Crear una universidad neutra en carbono
Cada uno de nosotros tiene el poder de generar o ser catalizador de un cambio positivo en su ámbito de interés o actividad. Tal como Philip Arvind Franck descubrió, no se trata de una mera idea teórica.
En 2017 me trasladé de Hamburgo, mi ciudad natal, en Alemania, al Instituto de Tecnología de la Universidad de Brunswick (TU Brunswick), para estudiar ingeniería medioambiental, con la idea de colaborar con otras personas y ayudar a lograr un cambio positivo en el mundo y, de ser posible, resolver uno de los problemas principales de nuestra era: el cambio climático inducido por el comportamiento humano.
Me sumergí en los estudios, me hice de muchos amigos con ideas afines y a menudo hablaba con los demás sobre mis aspiraciones. Pero aún no emprendía acciones concretas en esa dirección. ¿Cómo podría llegar a hacerlo? Pensaba que, después de todo, solo era un estudiante y que podría implementar realmente todo mi conocimiento y experiencia más adelante.
En 2019, inspirado por las acciones pioneras de Greta Thunberg y de millones de estudiantes del mundo, un pequeño grupo de compañeros de mi universidad se reunió con el deseo de ponerse en acción, más allá del simple aprendizaje, para buscar soluciones locales y concretas a los problemas del calentamiento global y la contaminación ambiental. Seguía sin tener en claro cómo lo haría. Pero era emocionante el solo hecho de que los estudiantes se hayan congregado y unido superando el ámbito de la ingeniería medioambiental. Dicho grupo se convirtió en un imán para los estudiantes de toda la universidad.
Dar el primer paso
El presidente Daisaku Ikeda escribe: «Ya que el cambio climático es una cuestión que afecta a todos, tiene el potencial de catalizar una fuerza colectiva de solidaridad y de acción global nunca vista. De hecho, el éxito o el fracaso que tengamos en aglutinar este potencial será el factor que defina nuestra época».
Me quedó claro que podíamos y debíamos hacer algo. No se trataba tanto del «cómo hacerlo», sino más bien de dar el primer paso. Con tal determinación, me sumé a esta iniciativa. En poco tiempo, se creó el movimiento Students for Future Braunschweig (Estudiantes por el futuro de Brunswick). Sin embargo, inmediatamente nos enfrentamos a un gran desafío. Necesitábamos convocar al menos 1000 estudiantes en una asamblea plenaria para que la universidad escuchara nuestras inquietudes. No había sucedido algo semejante en los últimos 12 años. ¡Y contábamos con dos semanas para lograrlo!
Durante este tiempo, entoné mucho daimoku y emprendí tantas acciones como me fue posible. Organizamos muchas conferencias, publicamos mensajes en todo tipo de grupos de WhatsApp y distribuimos folletos como si no hubiese un mañana. También entablé diálogos sobre budismo de manera muy natural con algunos estudiantes (dos de ellos comenzaron a practicar desde entonces). Mientras oraba, cada vez veía más claro que todo estaba relacionado con mi fe; que los avances y cambios positivos en mi propia vida podían crear ondas expansivas de inspiración que terminarían generando un cambio sostenible.
Finalmente, 1700 estudiantes asistieron a una asamblea plenaria sobre el clima para debatir los problemas climáticos locales con las autoridades académicas y administrativas de la universidad. En esa ocasión, tuve incluso la oportunidad de pronunciar un discurso. Concretar todo esto fue un verdadero desafío, pero al mismo tiempo me sentí muy agradecido por haber podido realizar tal contribución a nuestra meta compartida.
El factor humano
Ha pasado un año desde entonces. Hasta el momento, nuestro recorrido ha estado lleno de vicisitudes pero, al mismo tiempo, nuestro empeño ha tenido un éxito total porque jamás nos dimos por vencidos. Actualmente, nuestra universidad ofrece de manera regular un ciclo de conferencias sobre el clima con profesores de prestigio; la cafetería ha empezado a ofrecer alimentos sostenibles y la administración de la universidad ha introducido un consejo de sostenibilidad formado por profesores con la misión directa de hacer que la universidad alcance la neutralidad en carbono. Para mi sorpresa, me pidieron sumarme a este consejo como representante del alumnado. En un principio dudé ante la gran responsabilidad que suponía, pero gracias al aliento de un miembro de la SGI de Alemania, ¡acepté con toda determinación!
Cuando comencé mis estudios, tenía una idea en mente. Luego intenté hablar sobre ella, pero jamás hubiera imaginado que sería capaz de emprender tantas acciones en torno a esta idea. Otra sorpresa fue darme cuenta de la conexión entre mi fe y mis acciones. Durante los cursos universitarios, he aprendido que muchos problemas se podían abordar en el ámbito tecnológico como, por ejemplo, mediante la construcción de más aerogeneradores o paneles solares.
Sin embargo, hay problemas ambientales que, a largo plazo, no se resolverán de esa manera, sino únicamente a través de nuestras acciones, interacciones, creatividad y toma de conciencia como seres humanos.
A través de esta experiencia, he aprendido a no menospreciar mi capacidad para actuar basado en mis puntos de vista o sentido de misión: nunca debemos subestimar lo que cada uno de nosotros, y especialmente cada uno de nosotros unidos, puede lograr con un espíritu resuelto. También he llegado a comprender que, como individuos que procuramos realizar nuestra revolución humana, al esforzarnos por «ser el cambio que deseamos ver», ya estamos haciendo una contribución importante para resolver problemas globales como el cambio climático. Esto es lo que me gustaría compartir con los demás.
Tengo la determinación de que juntos, como estudiantes del TU Brunswick, llevaremos a nuestra universidad a la neutralidad de carbono hacia 2030.
Adaptado de la edición 352 de Express, publicación de la SGI de Alemania, de septiembre 2020.