Una transición justa: oportunidades dentro de la crisis climática

Melina Aliayi Drescher, España
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Melina Aliayi Dresche, exconsultora de política climática, nacida en Uruguay, presenta el concepto de «transición justa» y su impacto en los grupos marginados. Además, brinda un ejemplo práctico de cómo repercute en los planes de acción climática.

Una transición justa: conceptos básicos

Recientemente has trabajado como consultora de política climática. ¿Podrías hablarnos de ello y de lo que significa el concepto de «transición justa»?

Hasta el año pasado trabajé para una consultora que ayuda a gobiernos y otros agentes que toman decisiones en la tarea de analizar el impacto de las acciones climáticas, así como en su implementación, a fin de garantizar una transición justa que permita abandonar los combustibles fósiles. Para dar un poco de contexto, seguramente los lectores han oído hablar sobre el Acuerdo de París: un tratado internacional jurídicamente vinculante de compromisos asumidos por las partes firmantes (gobiernos) para reducir su impacto ambiental y mitigar los efectos del cambio climático. Para alcanzar estos compromisos, los países han desarrollado estrategias de crecimiento resiliente y bajo en emisiones con objetivos concretos. Llevar a cabo estos objetivos implica la transformación de sectores productivos, principalmente aquellos que son intensivos en el uso de combustibles fósiles, más contaminantes. Es aquí donde entran en juego las políticas públicas y los planes de acción, ya que se requiere un cambio en el modelo productivo, las formas de trabajo y el modo de vida, y esto plantea retos que repercuten en las sociedades y la economía.

Considero que ponernos en marcha desde donde estamos ahora es importante: empezar alguna iniciativa que nos vincule con el entorno en el que vivimos, basada en el respeto por la biodiversidad y el fomento del consumo responsable

A nivel de los países, la transición implica, por ejemplo, contar con medios económicos para financiar el cambio e invertir ese dinero de forma que no solo se cumpla con los objetivos climáticos, sino que el nuevo modelo también genere oportunidades para todas las personas. A nivel de los hogares, por ejemplo, habrá trabajadores que se verán desplazados de sus puestos de trabajo por ser intensivos en emisiones, y que tendrán que reentrenarse con miras a realizar nuevas tareas.

La transición ofrece muchas oportunidades, ya que no solo implica tomar medidas concretas para hacer frente a la crisis climática, sino que también es una instancia para repensar los modelos de desarrollo de los países y la forma en que las políticas públicas pueden incorporar y apoyar mejor a los grupos que ahora son más vulnerables. El concepto de transición justa recoge esta visión, según la cual los grupos de personas marginadas, ya sea por su género, su condición de migrantes o su edad, deben ser objeto de mayor atención y recibir el apoyo necesario para poder aprovechar esas oportunidades. Por ejemplo, que haya programas de entrenamiento para los nuevos puestos de trabajo que incentiven a las mujeres; que personas de bajos ingresos tengan apoyo para acceder a educación en carreras «verdes»; que personas de edad avanzada reciban una prestación o prejubilación, etc.

Este es el enfoque que he utilizado con el fin de analizar el impacto de las políticas de acción por el clima, situándolas en el contexto de países, ciudades y comunidades locales.

Analizar el impacto de las acciones climáticas

No debe ser fácil calcular el valor económico de algo tan complejo para guiar decisiones de inversión y políticas públicas. ¿Nos podrías poner un ejemplo para entenderlo mejor?

Como todo trabajo, tiene su complejidad. En este caso, creo que el mayor desafío es comprender bien el contexto local donde se está implementando esa política de acción climática específicamente. Como ejemplo concreto, puedo referirme a un proyecto de transición energética en el que he trabajado.

El país que investigamos tenía un objetivo concreto de reducir emisiones a partir de incrementar la generación de electricidad con fuentes renovables, así como mejorar la eficiencia energética de los edificios de construcción antigua. A partir de investigar sobre la realidad del país y dialogar con autoridades del Ministerio de Economía y Ambiente, logramos poner los desafíos en contexto. Luego comenzó el análisis cualitativo y cuantitativo, pensando en los principales indicadores que reflejarían los impactos generados por las medidas de acción climática que estábamos estudiando: en ese caso, la instalación de un número determinado de plantas de generación solar, hidráulicas y eólicas.

