La tenacidad de la esperanza
Al ampliar su capacidad para cuidar a los demás, Victoria Smith ha superado los terribles efectos de la depresión y expandido su vida más allá de sus expectativas.
En mi último año de bachillerato, empecé a sufrir una depresión. Pasaba días llorando hasta que no podía llorar más. Las enfermedades mentales han formado parte del historial familiar, pero no existían desencadenantes concretos para mi depresión. Tenía unos padres maravillosos, me admitieron en la Universidad de Yale, no tuve problemas económicos y viajé por el mundo. Pero estas estupendas circunstancias no me permitieron enfrentar la oscuridad que había en mí. Tenía dificultad en valorar mi propia vida y llegué a considerar el suicidio como un medio para enfrentar el dolor.
El cambio de rumbo
Estaba cursando mi último año de carrera cuando una amiga me invitó a mi primera reunión de diálogo. En seguida me atrajo la oración, las experiencias de los miembros y la alegría genuina que observé en un grupo tan diverso de personas. Sentí que había encontrado mi hogar.
A través de la práctica budista empecé a sentir esperanza. Esto fue un cambio fundamental en mi vida y una gran prueba de que la práctica estaba funcionando. También observé otros cambios positivos: una nueva relación, un coche nuevo y la orientación de un antecesor en la fe que me ayudó a ver las cosas tal como eran. Sobre todo, sin saberlo en ese momento, me estaba situando en el camino correcto para mi vida.
Esto hizo que resurgieran mis viejos amigos de la depresión y la baja autoestima, y pasé muchos días llorando por la frustración y sintiéndome un fracaso.
Comencé a pensar en ser una médica humanista que pudiera brindar un mejor cuidado a mi madre y a otras personas que luchaban contra enfermedades físicas y mentales. Cuando estaba considerando estudiar medicina (que supondrían otros 10 años de universidad), enseñé en la escuela primaria durante dos años en el programa Teach For America (Enseñar para América, traducción tentativa) una organización sin fin de lucro que selecciona graduados universitarios para dar clases en escuelas para niños de escasos recursos.
Siempre había sido buena en los estudios, pero aprender a llevar una clase y motivar a los estudiantes fue difícil. Esto hizo que resurgieran mis viejos amigos de la depresión y la baja autoestima, y pasé muchos días llorando por la frustración y sintiéndome un fracaso. Oraba y oraba, pensando en que debía renunciar después de mi primer año. Cuando le conté esto a una antecesora en la fe, me respondió: “¿No firmaste un compromiso de dos años?” y me alentó a levantarme y a triunfar en el lugar que me encontraba.
Encontrar la inspiración
Busqué desesperadamente el aliento del presidente Daisaku Ikeda sobre la educación y cada día leía las publicaciones de la SGI de los EE. UU. Sentí que el presidente Ikeda, mi maestro, me estaba diciendo que, como una mujer joven, me merecía ser feliz y que jamás debía abandonar mis sueños. Dice: “Cuando somos dueños de ese tesoro, por el hecho de tenerlo podemos poseer, también, muchas otras cosas valiosas. La esperanza hace surgir nuestro potencial interior y nuestra fortaleza. La esperanza es un arma mágica que hace realidad nuestros sueños”.
Inspirada por su aliento, oré por el crecimiento y la felicidad de los alumnos, los visité a cada uno en sus casas y me esforcé en dar lo mejor de mí en las actividades de la Soka Gakkai como responsable de las mujeres jóvenes. Mediante este cambio en mi determinación, desarrollé una verdadera comprensión de las circunstancias de cada alumno y gané su confianza. Esta experiencia me enseñó el valor de jamás darme por vencida.
Durante mi segundo año como docente, empecé a tomar clases nocturnas de preparación para la carrera de medicina, decidida finalmente a realizar la carrera. Tras concluir los dos años de compromiso con Teach For America, seguí asistiendo a los cursos de preparación y trabajando en un centro educativo como Coordinadora independiente de estudios, antes de matricularme en la Escuela de Medicina de Harvard.
