a los niños junto con otras personas del distrito. Terminamos emprendiendo un servicio voluntario de cuentacuentos y canciones.
Dondequiera que fuéramos, nuestra meta era transmitir la maravilla y la magia de las canciones y los cuentos. Lo más destacado fue la realización de un sueño de toda la vida: un evento de libros ilustrados que llevamos a cabo en una abarrotada sala con una capacidad para quinientas personas.
Nuevos desafíos
Cuando tenía 66 años, mi querida madre falleció. Al mismo tiempo, me diagnosticaron un cáncer de mama en estadio avanzado. Fui sometida a una cirugía mayor para extirpar el tejido y los ganglios afectados, seguido por el tratamiento de quimioterapia más agresivo.
Deseaba volver a ver cuanto antes las caras sonrientes de los niños que se habían convertido en el principal motor para mi recuperación. El doctor estaba asombrado e incluso dijo: «Sra. Isoda, ¡tiene una fuerza vital increíble!». Gracias a la oración de mi familia y de mis compañeros de fe, pude recuperarme completamente.
Cumplí los 80 años en 2020. Han pasado más de 40 desde que inicié mi viaje como cuentacuentos. Hace poco, a instancias de la comunidad local, organizamos un taller formativo y un seminario de cuentacuentos para más de 100 adultos.
Sobre el significado que tiene la lectura y la narración, el presidente Ikeda dice lo siguiente: «Los niños sienten la calidez de las palabras en las voces de sus padres y maestros, y se pone a prueba su imaginación para captar paisajes y escenas de los cuentos. La modulación que se le pone a la voz permite que los niños experimenten y desarrollen una variedad de emociones». Mi mayor deseo es que todos manifiesten su máximo potencial. Con tal aspiración en mi corazón, seguiré compartiendo la alegría de leer y cantar con las niñas y niños.
Adaptado de la edición de diciembre de 2021 de Daibyakurenge, revista de la Soka Gakkai, Japón.