Para hacer análisis de impacto socioeconómico se utilizaron diferentes modelos a fin de mapear todos los agentes que participarían en este sector, y en qué medida resultarían positiva o negativamente impactados. Por ejemplo: por un lado, el número de trabajadores que serían desplazados de la industria del gas y, por otro, el número de nuevos puestos de trabajo que se generarían. El impacto en los precios de la electricidad también tenía que considerarse. Todo esto comportaba un ejercicio de investigación y análisis de datos. Finalmente, una vez que se realizaron estas estimaciones, enviamos un informe a las autoridades locales con recomendaciones sobre cómo mitigar los costes y aprovechar las oportunidades.

Este ejemplo sintetiza uno de los tipos de proyecto en los que he trabajado. Dependiendo del país, del tipo de política y sector productivo, así como del objetivo del proyecto, las tareas iban cambiando.

Para la gente y para el planeta

¿Cómo has llegado a enfocarte en el cambio climático?

Mi decisión de enfocarme en el estudio de políticas climáticas surgió en 2020, un momento en que, como consecuencia de la pandemia de Covid-19, se hizo evidente la enorme huella ambiental que tiene la actividad humana en el planeta. Cuando, nos vimos forzados a ralentizar nuestro modelo de vida, el planeta pudo respirar.

Un grupo de jóvenes sentados en una mesa posan para la foto.
Melina (primer plano) en una actividad en línea sobre la propuesta de paz de Daisaku Ikeda del año 2022

El principio budista de la unidad de la vida y su entorno, refleja muy bien esa interconexión. Recuerdo leer la propuesta de paz de Daisaku Ikeda para ese año, donde enfatizaba la importancia de que tomemos acción en respuesta a la emergencia climática que estamos viviendo. Me inspiró su aliento en el que nos insta a que contribuyamos a la construcción de una sociedad pacífica, en armonía con el medio ambiente, e inspirando esperanza en los demás, basados en los valores del budismo Nichiren.

Basada en el deseo de promover un modo de vida más respetuoso tanto para las personas como para el planeta, fui redireccionando mi carrera profesional: me trasladé a España a estudiar un máster en políticas públicas y comencé a enfocarme en políticas climáticas. Al finalizar el máster participé un año como activista en una ONG ecologista. Allí aprendí mucho sobre los desafíos medioambientales desde el nivel comunitario y la perspectiva de género.

Abordar la ansiedad ecológica: Tomar medidas con los demás

En medio de la extensión de la llamada «ecoansiedad» o «ansiedad climática», y en particular entre las generaciones más jóvenes, existe una creciente preocupación sobre su impacto en el potencial creativo que se necesita para enfrentar la crisis climática. Como joven y como budista, ¿qué piensas de ello y cómo afrontas este tema en tu día a día?

Es cierto que la conciencia de la emergencia climática está aumentando, sobre todo en las generaciones más jóvenes porque vemos amenazado nuestro futuro. También siento esa impotencia, indignación y enfado al ver cómo algunas personas ni siquiera reconocen el hecho de que estamos alterando el equilibrio ecológico y poniendo en peligro la vida de tantas especies, incluida la nuestra. Sin embargo, el budismo enseña que es posible transitar todas estas emociones desde un estado de vida elevado donde podemos crear valor en cualquier circunstancia.

Una forma en la que canalicé esta ansiedad fue colectivizarme. Hay muchas asociaciones y pequeños grupos comunitarios que buscan promover pequeños cambios alineados con la conciencia ecológica. Considero que ponernos en marcha desde donde estamos ahora es importante: empezar alguna iniciativa que nos vincule con el entorno en el que vivimos, basada en el respeto por la biodiversidad y el fomento del consumo responsable. Ello demuestra el principio budista de revolución humana: el cambio de un individuo puede ayudar a generar un cambio en la sociedad y en el mundo. Todo comienza por dar un primer paso junto con quien tenemos a nuestro lado.

Mi práctica budista me ayuda a transitar la ecoansiedad. Dialogar con mis compañeros y compartir experiencias de vida me inspira y otorga un significado aún más profundo a mis esfuerzos cotidianos.

Adaptado de una entrevista publicada en el número de septiembre de 2023 de Civilización Global, Soka Gakkai de España.