Lo correcto y lo justo…
Isabella McQuaker-Kajiwara del Reino Unido se basó en su práctica budista para iniciar un diálogo con sus excompañeros de clase acerca de sus vivencias negativas en la escuela de enseñanza media.
Practico el budismo Nichiren desde julio de 2019. A comienzos de junio de 2020, empecé a orar cada día más seriamente para superar algunos de los desafíos que enfrentaba. El primero era decidir si aceptaba una plaza en un programa de máster de prestigio y de elevado coste, para la cual venía esforzándome durante un año. El segundo era concluir la tesis de fin de grado, puesto que estaba procurando concentrarme y mantener la confianza en mi trabajo para la graduación. Y el tercero se trataba del deseo de componerme con mis antiguos compañeros del instituto acerca de experiencias compartidas sobre racismo, sexismo, clasismo y homofobia. Durante años, este asunto había rondado en mi cabeza y se había tornado en algo apremiante a raíz del trágico asesinato de George Floyd y la magnitud sin precedentes que alcanzó el consiguiente movimiento global por los derechos civiles.
En lugar de dejar que los problemas me saturaran de miedo y ansiedad, empecé a apreciarlos por brindarme la oportunidad de crecer como persona.
Todos estos retos parecían demasiado grandes para superarlos. Un fragmento de los escritos de Nichiren Daishonin dice: «Observando la furia de la lluvia, uno puede calcular la magnitud del dragón que la provocó; observando cómo florecen las plantas de loto, uno puede inferir la profundidad del estanque en que crecen». El pasaje ha sido una gran fuente de aliento en este periodo, ya que me empujó a plantearme la manera en que percibía mis circunstancias. Como la flor de loto que crece en un estanque fangoso, la mayor victoria también nace de las condiciones más desfavorables. Por lo tanto, en lugar de dejar que los problemas me saturaran de miedo y ansiedad, empecé a apreciarlos por brindarme la oportunidad de crecer como persona.
Mi maestro, el presidente Daisaku Ikeda, afirma: «Todo comienza con la oración». Por cuanto decidí orar seriamente, confiando plenamente en el poder de mi oración. A la vez que me centraba en lo que tenía que transformar en mi propio corazón, sabía que necesitaba tomar acción también. Aproveché cada oportunidad para participar en las actividades de la SGI del Reino Unido, apoyando y alentando a los compañeros miembros, lo cual me aportó seguridad para emprender acciones decisivas en mi vida. A su vez, dichos compañeros me infundieron aliento en los momentos en que dudaba de mí misma.
Al fin pude escribir una carta a la comunidad estudiantil del instituto donde había asistido en la que me refería a la discriminación que algunos habíamos padecido. La leí en voz alta para grabarla en un video que, luego, publiqué en las redes sociales. Me aseguré de que no figurasen los nombres de las personas involucradas en las vivencias que relataba, centrándome en el mensaje que pretendía transmitir en lugar de poner en claro quién estaba o no en lo correcto. En el video agregué también referencias sobre recursos educativos para intentar crear más conciencia sobre el tema.
Había vacilado mucho en hablar acerca de dichas cuestiones porque sabía que algunas personas podrían sentirse incómodas e incluso, indignadas. Sin embargo, mi determinación de referirme a estos asuntos no consistía en señalar con el dedo acusador a determinados individuos, sino en emprender un diálogo activo y eficaz para crear valores y brindar felicidad a todos los involucrados. El mayor desafío fue cambiar mi esquema mental hacia ellos: de percibir la situación como un conflicto a tratar de ver la budeidad inherente en cada uno, escucharlo y abrirme al diálogo genuino y respetuoso.
Un efecto catalizador
Me conmovió profundamente la buena acogida que tuvo mi vídeo. En un solo día tenía más de cinco mil visualizaciones y más de cien comentarios de personas que contaban sus propias experiencias. Además, una organización virtual tomó contacto conmigo para que dirigiera una campaña destinada a poner fin a una situación colonial y ampliar el plan de estudios de mi instituto con el propósito de reflejar mayores cotas de igualdad y diversidad. Actualmente, el director del instituto está comprometido con propuestas destinadas a consolidar una representación recurrente de estudiantes en el proceso formal de revisión del plan de estudios.
Al reconocer sus posibles temores sobre la situación, pude acercarme desde la compasión, más que desde la ira.
El video supuso un punto de partida de numerosos diálogos. Una de las conversaciones más fuertes que tuve fue con uno de mis antiguos profesores que había hecho comentarios étnicos ofensivos en el aula. Recibí un correo electrónico suyo acerca del vídeo escrita con un tono muy severo en el que exigía que quería saber el porqué de tales afirmaciones. En un principio, me enfurecí porque parecía que su única preocupación era el daño que podría causar a su reputación. A través de la oración, transformé la ira en compasión, y me contacté con él para entablar un diálogo de corazón a corazón. Al reconocer sus posibles temores sobre la situación, logré acercarme a él desde la compasión, en lugar de la ira. Así que no me sorprendió que aceptase encontrarnos para conversar. Me pidió sugerencias sobre lo que podría hacer en el futuro para estar más consciente de sus palabras y cómo estas pueden afectar a los estudiantes.
Lo más gratificante de esta experiencia fue darme cuenta del poder que puede extraer una persona al dar el primer paso con valentía. Por el bien de la humanidad, estoy determinada a seguir soñando en grande. Para ello, quiero dedicar mi vida a la defensa de los derechos humanos y ayudar a construir una sociedad basada en el principio del respeto por la dignidad de la vida.
Esta clara visión de mi vida me permitió superar los otros dos retos que mencioné antes. Rechacé la oferta del máster al comprender que mi misión estaba más bien en el ámbito de la sociología. Con renovada confianza en mí misma, pude dedicarme a mi tesis con entusiasmo, sin ver este trabajo como una carga, sino como una oportunidad para pulir aún más mi vida. Me siento inspirada por la convicción de que mi transformación interior está vinculada a la transformación de la sociedad en su conjunto.
Adaptado de la edición de noviembre de 2020 de Art of Living, una publicación de la SGI del Reino Unido.