Dar un paso adelante en bien de los demás
Después de años de esfuerzo en sus estudios, Antonio Fleischer descubrió una sorprendente causa del éxito.
Entre los años 2008 y 2017 tuve que volver a matricularme tres veces en la universidad donde estudiaba debido a que había reprobado los exámenes requeridos o no había podido terminar los cursos a tiempo.
Mi rendimiento académico siempre estuvo por debajo de la media. Normalmente, un estudiante debe aprobar 30 créditos cada semestre. Hasta ese momento, nunca había logrado más de 15 y mis calificaciones habían sido pésimas.
Un profesor me recomendó incluso que recibiera terapia conductual. Consulté con un profesional y me dijo que no era apto para realizar estudios superiores y me aconsejó que los abandonara y siguiera un programa de formación profesional. Puesto que si continuaba fracasando en la universidad, finalmente sería demasiado mayor para comenzar un programa de formación y terminaría sin ningún tipo de cualificación.
Sin embargo, no quería rendirme. El tercer presidente de la Soka Gakkai, Daisaku Ikeda, dice que el camino hacia la victoria consiste en no rendirnos jamás, precisamente cuando uno se enfrenta a la adversidad.
Aparte de mis estudios, había trabajado como profesor de ajedrez para niños de la escuela primaria, una labor que me brindaba mucha alegría. Mi amor por enseñar ajedrez fue lo que me llevó a tomar la decisión de estudiar para ser maestro y seguir un programa docente en 2017.
En 2018, fui nombrado como uno de los coordinadores de la División de Estudiantes de la Soka Gakkai en Alemania (SGI-D). Quedé sorprendido porque estaba lejos de ser un estudiante ejemplar. Un par de meses después, al final del tercer semestre, me di cuenta de que seguía atrapado en mis viejos hábitos, ya que solo había aprobado alrededor de la mitad de los créditos que necesitaba. Sabía que volvería a fallar en mis estudios si continuaba así. Me pregunté: «¿Qué puedo hacer? ¿Qué haría el presidente Ikeda si estuviera en mi lugar?».
Una nueva partida
Comencé a estudiar Los escritos de Nichiren Daishonin y el libro Conversaciones sobre la juventud: para los líderes del futuro del presidente Ikeda. En este último escribe:«Es fundamental triunfar en la vida, superar la propia debilidad, obtener logros en la sociedad, aprobar los exámenes» y en correspondencia con una guía de Josei Toda, segundo presidente de la Soka Gakkai, prosigue: «[A]spiren a rendir el trescientos por ciento en los estudios, y el cien por ciento en la fe».
Me di cuenta de que la práctica del budismo Nichiren significaba triunfar en mi vida diaria, de lo contrario nadie me tomaría en serio. Pensaba en los estudiantes de la SGI-D y en lo desalentador que sería para ellos verme fracasar en mis estudios, siendo uno de los coordinadores de la división.
Me di cuenta de que practicar el budismo Nichiren significaba que tenía que triunfar en mi vida diaria.
En Conversaciones sobre la juventud, leí: «Mi sueño es que todos ustedes disfruten un futuro brillante, que desempeñen un papel de liderazgo en todos los campos de la sociedad y en el vasto escenario del mundo, para desplegar su potencial al máximo». Y, «la fe es la base, y el estudio es la prioridad». Decidí trabajar un día menos a la semana para poder asistir a las clases de Lingüística, una asignatura que había suspendido tres veces. Esto significó una pérdida de ingresos de 200 euros al mes, pero hice este sacrificio por el bien de mis estudios. Las palabras del presidente Ikeda me animaron: «La vida es una lucha. Vivimos en un mundo muy duro. La libertad no es patrimonio de los ociosos o inactivos. Mal que nos pese, este es un mundo en el que impera la competitividad».
Pensé: «¡Necesito enfrentar el desafío! ¡Tengo que luchar! ¡Yo debo ganar!» Hasta ese momento no me había gustado la idea de competir en la vida. Sin embargo, me percaté de que la competencia también puede crear valor. Decidí ganar, no solo por mi propio bien ni con el propósito de ser mejor que otros, sino con el fin de crear valor para mí y para los demás.
Me pregunté a mí mismo: «Pero ¿cómo puedo ganar?». Recordé la orientación del presidente Ikeda sobre la importancia de que nuestras oraciones sean específicas y concretas.
Decidí aprobar todas las asignaturas, establecí una meta para mis calificaciones y comencé a prepararme como nunca antes lo había hecho. Tenía la determinación de estudiar tres veces más que cualquier otra persona y a darlo todo. Todavía no sabía cómo iba a aprobar, así que oré una hora todas las mañanas durante el período de exámenes para estudiar de manera eficiente y efectiva. Me presenté a todas las pruebas que había planeado. La última del semestre coincidió con el día del inicio de un curso de la División de Estudiantes Europeos de la SGI en Frankfurt. Para llegar a tiempo, terminé el examen en la mitad del tiempo y salí de la sala mientras todos los demás seguían escribiendo. Aunque muchos de mis compañeros no lo consiguieron, ¡pude aprobarlo!
Ese semestre, logré seis créditos más de lo requerido. Batí el récord personal y llegué a superar los requisitos establecidos por la universidad.
La siguiente tarea fue completar mis trabajos de seminario. Aunque vine estudiando durante muchos años, nunca había escrito un artículo para un seminario. Con la velocidad del rayo, aprendí a escribir un buen artículo académico y presenté dos artículos en dos semanas. Recibí muchos comentarios positivos de mis profesores sobre mi trabajo. Una profesora incluso elogió mi artículo, diciendo que era el mejor ensayo de todos y que quería hablar conmigo sobre el tema del artículo porque tenía una idea para un proyecto de investigación en este campo.
Estaba desafiando la vida de frente, lleno de alegría y vigor. Quiero mantener esta actitud y este estado de vida.
El mayor beneficio de todo esto fue el cambio interior que experimenté. Cuando miro hacia atrás y me pregunto de qué manera cambié, me doy cuenta de lo siguiente: en el pasado, no podía avanzar porque no tenía claro el sentido de propósito por el cual hacer un esfuerzo. Como se trataba de un asunto que solo me incumbía a mí y a mi progreso no me sentía motivado para esforzarme. Estaba satisfecho de mí mismo y al mismo tiempo estancado. Ahora veo que esa actitud no me hizo feliz.
Cuando sentí mi responsabilidad hacia los demás como coordinador de la división estudiantil, tomé conciencia de que no estaba viviendo simplemente para mí.
Esta toma conciencia me despertó. Sentí que una enorme fuerza vital y la sabiduría surgían en mí al entonar Nam-myoho-renge-kyo. Estaba desafiando la vida de frente, lleno de alegría y vigor. Quiero mantener esta actitud y este estado de vida.
Estoy decidido a vivir cada día con esta actitud y un renovado sentido de agradecimiento. Quiero vivir con alegría por mi propia felicidad y la de los demás, con el propósito de mejorar el mundo.
Adaptado del número 239 de Forum, noviembre / diciembre de 2020, SGI de Alemania.