Mi camino hacia un futuro sostenible
Neilce Mesquita, de Brasil, («Teka» para sus amigos) tiene una carrera exitosa como arquitecta e interiorista, y es conocida por fomentar el uso del bambú como una alternativa más sostenible que la madera. La travesía rumbo al trabajo de sus sueños comenzó con un encuentro inesperado en el océano.
Una turista me habló por primera vez de la práctica budista mientras contemplábamos la puesta del sol desde un barco, en Río de Janeiro, mi ciudad natal. Corría el año 1998. Lo que más me llamó la atención fue que se trataba de una filosofía práctica para «convertir el veneno en medicina», y transformar toda dificultad en combustible para crecer y ser feliz. «La fe hace posible lo imposible» –me dijo mi nueva amiga. Tuve la sensación de estar ante el inicio de un gran cambio.
Crecía en mí la certeza de que jamás debía renunciar a mi felicidad y mis sueños, porque yo tenía el poder de determinar mi propio destino.
Después de ingresar en la Soka Gakkai, empecé a pensar más sobre el propósito de mi vida. Crecía en mí la certeza de que jamás debía renunciar a mi felicidad y mis sueños, porque yo tenía el poder de determinar mi propio destino.
Por entonces, trabajaba en una aseguradora de buques mercantes. Tenía interés por el interiorismo y me ocupé del diseño interior de algunos barcos, lo que derivó en el deseo de estudiar arquitectura y, en 2001, me matriculé en un curso de una universidad privada en Río. Tomar la decisión de estudiar no fue nada fácil, pero decidí hacerlo con la determinación de que cualquier dificultad sería una oportunidad para desarrollarme, de hacer mi revolución humana.
Mientras asistía a los cursos en la universidad, comencé a trabajar en un estudio de arquitectura. La compaginación de los cursos universitarios y la actividad laboral fue todo un reto. Además, se me hizo difícil encontrar un tutor que supervisara el trabajo final de mi carrera. Al margen de mis estudios, tuve la oportunidad de ocuparme en algunos proyectos importantes, que significaba mucha presión. Debido a estos desafíos y las interrupciones académicas, me llevó diez años para graduarme de la universidad.
Una inspiración sorprendente
En 2008, cuando aún estudiaba en la universidad, la presión laboral había aumentado tanto que decidí hacer una pausa y tomarme unas largas vacaciones en Bali. La cultura local y la exquisitez del diseño y la artesanía balineses fueron una revelación para mí. Estaba rodeada de belleza funcional —la arquitectura; los interiores de las casas, hoteles y balnearios; la mezcla de lo contemporáneo y lo rústico; sonidos, olores, colores. Fue un diluvio de sensaciones que me brindó un maravilloso sentimiento de bienestar.
Aprovechando el tipo de cambio de divisas favorable, llené dos contenedores con muebles y elementos de la decoración balinesa y me los traje de vuelta a Brasil. Alquilé un espacio para exponerlos y, en tres meses, acabé vendiendo todo. ¡Un gran éxito comercial!
Uno de los descubrimientos formidables que hice en Bali fue la belleza y la versatilidad del bambú, un material básico que se utiliza para la construcción, tanto de pavimentos como la fabricación de muebles, y que además tiene ventajas medioambientales. Su crecimiento es mucho más rápido que el de las especies maderables y absorbe una considerable cantidad de dióxido de carbono durante su desarrollo. Esto fue el primer paso para concretar el deseo de fomentar ampliamente el aprovechamiento del bambú en mi campo de acción.
Crisis
Al año siguiente de mi regreso de Bali, me separé de mi pareja sentimental, y luego supe que estaba embarazada. Padecí la preeclampsia, una complicación del embarazo potencialmente grave, por lo que, a la hora de dar a luz, ingresé en una UCI para someterme a un parto inducido. Mi desesperada oración tuvo respuesta cuando mi hija nació sin complicaciones. Durante el mes que estuve en el hospital, conté con el apoyo y el aliento reconfortante de mis compañeros miembros de la Soka Gakkai.
Tras el nacimiento de mi hija, y aún en el periodo de lactancia, volví a la universidad para completar el último tramo de mis estudios, asistiendo a clase con mi bebé en el regazo. Pude encontrar un profesor que confió en la propuesta de mi proyecto y que aceptó dirigir mi trabajo para finalizar la carrera. Así, en 2010, me gradué con honores.
En medio de los altibajos, la práctica budista me ha empoderado para asumir la responsabilidad de mi vida, para aceptar todas las circunstancias, ya sean buenas o malas, con la convicción de que pueden convertirse en un trampolín hacia un futuro mejor.
El mismo año, tras investigar sobre el tema, fundé una empresa de suelos de bambú como alternativa a los de madera. Aunque crecí en Río, nací en Manaos, la capital del extenso estado de Amazonas, por lo que siento orgullo y satisfacción al poder contribuir a la preservación de los bosques. Casualmente, en Manaos se encuentra el Instituto Soka Amazonia que se dedica al estudio e investigación para la conservación del ecosistema global, fundado por mi mentor, el presidente Daisaku Ikeda, y me enorgullece estar alineada con los ideales del instituto.
Actualmente, tengo mi propia empresa de arquitectura e interiorismo con un enfoque sostenible e innovador como principio rector. Entre nuestros clientes se encuentran restaurantes famosos y personalidades, y hemos sido entrevistados para publicaciones internacionales. Mantengo la misma pasión y entusiasmo por mi trabajo que cuando comencé, lo cual me aporta profunda satisfacción.
En medio de los altibajos, la práctica budista me ha empoderado para asumir la responsabilidad de mi vida, para aceptar todas las circunstancias, ya sean buenas o malas, con la convicción de que pueden convertirse en un trampolín hacia un futuro mejor. Esto me permite activar un sentimiento de gratitud por la vida y encauzar la energía para continuar transformando positivamente mi corazón y mi entorno.
Tal como me aseguró mi amiga contemplando aquel hermoso atardecer, cada uno tiene la capacidad de transformar el veneno en medicina y construir un futuro brillante. Quiero ser aún más feliz y contribuir a la felicidad de los demás, por cuanto seguiré avanzando con coraje y esperanza, promoviendo cambios que tengan un impacto positivo tanto en el medioambiente como en las personas, y aumentando la alegría de vivir.
Adaptado del artículo publicado el 16 de abril de 2021 en el Seikyo Shimbun, diario de la Soka Gakkai de Japón.