Triunfar en bien de las mujeres, la salud y la felicidad
Un tremendo revés en la vida profesional de Maria Celeste Esposto, se convirtió en la semilla del éxito y de una vida de plena realización.
Por más de treinta años, me he dedicado como ginecóloga al estudio y el tratamiento de la endometriosis en Florencia, Italia. Esta es una enfermedad en la que el tejido endometrial, que normalmente se encuentra solo dentro del útero, crece en otras partes, como por ejemplo en los ovarios y el peritoneo. Causa un dolor muy agudo durante la menstruación y se cree que, en la actualidad, afecta a una de cada diez mujeres; y, sin embargo, esta dolencia aún no está reconocida ampliamente.
Mi sueño: proteger la salud de las mujeres
La primera vez que me di cuenta de la necesidad de proteger la salud de las mujeres tenía ocho años. Mi abuela había sido diagnosticada de cáncer de vulva y falleció a la temprana edad de sesenta años.
En ese momento, me produjo conmoción al oír la conversación entre los adultos: «Si tan solo hubiese acudido antes a una revisión ginecológica, podría haber sobrevivido». Esa frase se me quedó grabada.
Tenía la determinación de transformar, en cierto modo, todo lo que me estaba pasando en algo positivo.
Nací y crecí en una granja en la región de Apulia, al sur de Italia, que es el tacón de la «bota» que da forma a la península. Creo que a mi abuela le daba reparo y hasta vergüenza ir al ginecólogo porque no formaba parte de la cultura de su región. Hoy en día, sigue ocurriendo lo mismo en muchos lugares de la Italia meridional.
Mi padre era agricultor y quería que su hija fuera maestra, pero yo estaba determinada a convertirme en doctora. Me matriculé en la facultad de medicina en Florencia, y, en 1989, hice realidad mi sueño de ser ginecóloga.
Empezar de cero
Más de diez años después, en 2002, mi hermana menor me introdujo al budismo Nichiren. Por ese entonces, yo gozaba de una próspera vida con mi esposo, también ginecólogo. Sin embargo, sentía que algo faltaba, y buscaba un sentido de propósito más profundo.
Aún recuerdo la serenidad que sentí cuando comencé a entonar Nam-myoho-renge-kyo, fue como si una densa niebla se disipara. Sentí que desde el interior de mi vida nacía la determinación de realizar algún tipo de contribución concreta para asistir a las mujeres que sufren, junto con la convicción de que yo podría hacer una aportación original.
Sin embargo, poco después, me vi envuelta en un asunto de política interna del hospital universitario en donde había trabajado por muchos años, y renuncié debido a injustas acusaciones. Aunque más tarde fui absuelta, el hecho tuvo un impacto devastador en mi carrera. Además, en esa misma época, me divorcié de mi marido. Así, antes de cumplir los cincuenta años, no tuve otra opción que empezar de nuevo tanto en lo profesional como en lo personal.
Haciendo realidad el deseo del cuidado
En esos momentos difíciles, mantuve mi práctica budista con la oración enfocada en dedicar mi vida a proteger la salud de las mujeres, aprovechando al máximo mis conocimientos y capacidad. Tenía la determinación de transformar, en cierto modo, todo lo que me estaba pasando en algo positivo.
Lo que me permitió seguir adelante fue el cálido apoyo y el aliento de mis amigos en Soka Gakkai. De forma particular, me sentí profundamente alentada por la responsable de mujeres. Gracias a ese impulso, en 2020 fundé el instituto interdisciplinar de investigación y tratamiento. Esta es una iniciativa pionera en Europa, en la que un equipo de diferentes especialistas, incluidos nutricionistas, psicólogos, acupuntores y osteópatas, trabajan juntos para diagnosticar y tratar a las mujeres que sufren endometriosis.
En la presentación de este instituto, el director médico de mi antiguo lugar de trabajo se acercó entusiasmado para felicitarme. Si pienso en la gran frustración y angustia que había pasado al dejar mi antiguo empleo, jamás hubiera imaginado que podría alcanzar semejante sentido de realización y victoria en la vida.
Mediante esta experiencia, pude apreciar profundamente el principio budista de «convertir el veneno en medicina».
El mensaje que quiero transmitir a todas las mujeres es que no deben sufrir en soledad.
Hoy, mientras continúo trabajando como ginecóloga de forma autónoma, estoy expandiendo el programa del instituto en toda Italia, como también en Francia y en España. Además, organizo eventos para expandir la conciencia sobre la endometriosis.
Mediante la práctica del budismo profundicé sobre mi amor compasivo por las demás personas. Este es mi gran beneficio. De todo corazón, siempre intento ofrecer el mejor cuidado a cada paciente, abrazando su sufrimiento y preocupación. El mensaje que quiero transmitir a todas las mujeres es que no deben sufrir en soledad.
Voy a seguir usando la fortaleza y la sabiduría que he desarrollado gracias a mi fe para hacer que la luz de la esperanza brille en el corazón de mis pacientes.
Adaptado de un artículo del Seikyo Shimbun del 10 de diciembre de 2021, Soka Gakkai, Japón.