Budismo en el trabajo
Al enfrentar los desafíos en su lugar de trabajo, Yen Gan comprende que su cambio interior se refleja en el medioambiente.
Me trasladé a Sídney, en Australia, desde Malasia en julio de 2013. Desde entonces, he trabajado para cinco compañías diferentes. Con frecuencia, en cada trabajo las cosas empezaban bien pero, finalmente, empeoraban en poco tiempo.
Comencé mi primer empleo en enero de 2014, pero seis meses después lo dejé a causa del ambiente laboral tóxico. Esto fue el comienzo de un período sumamente difícil en mi vida: estuve sin trabajar durante todo un año.
En Kuala Lumpur yo era una periodista financiera consumada y este éxito profesional ya era parte de mi identidad. Mi autoestima decayó notablemente por estar sin trabajo durante tanto tiempo, y llegué a sentir que los demás me veían como un fracaso y me preocupaba ser un peso para mi esposo.
Debemos reconocer que nuestro ambiente y quienes nos rodean son el reflejo de nuestra vida interior.
Finalmente, encontré un nuevo trabajo que se suponía que duraría solo seis meses. Trabajé muy duro y a menudo hasta tarde, porque quería demostrar mi valía. Mi contrato eventual se extendió por otros seis meses y finalmente me contrataron a tiempo completo. Fue una gran victoria y pensé que me había establecido al fin. Pero las cosas se complicaron rápidamente cuando se reestructuró mi departamento. Fue el comienzo de un período oscuro y de acoso por parte del jefe del departamento. Mi salud mental se resintió y renuncié sin un empleo nuevo a la vista.
Dos meses después, acepté un recorte salarial muy importante para cambiar mi trayectoria profesional y poder unirme a otra empresa. A estas alturas, creo que se puede ver el patrón de mi karma en el lugar de trabajo y mis tendencias profundamente arraigadas.
En este nuevo ámbito laboral, todo salió bien durante los primeros meses hasta que mis relaciones con algunos colegas se volvieron tensas nuevamente. Otra vez estaba sobrecargada de trabajo, y cuando finalmente me derrumbé, tuve una gran discusión con mi director.
Un cambio de perspectiva
En retrospectiva, a pesar de los muchos desafíos que enfrenté durante esos tiempos tan difíciles, mi práctica budista fue una gran protección. En junio de 2018, tuve la oportunidad de comenzar a dirigir las reuniones de mi grupo local de la Soka Gakkai. Cada quince días, enfrentaba desafíos en el trabajo que me impulsaban a cancelar la reunión del grupo por no poder atenderla. Pero, de alguna manera, logré dejar de lado mi propio sufrimiento y concentrarme en preparar temas para compartir con los miembros que asistirían al encuentro.
El budismo Nichiren enseña el principio de la «unidad de la vida y su entorno». En lugar de culpar a otras personas y a las circunstancias externas por nuestro sufrimiento, debemos reconocer que nuestro entorno y quienes nos rodean son el reflejo de nuestra vida interior.
En todos los trabajos anteriores, no asumí la responsabilidad de lo que me pasó; hice muchas horas extras y no me cuidé. Cuando las cosas iban mal, culpaba a la gente y al entorno en el que me encontraba. Dejé que otras personas me intimidaran.
Un pasaje de Los escritos de Nichiren Daishonin dice: «Si las mentes de los seres vivos son impuras, su tierra también lo es, pero si sus mentes son puras, también lo es su tierra. No hay dos tierras, puras o impuras en sí mismas. La diferencia radica únicamente en el bien o el mal de nuestras mentes».
Por el hecho de que todo está interconectado, cuando elevamos nuestro estado vital mediante la práctica del budismo Nichiren, nuestra sabiduría y alegría se manifiestan en nuestro entorno.
En la época que apoyaba mi grupo local en la Soka Gakkai, un encargado de contrataciones se contactó conmigo y me invitó a postularme para un puesto de alto nivel.
En la entrevista de trabajo me preguntaron por qué quería ser gerente. Les dije que quería crear una cultura laboral basada en la confianza, el respeto y la transparencia. Les manifesté que lideraría el equipo con humanidad, compasión, coraje e integridad.
Me dieron el trabajo y ya han pasado catorce meses.
Aplicar los principios
El nuevo puesto es exigente y el trabajo duro. Pero esta vez lo que ha cambiado es que finalmente estoy aplicando el budismo en mi lugar de trabajo.
Los primeros meses me esforcé en ganar el respeto y la confianza de quienes están a mi cargo. Estaba agotada porque no era capaz de dirigir al equipo con eficacia.
Un día, inspirada en el ejemplo del presidente Daisaku Ikeda, decidí ser promotora del diálogo y procuré hacerlo de corazón a corazón con cada uno de ellos. En lugar de atribuirles la culpa, los vi como seres humanos preciosos, budas, merecedores de respeto.
En cada encuentro, les pregunté sobre su vida fuera del trabajo. Indagué sobre lo que los hacía felices y qué los motivaba. También compartí mis miedos, luchas y esperanzas. Dejé de lado mi posición y hablé en un ambiente de igualdad. Al aplicar la sabiduría budista en lugar de otra estrategia, pude finalmente tener conexiones significativas con ellos. Estas conexiones me ayudan a ver lo mejor de cada uno de los miembros de mi equipo.
Aunque los retos en el trabajo son interminables, creo haber podido encontrar finalmente el coraje y la sabiduría para construir relaciones profundas.
En una reunión de directivos en octubre de 2019, me enteré de que había ganado el Values Award (Premio Valores). Para mi sorpresa, supe que todos los integrantes de mi equipo me habían nominado para el premio. Dijeron que llevo el equipo con cuidado, respeto y consideración, que promuevo valores de confianza y transparencia, y construyo una cultura positiva y productiva.
Los desafíos son interminables, pero creo que finalmente he encontrado el coraje y la sabiduría para construir relaciones significativas en el trabajo. Aplicar el budismo en este escenario significa comportarse de una manera acorde con la de un practicante de este maravilloso budismo. Significa inspirar a otras personas a realizar cambios positivos a través de nuestras acciones. Significa ser capaz de ver a los compañeros como budas y tratar a todos con el mismo respeto, por difícil que sea llevarlo a cabo. Para eso procuramos realizar nuestra revolución humana: para hacer del mundo un lugar mejor.
Adoptado de la edición de agosto de 2020 de Índigo, una publicación de la SGI de Australia.