No perder la fe en nadie
La práctica budista me ha enseñado a vencer sobre mi propia desesperanza y respetar la dignidad de la vida de cada persona. Ya que tengo esperanza y creo en el potencial de cada paciente, no me doy por vencida con ninguno de ellos. Mis pacientes no están a la merced de sus enfermedades, están en el “Equipo Smith”, un equipo que vence las enfermedades a través de comprender qué es lo que les pasa y así empoderarse y tomar el control. Como médica, siempre me pregunto qué puedo hacer para ayudar a mis pacientes, y siempre les recuerdo que pueden triunfar. Trato de entenderles mejor a cada uno y a sus hábitos como individuos y atesoro cada relación. De esta manera, transmito el corazón del budismo a través de mi comportamiento.
Mi determinación es que, mientras esté yo ahí, domine en el hospital la cultura de la calidez, tanto que no haya lugar para la negatividad.
Las actividades de la Soka Gakkai me han enseñado a orar seriamente por su felicidad, a la vez que tomo las acciones necesarias para hacer realidad la oración. Esto se ha traducido directamente en cómo me esfuerzo en atender a mis pacientes y al personal del trabajo. Mi determinación es que, mientras esté yo ahí, domine en el hospital la cultura de la calidez, tanto que no haya lugar para la negatividad.
Las actividades de la Soka Gakkai también me han dado el coraje de seguir expandiendo mi vida continuamente. He asumido varias funciones como responsable médico e integrante del consejo de dirección dentro de un gran sistema sanitario en Luisiana, y hasta llegué a tener una consulta privada por cuenta propia. A cada paso del camino, mientras la depresión familiar regresaba, oraba y me recordaba mi determinación de brillar como discípula del presidente Ikeda. Como resultado, en 2018, fui nombrada por el New Orleans CityBusiness “Mujer del año”, en reconocimiento a mis logros profesionales y comunitarios.
Iluminando a los demás
Quiero desarrollarme para llegar a ser alguien capaz de formar a los demás. Pasé tanto tiempo de mi juventud sin creer en mi propio potencial, mientras tantas mujeres maravillosas me apoyaron constantemente que, el siguiente paso en mi vida, es hacer lo mismo para las próximas generaciones.
Durante la pandemia del COVID-19, he tenido la oportunidad de emplear mi práctica budista para apoyar a mis compañeros y pacientes. En mi calidad de directora médica adjunta de un grupo numeroso de pacientes, atiendo a pacientes y superviso y apoyo a los médicos de múltiples especialidades. Con mis pacientes, estoy respondiendo a sus necesidades y les sensibilizo sobre la realidad del COVID-19, y cómo tener cuidado. Como líder médico, he tenido que contener la histeria y asistir a los cuidadores. Gracias a la experiencia como responsable de mujeres en mi organización local de la Soka Gakkai, soy consciente de la importancia fundamental de ayudar a las personas, y estoy haciendo todo lo posible para ayudar a elevar el estado vital del personal, de los doctores, y de todos aquellos con quienes trabajo. A través de la oración y el estudio budista, he podido mantener un estado vital de esperanza durante estos tiempos de incertidumbre y crisis e inspirar a otros a tener esperanza.
En una reunión del equipo, pregunté a mis compañeros “¿Qué aspectos positivos han visto surgir de la pandemia?”. Todo el mundo tenía algo positivo que compartir. Los restaurantes donaban comida a nuestro personal médico; los doctores, personal y otras personas están mostrando su apoyo de la manera que pueden, indistintamente de si forma parte de su trabajo o no. Ha sido hermoso ver despertar la condición vital de un bodisatva de la Tierra y fortalecerse en la vida de muchas personas —la voluntad de apoyar a los demás con compasión y cuidado.
Más aún, en el esfuerzo de responder a la oración del presidente Ikeda por el rápido fin de la pandemia, me he ofrecido como voluntaria para ensayos de una vacuna para el COVID. Como resultado de mi participación en este ensayo, he aparecido en programas de noticias y publicaciones nacionales como el Wall Street Journal, Reader’s Digest y el New Yorker. Quiero contar al mundo lo que significa ponerse de pie como una protagonista para convertir el veneno en medicina.
[Adaptado de la entrega de enero 2019 de Living Buddhism, SGI-USA]