El espíritu de avanzar
El 11 de marzo de 2011, un poderoso terremoto de magnitud 9,0 sacudió la región de Tohoku, en el noreste de Japón, generando un tsunami con olas de hasta 40 metros de altura. En cuestión de segundos, pueblos y ciudades fueron destruidos y miles de personas perdieron la vida. A raíz de la destrucción, entre los escombros de la ciudad de Ishinomaki, apareció un enorme letrero de madera con las palabras: «¡Ánimo Ishinomaki!» (¡Ganbaro! Ishinomaki). Las imágenes del letrero aparecieron en los medios de comunicación y, mientras Japón y el mundo se unían para apoyar a Tohoku, el letrero se convirtió en un símbolo de la resiliencia y la esperanza de la gente.
Desde el terremoto, Kenichi Kurosawa, el fontanero local que construyó el letrero, se ha entregado por completo al bienestar de su comunidad. En este artículo, extraído de una entrevista con motivo del décimo aniversario del desastre, Kenichi habla sobre el proceso de recuperación y sobre el significado de este letrero, que aún permanece en pie.
La primera vez que contemplé los efectos del tsunami, me pareció estar viendo un campo de batalla arrasado por el bombardeo. En un abrir y cerrar de ojos, todo aquello que nos resultaba familiar en la vida cotidiana había sido borrado.
Mi ciudad se había convertido en un mar de escombros. Cuando me dirigí al lugar en el que debía de estar mi tienda, la gente deambulaba desesperada buscando sus hogares y a sus familiares. Solo había sufrimiento.
Los desastres pueden ocurrir en cualquier sitio. Antes de mudarme a esta área, había verificado en un mapa de riesgos las zonas susceptibles de daños por terremotos y tsunamis y, en función de esto, elegí la ubicación de mi tienda.
Sin embargo, solo 14 meses después, se produjo el Gran terremoto del Este de Japón. En esta área murieron más de 500 personas. Acabé por darme cuenta de que no podemos confiar en supuestos, da igual en qué lugar de la Tierra estemos. Las circunstancias más inverosímiles pueden convertirse de repente en nuestra realidad.
Aun así, me pregunté si sería útil hacerlo, me decía: ‘¿De verdad debería hacer esto?’
En aquel momento, en medio de un estado de desesperación, quise ofrecer esperanza a la gente de aquí; no quería ser vencido por el tsunami. Pensé en qué podría hacer y decidí crear un gran letrero que dijera: «¡Ánimo, Ishinomaki!».
Compartí mi idea con otros y, aunque pensaba que un letrero así no sería de utilidad, los demás apoyaron la iniciativa y algunas personas con las que había ido a la escuela me ayudaron incluso a construirlo. Aun así, me preguntaba si sería útil hacerlo. Me decía: «¿Realmente debería hacer esto?» Tenía mis dudas. Sin embargo, mientras realizaba el letrero, un vecino se me acercó y me dijo: «Sr. Kurosawa, está trabajando duro, yo también me esforzaré al máximo». Algunas personas que me veían trabajar en el cartel derramaban lágrimas; otras aplaudían. Al final, me alegré mucho de haberlo hecho. Construí el letrero con una determinación profunda y resolví mantenerla para seguir infundiendo esperanza.
Más tarde, el letrero comenzó a aparecer en los medios. Después de que se publicara un artículo al respecto en el Seikyo Shimbun [el diario de la Soka Gakkai], recibí un mensaje del presidente Daisaku Ikeda que decía: «Vi el periódico. Te pusiste en pie y venciste». Esto francamente me dio esperanza.
Una cuestión del corazón
Parece que diez años hayan pasado en un abrir y cerrar de ojos, pero para muchas de las personas que perdieron a sus familiares de forma tan inesperada, el tiempo sigue congelado.
La «reconstrucción» puede tener varios significados. En términos de paisaje e infraestructura, las cosas finalmente se restablecerán si hay una administración fuerte. Sin embargo, cuando se trata de sanar el corazón de las personas que viven aquí, no podemos llamarlo reconstrucción hasta que la gente haya recuperado la capacidad de mirar hacia adelante. Lo más importante es la “reconstrucción” de las personas: la “reconstrucción del corazón”. He podido comprobar que, incluso en circunstancias como las nuestras, todavía es posible que los seres humanos encuentren esperanza y continúen avanzando. Me he dado cuenta de que las personas no pueden vivir las unas sin las otras.
He podido comprobar que, incluso en circunstancias como las nuestras, todavía es posible que los seres humanos encuentren esperanza y continúen avanzando.
Las catástrofes pueden transformar en un instante lo cotidiano en algo inesperado. En ese momento preciso se evidencia si eres una persona que tiene genuino interés por los demás o que solo piensa en su propia seguridad. Las actividades de la Soka Gakkai, centradas en nuestro ideal de construir la paz en nuestras comunidades locales, desarrollan este tipo de preocupación activa por el bienestar ajeno. Es importante que fomentemos esta actitud ahora mismo, en nuestra vida diaria, mientras podamos hacerlo.
De cara a futuras generaciones
Tenemos que transmitir la memoria de este terremoto a la siguiente generación. Estoy tratando de contribuir a este esfuerzo reconstruyendo el letrero cada cinco años junto con los niños locales. Además, cada año cultivamos girasoles a partir de las semillas de un girasol que logró florecer junto al letrero el primer año y al que llamé «girasol indómito». Así que ahora los niños aprenden sobre la prevención de desastres mediante la siembra y el cultivo de las semillas de esta flor. Cada año, las llamamos según sean de segunda, tercera o cuarta generación, y así sucesivamente. De este modo, por ejemplo, cuando llegue la 50.ª generación y los niños pregunten: «¿Por qué estos girasoles se llaman de la ’50.ª generación’?», los adultos podrán transmitirles y enseñarles entonces la historia de este desastre natural.
Los niños que viven aquí crecerán y puede que se muden a otras áreas. También nuevas personas llegarán desde otros lugares. Por lo tanto, debemos continuar transmitiendo este conocimiento a nuestros niños como una forma de educarlos en la prevención de desastres.
Estoy decidido a construir un futuro aquí, echando raíces y enfrentándome a todo. Quiero continuar con mis actividades mientras me mantengo al lado de las personas necesitadas y, al mismo tiempo, avanzar tal y como dice el letrero: «¡Ánimo, Ishinomaki!». Quiero mirar hacia adelante, con la convicción de que las personas somos capaces de seguir avanzando, dando lo mejor de mí y creando esperanza junto con los demás, como si se tratara de las dos ruedas de un carro: la fortaleza para avanzar y la fortaleza para apoyar a los demás. Me gustaría seguir profundizando en esto. Haré todo lo posible por recordar siempre lo que sentí cuando ocurrió el desastre.